𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒐𝒍𝒐 𝟑𝟏

102 8 5
                                    

—¡Ni se te ocurra, Franz! —gritó Adalia colocándose enfrente de Agatha y su sobrina, Greta, cuando el antes mencionado las iba a jalarlas hacía adentro de la casa

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—¡Ni se te ocurra, Franz! —gritó Adalia colocándose enfrente de Agatha y su sobrina, Greta, cuando el antes mencionado las iba a jalarlas hacía adentro de la casa. —Le pones una mano encima y te juro que soy yo quién te la quita.

Giánni desconcertado y bastante orgulloso se ver que Adalia había sido educada por Agatha caminó enfrente de las mujeres y enfrentó a aquel hombre que no conocía.

—Debes estar enfermo si quieres atreverte a jalarla.

—¿A quién tanto defiendes? Ella no es nada tuyo. ¿O acaso tú estás casado con ella? ¿Tienes una hermosa hija que viene de ella?

Y Giánni se quedó callado. Él era su marido y padre de su hija.

—Exacto, tú no tienes nada de ella.

—¿Quieres ver que eso es mentira? —inquirió Fürst con mucha seguridad. Franz se colocó un paso más enfrente y claro que lo encaró. —Yo tengo más de Agatha que tú en tantos años. Yo tengo su corazón.

—Giánni vámonos... —dijo rápido Agatha separándolos, le preocupaba más que Giánni pudiera cometer una tontería. —Amor, por favor... —su súplica fue la clave para que Giánni la tomara del brazo y de igual manera a Adalia. Greta era cargada por su madre mientras veía alejarse la silueta de su padre.

Franz gritó que ambos se iban a arrepentir y que los padres de Agatha sabrían lo que acaba de cometer, que le quitaría a su hija y mil amenazas más. Hasta que sus gritos dejaron de oírse, Agatha entregó a su hija en brazos de su hermana y tomó el rostro de Giánni por las mejillas para depositar un beso largo y lento en sus labios.

Se separó un momento para confirmar que era él quien se encontraba frente a sus ojos y sonrió como nunca en años. Lo volvió a besar mientras él abrazaba por completo su cuerpo por la cintura y daba vueltas leves con ella.

—Pensé que jamás te volvería a ver...—dijo ella en un hilo de voz

—Prometí volver, siempre.

Y dentro de esa burbuja, dejaron de ser refugiados de un amor prohibido. Ya no lo serían. No dolería amarse.

—¿Mamá? —volvió a inquirir Greta, mirando a su madre. Agatha cargó a la niña en sus brazos, Giánni la admiró y sonrió, era igual de hermosa que su madre.

—Se parece a ti...

—Yo... perdóname...

—No principessa. No tengo nada que perdonar, sé que no te hubieras casado con alguien más sino fuera por algo importante. Aunque, ¿Herman que dijo?

Caminaron rumbo al tren, irían a casa de Giánni. Después verían que hacer con los padres de Agatha y con su marido, por ahora, sólo importaban ellos.

Al oír la pregunta un nudo se formó en la garganta de ambas hermanas, se miraron con dolor y para la más pequeña fue inevitable no llorar en voz baja.

||Refugiados|| [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora