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Capitulo 22: Los últimos días de Mikey, Parte II

Si hubiera vivido, Mikey habría descrito su última batalla como una avalancha. La emboscada del Foot había sucedido tan malditamente rápido, que Mikey no tuvo tiempo para pensar, ni para gritar una advertencia, ni siquiera para respirar.

El terror se agitó en sus entrañas mientras miraba horrorizado el goteo de soldados que se convertía en una inundación. Saliendo de las sombras, saliendo de los mismos ladrillos, solo podía mirar, paralizado y casi estúpido por el terror. Instintivamente, sus ojos rasparon hacia arriba en busca de una ruta de escape de algún tipo. A su lado, los ojos de Leo se entrecerraron con gélida consideración. Silenciosamente, desenvainó ambas katanas a modo de advertencia. Dándole a Raphael un breve asentimiento, se deslizó entre el Pie y sus hermanos, de manera protectora.

Raphael gruñó, y abruptamente empujó a Mikey ya un desconcertado Donny detrás de él. Mirando a Leo, gruñó:

— ¿Siempre tienes que jugar al héroe, Fearless?

Leo hizo una mueca.

— En la primera oportunidad que tengas, lleva a Don y Mikey a casa, Raph. No discutas conmigo.

— Eso también va para ti, Raph

Leo espetó con un movimiento de cabeza.

—Al infierno que lo haré

Raphael se quejó de vuelta, mientras sacaba sus sais.

— Quédate detrás de mí. En la primera oportunidad que tengas, lárgate de aquí. ¿Entendido?

Raphael gruñó la orden a sus hermanos menores sin mirar atrás.

— ¿Qué tal si todos nos largamos de aquí cuando podamos, hermanos?

Mike les dio a todos una sonrisa apaciguadora y les dio una palmada en los hombros. Raphael soltó su hombro con un gruñido.

Suspirando, Leo negó con la cabeza.

— Ahora no es el momento, Mikey.

Donny tiró suavemente de Mikey a su lado y susurró:

— No tiene sentido discutir con ellos. Lo sabes.

Donny frunció el ceño con tristeza después de mirarlos a todos y calcular mentalmente las probabilidades de escapar sin una confrontación.

—Además

miró a sus hermanos, preocupado.

— Parece que hay más que suficiente para todos.

Ignorando la mirada de advertencia de Leo, Raphael agitó un sai en una invitación burlona.

— Muy bien, chicos. Vamos a bailar

Las palabras persistieron cuando de repente se arrojó como una bala de cañón contra el grupo de soldados de infantería.

En ese momento, todo el infierno literalmente se había desatado. Raphael rugió mientras se lanzaba al salto. He derribado algunos cuando he aterrizado. Apenas iluminando la tierra con los dedos de los pies, giró hacia la patada y cortó con sus sais.

El mismo aire pareció fracturarse cuando el mundo de repente se deslizó en un infierno de movimiento frenético, gritos, maldiciones, dolor y caos absoluto.

— ¡Quédate atrás! Son demasiados, Raph, no podemos

Las palabras de Leo rasgaron el aire y terminaron con un grito.