—Llevas 20 minutos tocando mi frente, principessa. —Agatha se sorprendió un poco, creía que Giánni seguía dormido. Aunque él le habló con los ojos cerrados. —Amanecí mejor.
—Y tú llevas 20 minutos fingiendo dormir. —Dio un leve golpe en su brazo y él se incorporó. Le dio un beso en la frente y sonrió. —Debes tener hambre y no es para menos, esa calentura te agoto.
Abrió una servilleta y Giánni encontró un desayuno, no tan espectacular, pero llenador. La miro aún más asombrado y ella solo alzó los hombros. Evitaron las explicaciones y comenzaron a comer en silencio. El plan era seguir caminando hasta ver la forma de tomar algún camión que les ayudara en su trayecto.
—¿Seguro que te sientes mejor? —recogiendo las cosas, Agatha seguía preocupada por el estado de salud de Giánni.
—Sí, me siento mucho mejor... tengo a la mejor enfermera de toda Alemania. —eso la sonrojó y negó con la cabeza.
—Aún no soy enfermera oficialmente...
—Para mí lo eres, y la mejor.
Listos para partir, tomaron sus cosas y Giánni salió primero por la ventana. Se aseguró de que nadie viniera en la calle y ayudó a Agatha a cruzar la ventana. ¿Por qué se detuvieron tanto afuera o en el mismo perímetro?
Si tan solo hubieran seguido su camino; la guerra no los hubiera alcanzado.
Y la crueldad humana persistió y existió en los condominios de a lado. Un hombre, padre de familia, hizo la llamada que le cambiaría la vida a aquellos jóvenes enamorados. Una llamada de alerta pues en el edificio vacío que estaba a lado de su casa dormían dos extraños fugitivos, dos fugitivos judíos.
—¿Ya vamos a continuar? —Giánni inquirió tomando la mano de su novia.
El sonido de los camiones militares los alertó demasiado y no era para menos, los habían reportado y querían llevárselos. Rápidamente, siete militares bajaron del camión y con sus armas corrieron hacía ellos dos.
—¡Agatha, corre! —gritó Giánni empujando a Agatha para que se alejará, ella se negaría de no ser que dos militares la sorprendieron enfrente y la jalaron de ambos brazos. Ella trató de forcejear para poder liberarse y sus fuerzas se engrandecieron al ver que intentaban someter a Giánni.
Las cosas cayeron al piso; todas y cada una. Giánni por su parte igual trataba de zafarse del agarre de aquellos hombres de traje verde, pero todo era en vano. Lo era hasta que vio a un hombre jalar de forma brusca a su novia, dio un jalón y soltó el agarre.
Se dirigió a los soldados y golpeó con todas sus fuerzas a quién había jalado a Agatha. Ella al sentir que no ejercían resistencia contra ella se abrazó del torso de Giánni llorando. Quería que todo fuera una cruel y horrible pesadilla. Pero no lo era.
Sintió los brazos de Giánni rodear su cuerpo, como si fuera una despedida.
Los soldados se reincorporaron y volvieron a jalar a ambas partes en direcciones separadas. Giánni y Agatha se estaban resistiendo pues literalmente sus vidas dependían de ello.
—¡N-No! —gritó Agatha al ver que un oficial le apuntaba a Giánni en la cabeza con su arma. —Déjennos ir... ¡Déjennos ir! —rogaba, pero era en vano.
—P-principessa... —dijo con algo de dificultad Giánni, quién se zafó una vez más del agarre y la tocó levemente de los hombros. Él tenía los ojos cristalizados, pero trataba de analizar y conservar el recuerdo de Agatha por lo que le restará de vida.
Lo colocaron de rodillas y a Agatha la arrastraron en dirección contraria. Ella estaba hecha un mar de llanto y gritos, miró como Giánni por primera vez agachaba la cabeza ante un soldado alemán.
—¡Te amo, Giánni! —gritó en forma de auxilio, los soldados la ingresaron en el camión del cual llegaron y ella, aunque quiso no pudo salir. Pateo y empujo la puerta, pero era imposible abrirla. Lo último que vio de Giánni fue como lo sometían de rodillas.
Al llegar a lo que parecía ser una estación militar bajaron a Agatha a quién de tanto llorar le faltaba el aire. Suspiraba, pero sabía que si huía en dirección a donde por última vez vio a Giánni, él ya no estaría. Le pidieron su nombre, su edad y su dirección, pero ella no emitió palabra alguna pues se dedicó a llorar en una silla.
Si alguno de los presentes la hubiera conocido hace unos años e incluso unos meses atrás se negaría a creer que aquella chica triste y apagada fuera Agatha. Ella se sentía totalmente derrotada y herida. Le habían arrancado una parte de su vida. ¿Volvería a ver a Giánni? ¿Le harían daño? ¿Qué sería de los sueños que construyó con él?
—¿Vas a hablar? —dijo irritado un soldado. Pero no obtuvo respuesta.
—Es ella. —un oficial se acercó y le extendió un papel con la foto de Agatha, sus padres la habían buscado desde que escapó. —Te llevaremos a casa, descuida.
Ese oficial le sonrió, pero el rostro de Agatha solo demostraba una expresión: tristeza. En un auto más chico, la llevaron a su casa en Berlín. Tardaron algunas horas, durante las cuales ella continuó llorando mientras veía el camino. Siquiera tener los ojos abiertos le costaba trabajo.
—De vuelta en su hogar, sana y salva. —al parecer aquel oficial estaba orgulloso de regresar a Agatha a su hogar, lo que realmente no sabía es que ese lugar solo era casa de sus padres; su hogar era Giánni.
Bajo del auto y acomodó su ropa, pero no subió la mirada. Escuchó la puerta principal abrirse seguido de un suspiro conmovido.
—Schwester1, ¡volviste! —la voz de Adalia resonó en la calle, así como el sonido de sus zapatos corriendo hacía ella. Y la abrazo sollozando. —No me dejes de nuevo...
Agatha vio terror y angustia en el rostro de su pequeña hermana, pero supuso era por su ausencia. Fingió una sonrisa, aunque la tristeza volvió a invadir su rostro.
—Cabeza arriba, Agatha. —El recibimiento de su madre fue más afectivo de lo que creyó. Entró a la casa y escuchó como sus padres agradecían a los soldados que la regresaron a su casa. Adalia cuando iban a entrar a la sala se escondió detrás de las faldas de su hermana, evitando ver a alguien.
—Adalia, ¿qué sucede? —le preguntó muy intrigada. La pequeña solo bajo la cabeza. —Oye, ¿todo está bien?
Una voz masculina desconocida le robo toda la atención. Frunció el ceño y se adentró a la sala encontrando a un chico sentado, tal vez de su edad, sosteniendo en su mano un vaso de cristal.
—Y, ¿usted es?
El chico de inmediato se levantó, acomodó su ropa y le extendió la mano.
—Un placer, soy Franz Wagner.
—Eso no me dice absolutamente nada, señor. —ella desquitaba el dolor que su alma tenía con ese chico desconocido.
—Soy el prometido de su hermana Adalia.
Schwester: Hermana
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Olitas, hola hola!
Ahora sí, toman sus pañuelos porque se viene la lloradera :(
Los quierooooooooo<3
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||Refugiados|| [TERMINADA]
Ficção Adolescente1939. - ¿Por qué a nosotros? ¿Qué le hicimos al mundo? - Me temo que el mundo así funciona, principessa. Sí, así funciona. Te conviertes en la presa de aquellos que escriben la historia a su beneficio. Un soldado no elegido, obligado. Alemanes vs. J...