Barcelona, España. Mayo, 1945.
—Así como lo escucha, ¡la guerra oficialmente terminó! El Eje acaba de perder el poder encima de los países que vivían bajo su mandato. ¡Alemania al fin es libre!
La familia Avellaneda, en compañía de Giánni y Samay, se encontraban esa mañana del 08 de mayo de 1945 oyendo la noticia. Giánni al oír "Alemania es libre" cayó de rodillas llorando de felicidad. Tapó su rostro y agradeció al cielo que por fin regresaría.
—¿Oíste, Giánni? ¡Regresarás con Agatha! —gritó feliz Catalina. Todos en la familia sabían de Agatha y la historia que tuvieron juntos.
—Voy a verla de nuevo... —dijo el alemán agradeciendo en su cabeza, debía volver lo antes posible.
Después de celebrar el final de la guerra, Giánni se dispuso a empacar sus cosas. No bromeaba en decir que, si era necesario irse a pie, lo haría. Feliz, emocionado y con esa chispa de vuelta en su vida, salió a la casa principal. En el camino se encontró al señor Avellaneda, quién le acercó un papel.
—¿Qué es esto? —inquirió Giánni, ya hablaba más español.
—Abrieron las fronteras terrestres, tu tren sale en 2 horas con destino final Berlín. —le dedicó una gran sonrisa mientras Giánni procesaba todo.
—¿Un tren?
—Sí, mi mujer y yo queremos que regreses a casa, a verla. —Giánni soltó sus cosas y abrazó con fervor al señor. Le había dado todo durante estos años y no podía pedir más.
Giánni pasó a comer y despedirse de sus amigos y familia, no sin antes pedirles le den sus teléfonos para permanecer en contacto. Amiel se quedaría con su esposa e hijo en Barcelona, mientras que Samay viajaría rumbo a Berlín con él. Comieron y se despidieron, durante el trayecto, Giánni contaba los minutos para llegar al destino, lo que tanto soñó se estaba cumpliendo.
Durmió un poco, cerro sus ojos y trató de imaginarse a Agatha. Ahora ella tenía 25 años y él 30. 5 años en cautiverio.
Fue despertado por Samay, quien avisó habían llegado a la ciudad. Giánni bajó casi corriendo del tren y miro a la gran Berlín derrotada, pero había vuelto, sólo era cuestión que la ciudad se levantara. Se despidió de Samay, quien tomó su rumbo. Giánni miró todo, ¿a dónde iría primero?
Pensó en su antigua casa, para dejar sus cosas. Así que se dirigió a Wannsee en otro tren. Eran baratos así que lo tomó, veía el camino y recordaba todo lo que había sucedido antes de la guerra. Su vida cambió o se había puesto en pausa, pero necesitaba retomarla. La sonrisa en su rostro era imposible de ocultar, aún había gente que lo mal miraba, pero eso era lo último que le importaba. Llegó a la estación correspondiente, bajó y camino rumbo a su casa.
El corazón se le salía del pecho, más cuando entró al bosque. Los árboles seguían algunos más altos otros maltratados, pero conservaban el olor que lo transportaba a sus mejores años. Llegó a aquella casa de fachada blanca y con lágrimas en los ojos. así como un nudo en la garganta, se atrevió a entrar.
Todo tal cuál lo había dejado la última vez. Los muebles tirados, las fotografías rotas y ese olor a olvidado. Lloró, no era sencillo estar ahí solo. Dejó su maleta en su antigua habitación y trató de recoger las cosas, el cuarto de sus padres lo dejó impecable. Tal como a su madre le hubiera gustado. Una vez limpia su casa, se arregló un poco y tomó aire.
Era hora de buscar a Agatha.
Tomó otro tren en dirección a la casa de su amada, rogando porque siguiera viviendo ahí. Si no buscaría la manera de encontrarla, era una promesa. Caminó de la estación hacía el hogar de Agatha y sonrió al ver un auto estacionado fuera. Alguien estaba. Su corazón volvió a latir muy rápido a cada paso que daba más cerca de la puerta.
Tocó tres veces y esperó.
Esperó bastante nervioso, no sabía que le depararía el destino o quién abriría la puerta.
—¿En qué le puedo ayudar? —preguntó una voz femenina que captó la atención de Giánni, miró a aquella mujercita que abrió la puerta y sonrió ampliamente. Adalia claro había crecido, se parecía un poco más a Herman, con pecas y el cabello desordenado. Era toda una jovencita.
—La princesa encontró al príncipe, quién aún la seguía esperando en el mismo viejo castillo... Y fueron felices por siempre... —Así Giánni concluyó el cuento que había detenido durante largos años. Adalia supo de quién se trataba al oírlo y sus ojos se llenaron de lágrimas mientras tapaba su boca con una mano. —Volví...
—Adalia... ¿Quién tocó?
Esa voz, aquella voz que rogó jamás olvidar. Había vuelto a sonar en sus oídos causándole un escalofrío. Aquella mujer, porque había crecido, se hizo presente vistiendo un vestido a las rodillas color camel, el cabello atado en media coleta con un delantal amarrado a su cintura. Pero tenía los ojos apagados, como si fuera infeliz, como si algo le faltara en su vida. Venía limpiándose las manos en el delantal y cuando subió la mirada no pudo creer lo que sus ojos observaban.
—Principessa...
—G-Giánni... —rápidamente sus ojos se llenaron de lágrimas y de asombro, su padre dijo que había muerto, se lo aseguró y ahora, estaba ahí parado.
—Volví, principessa... Volví...
La reacción de Agatha fue correr a los brazos de Giánni abrazándolo por el cuello. Las lágrimas corrían por sus mejillas mientras sus manos temblaban.
—V-volviste... —decía mientras su voz se quebraba.
—Claro que volví, mi amor... Volví por nosotros. —Agatha sostenía el cuerpo de Giánni como si alguien fuera a robarlo. —No llores, principessa...
—Perdóname... —susurró. —Giánni, perdóname por favor...
—Mi amor, ¿por qué tendría que perdonart-
—¿Mamá? —escondida entre las piernas de Adalia, una voz femenina preguntó. De entre su falda se dejó ver a una pequeña de entre 3 o 4 años de edad. Del color de cabello igual al de Agatha y con pecas, pero con los ojos azules. Giánni la miró y analizó todo, esa niña no podía ser hija de Adalia. Observó la mano izquierda de Agatha y ver un anillo posado en su dedo anular.
—Perdóname... por favor —susurró aún llorando, se giró para tomar a su hija entre sus brazos y Giánni la tomó de la mano.
—No tengo nada que perdonarte, pedirte que me esperaras fue egoísta... Yo debí saber que eras libre de hacer tu vida —miró con amor a esa pequeña niña. —Y de poder enamorarte de nuevo
—No me enamoré nunca de alguien que no fueras tú... —dijo sincera mientras su voz se quebraba. —Jamás amé a mi marido, pero era yo... o ella. —y miró a Adalia quien con tristeza se acercó a Giánni.
—Ella jamás dejó que pensarte. Ella te necesitaba y se casó porque me querían casar a mí, sólo tenía 12 años...
—¿Me perdí de algo? —la voz de un hombre irrumpió el silencio que se formó. Agatha dirigió su vista a Franz quien miraba desde la entrada aquella escena. —Agatha, ¿quién es él?
Y la valentía de Agatha regresó a su cuerpo, justo después de saber que Giánni estaba a salvo.
—El amor de mi vida. Giánni Fürst.
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||Refugiados|| [TERMINADA]
Teen Fiction1939. - ¿Por qué a nosotros? ¿Qué le hicimos al mundo? - Me temo que el mundo así funciona, principessa. Sí, así funciona. Te conviertes en la presa de aquellos que escriben la historia a su beneficio. Un soldado no elegido, obligado. Alemanes vs. J...