𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒐𝒍𝒐 𝟑𝟓

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ÚLTIMO CAPÍTULO 

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ÚLTIMO CAPÍTULO 


Wannsee, Alemania. Enero, 1946.

—Pero yo no quiero una gran fiesta. Con tenerlos a ustedes aquí. —dijo Agatha mirando a su amigo Joss y a su hermana.

—Agatha, ¡te casas con Giánni! Después de meses de no poder separarte de Franz al fin lo logramos, ¿y no quieres una fiesta? —inquirió Joss.

—Yo digo que Agatha tiene un punto. Realmente no necesitan muchos invitados. Si acaso algún primo.

—Quiero que inviten a su madre. —llegó Giánni cargando a Greta en sus brazos. —Es un día especial y ella debe estar, ¿no?

—Buen punto. Entonces los invitados son Joss y su pareja, Adalia y el muchachito de la librería, madre y nosotros.

—¿Crees que padre venga? —preguntó Adalia y su hermana negó.

—No puede oír ni mi nombre. Claro que no vendrá.

—¿Y Edelina? Ella sigue viviendo con sus padres. —volvió a preguntar. El corazón de Agatha se estrujó, pero asintió.

—No necesito más, además de Giánni y Greta, obvio. —ella dio un fugaz beso en los labios de Giánni y Greta los separó.

—No puedes besar a papá Giánni hasta que sea la fiesta, mami.

Todos rieron ante el comentario de la niña, desde un tiempo solía llamarle papá a Giánni y el gustoso aceptó. Ambos querían esperarse a estar casados para tener otro hijo.

—Bien, hasta la boda lo besaré.

Durante el tiempo restante hasta que el mes de abril llegó, Giánni y Agatha buscaron quien los pudiera casar, sabían que Agatha debía convertirse en judía antes de otra cosa. Lo lograron y prepararon la ceremonia. Todo al fin era como debía ser.

(...)

Wannsee, Alemania. 09 de abril de 1946.

Como lo habían planeado las personas más cercanas eran las únicas presentes. Giánni y Agatha no podían contener la emoción de por fin verse frente a frente y estar a nada de ser marido y mujer. La ceremonia se hizo en base a las costumbres y tradiciones judías. No hubo votos de amor, no públicos.

Giánni sentía su corazón salirse de su pecho. Al fin, después de tanto dolor, llegó a su cuerpo la calma. Y esa era Agatha, su sonrisa, su voz, su simple existir.

Agatha por su parte, temblaba de emoción. Luchó tanto que ganó la guerra, y su cuerpo descansó. Descansó en brazos del único hombre que jamás la rebajó por ser mujer o por saber tanto como decía.

Y al fin, los nombraron marido y mujer. Agatha tomó el rostro de su marido entre sus manos y dejó un casto y largo beso. Giánni correspondió envolviendo su cuerpo entre sus brazos y sonriendo sin poder imaginarse que ese sería el tardío inició de lo que sus vidas anhelaban.

—Nadie me separará de ti, ¿oíste? Nadie

—¿Me creerías capaz de dejar que nos alejen?

—¿Crees poderme ahora ganar, señor Fürst?

—¿Usted lo cree posible, señora Fürst?

—¿Nunca dejará de intentarlo?

—¿El amor acaba?

—¿El nuestro?

—Nunca, principessa. Jamás acabará.

—Te gané.

—Tendremos 70 años para eso.

—Jamás me ganarás.

Encerrados en su mundo, como la primera vez que hablaron. Todo era feliz ahora, y la guerra por fin los soltó.

Comieron y se divirtieron con sus invitados, recordaron anécdotas, por fin contaron su historia de amor sin trabas. Jugaron y fueron felices. El 09 de abril de aquel año, la guerra que separó mundos fue destruida por dos corazones que latían al mismo ritmo.

—¿Crees que estén enamorados? —preguntó Agatha mirando a su hermana riendo en compañía de un joven, igual judío, que conoció en una librería.

—Él se ofreció a enseñarle a hablar italiano para poder leer libros juntos, ¿tú que crees, principessa?

—Que claramente te robaron las técnicas de enamoramiento. Y que eso, será fabuloso de verse. —juntó sus manos y las entrelazó. —¿Ya te dije que te amo?

—Sí, pero amo oírlo. Amo que lo digas y que lo sientas.

—Amo que al fin podamos dejar de ser refugiados de una guerra y empezar a ser sobrevivientes.

—Mi principessa, somos sobrevivientes. 

||Refugiados|| [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora