Invierno, 1943.
Sigo sin idea de cuantos inviernos más tendré que pasar admirando la Luna y a su vez oyendo a lo lejos explosiones que duelen en mi alma. ¿Estás bien? ¿Te sientes bien? ¿Sigues en Italia? Mi amor son preguntas que la Luna no puede responder, se queda callada cuando lloro de rodillas por querer oír tu voz. No la quiero olvidar. No podría vivir sin eso.
Amiel y Catalina se casaron y están en espera de un bebé. ¿Sabes? Quiero huir e irte a buscar para pedirte que vivamos lo que ahora nos detiene, recuperar lo que nos robaron, pero no puedo. No puedo porque te pondría en peligro y tampoco me perdonaría eso.
¿Herman ya regresó a casa? Él debe decirte que estoy vivo, que sigo aquí, que te estoy buscando.
Mantenme de pie, porque sólo no puedo y siento morir lentamente en la agonía de mi soledad. Ya no sé que hacer, mi paciencia se agota y el dolor se multiplica como las gotas de lluvia. El frío del invierno me atrofia los huesos y se adentra en mi corazón tentándolo a querer dejar de latir. Veo borrosa tu silueta, y me extiendes la mano, pero jamás la puedo tocar. ¿Por qué nosotros? ¿Acaso el destino nos creía tan fuertes para tolerarlo? Me caí de rodillas sin ti y aún sangran de no verte cerca. Nadie está en casa y lentamente se enfría el calor de hogar.
Cariño mío, por favor, no me olvides. No dejes de ver a la Luna que brilla con poca intensidad de no tener tu rostro admirándola. Ayúdame a no caerme, a no ahogarme, a no morir.
Te amo, Agatha.
Giánni.
Se encontraba solo en aquel granero, cada año que transcurría las cartas se acortaban porque Giánni se apagaba día con día. No mentía en decir que la Luna dejaba de brillar, pero se debía a la pólvora en el aire que lo contaminaba. De vez en cuando observaba la televisión en la casa principal y podía notar que la guerra estaba y lo perseguía, millones de muertes y él seguía vivo. Seguía sin saber a donde ir.
Lloró al cerrar la carta, dejando las marcas de sus lágrimas en el papel. ¿Cuándo podría volver a abrazar a esa linda mujer?
¿Lo volvería a hacer?
¿O moriría en el intento?
Su agonía era duradera y ya no sabía a dónde dirigirse sin sentir temor de perder el recuerdo de la voz de Agatha. Poco a poco, mientras la recordaba, su voz se desvanecía más y más hasta el punto donde solo se escuchaba la brisa de la noche golpear la cara de Giánni.
Él no la quería olvidar. No podía hacerlo, era el amor de su vida. Y a punto de cumplir 30, agonizaba por ella.
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||Refugiados|| [TERMINADA]
Roman pour Adolescents1939. - ¿Por qué a nosotros? ¿Qué le hicimos al mundo? - Me temo que el mundo así funciona, principessa. Sí, así funciona. Te conviertes en la presa de aquellos que escriben la historia a su beneficio. Un soldado no elegido, obligado. Alemanes vs. J...