𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒐𝒍𝒐 𝟐𝟕

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Invierno, 1942

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Invierno, 1942.

No quiero empezar la carta como la de los años pasados, pero no hay otra manera.

Principessa:

Te extraño.

Te extraño tanto como las plantas a la lluvia en días calurosos. Eres lo que me mantiene vivo y no estoy dispuesto a perderte más. No cuando han sido tres años sin ti. Cuando llovía en junio, observé el pasto, olía a humedad. Me recordó cuando vivía en Wannsee y había mañanas húmedas, eras las mejores sensaciones que podía experimentar. Ese mismo día soñé que corríamos bajo la lluvia, llevabas el pelo atado en una coleta, una blusa blanca tapaba tu torso, así como una falda tus piernas, pero llevabas una niña en tu vientre. Íbamos a ser papás y yo no podía pedir más. ¿Te imaginas? Ser papás. Sé que tal vez estemos lejos de eso, pero por algo lo soñé.

Llevabas en tu vientre a una niña que nacería en la época de las flores, que florecería cual rosa. Me emocioné y mis amigos (porque ya son mis amigos) me dijeron que tal vez era una señal para no rendirme. La guerra parece no tener fin, pero lo habrá. Lo habrá y podremos correr por la lluvia cuantos junios nos parezcan. Cuantas veces lo necesitemos.

Son 30 inviernos que tenemos pendientes, el tiempo nos debe alcanzar para lograr una familia y un hogar. Sí alguna vez te piensas como madre, yo sería el más feliz de ver como crece nuestro amor dentro de ti. El destino nos presentó aquel día en la estación del tren por algo; debíamos estar juntos. Y ahora con más fervor esperaré el tiempo que sea necesario, aunque la guerra me busqué, te encontraré primero.

Por cierto, resultó que la hija más chica de la familia y Amiel son amantes, ellos se aman como nosotros. Ellos quieren casarse en cuanto el verano llegue, así como ellos, debemos ser felices. Sin miedos.

Te sigo amando, hasta el último de mis días, Agatha.

Giánni.


Gli ho detto del tuo matrimonio, Amiel. (Le conté de tu boda, Amiel.) —Dijo emocionado Giánni, mientras anotaba la dirección de Agatha en el sobre.

Vedrai che presto sposerai Agatha e realizzerai quel sogno che non dimentico di essere genitori. (Ya verás que pronto, te casarás con Agatha y cumpliras ese sueño que no se me olvida de ser papás.) —Amiel, con una sonrisa, respondió.

Sólo ellos dos, y a veces la familia Avellaneda, notaban la falta que le hacía Agatha a Giánni. Se acostumbró a hablar solo como si ella lo escuchara, contaba sus días y noches, como si de un cuento se tratara. Hablaba a la distancia con ella. Y ella, para él, respondía.

Cuando entregó el sobre, trató no llorar. Más de 1,000 días sin ella, sin oírla, sin tocarla, sin verla. No eran fáciles. Pero tampoco imposibles. Sólo tenía que aguantar un poco más, un poco más que parecía una eternidad para su vida. Pronto cumpliría 29 años y ella 24, ¿en qué momento pasó tanto?

||Refugiados|| [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora