Berlín, Alemania. 1945
—¿Me explicas dónde pasaron la noche tú, tu hija y tu hermana? —exigió como pregunta la madre de Agatha al ver a las 3 mujeres cruzar el umbral de la puerta principal a las 11:48 am.
—En casa de Giánni. —dijo sin miedo. —Él no murió como ustedes afirmaron. Y me iré con él.
—Tienes un compromiso aquí con tu marido. —Habló ahora Egmont. —No puedes estar fuera de casa sin él, ¿acaso eres una mujerzuela?
—Dame las cartas que durante años Giánni envió. —Exigió dejando a la niña en brazos de Adalia. —Sube con ella, y no salgan de tu habitación hasta que vaya por ustedes.
Adalia asintió, pasó de largo a Franz y a sus padres subiendo con la niña en brazos. La tensión se podía tocar en la sala, todos miraban a Agatha con decepción.
—Tu marido estuvo toda la noche esperando a que llegaras, ¿se te olvidó que estabas casada? O ¿ese mugroso lo sabe?
—Ten cuidado en como te expresar de él. Porque es más hombre que tú, papá. —Egmont iba a golpear el rostro de Agatha, pero ella lo detuvo sosteniendo su mano de su muñeca. —Dame las cartas de Giánni, te las exijo.
—No me puedes exigir nada, Agatha. Durante toda tu vida hice todo lo posible para que jamás te faltara nada.
—Y me faltaron ustedes. —mencionó mirando a sus padres con el ceño fruncido. —Me hacían falta, porque mientras yo era una simple niña ustedes discutían todo el tiempo, fingían estar aquí cuando realmente parecían fantasmas, ¡y me dejé someter por ustedes!
Franz únicamente miraba y analizaba la situación, algo había derramado el vaso de la paciencia y cordura de Agatha. Recordó cuantas noches no la encontró llorando mientras veía a la Luna y se preguntaba que ocultaba ese corazón frío.
—¡Me sometí a su voluntad! Dejé que me callaran por años, traté de hacer lo que mejor les parecía, ¡incluso los deje casarme con un hombre que ni siquiera amo! Y me siguen faltando ustedes, pero nunca se dieron cuenta.
—Hija, Franz te ama.
—Pero yo a él no. —soltó de pronto. —Y jamás lo amaré. —Procedió a mirar a Franz, ella sabía que él si la amaba, había aprendido a hacerlo durante esos años. —Jamás te pedí que lo hicieras...
—Pero tenemos a Greta.
—Necesitaba una razón para no suicidarme. —Admitió. —Pensar que Giánni murió solo me daban deseos de igual hacerlo, y dejar de sufrir por un amor ¡que nunca tuvo que ser así! Pero no, no podía hacerlo. Hasta que Greta nació.
—Si ese judío no murió en la guerra, lo mataré yo. —Declaró Franz y la mano de Agatha impactó con su mejilla.
—Le pones una mano encima y juro que yo misma te mato. —advirtió. —Yo lo amo, y si te crees capaz de tocarlo, seré yo quien te haga daño, Franz y me va a importar poco que seas papá de Greta.
—¡Agatha! ¿Qué cosas estás diciendo? —su madre la jaló de los brazos sacudiéndola de manera brusca. Logrando que su cabello se alborotara. —¡¿Estás acaso loca?!
Pero los gritos, reclamos y advertencias que existían en el ambiente lograron hacer que Agatha entrara en pánico de pensar que le prohibieran amar a Giánni, una vez más. Soltó el grito más desgarrador y contenido de su vida, logrando que todos los presentes la miraran preocupada.
Miró a su madre con los ojos rojos conteniendo las lágrimas.
—Si me amas, por UNA vez en tu vida... déjame ser feliz.
Su madre no dijo nada, la miró sorprendida y retomó su postura erguida.
—Agatha por favor, no digas estupideces. Eres feliz aquí, con tu marido.
Suspiró cansada, ellos jamás entenderían. Franz enojado, se dirigió al estudio de su suegro, buscó algo entre los libros de la estantería y regresó aventándole a Agatha las cartas que por años su padre guardo.
—¿Las querías? ¡Ahí están, las mugrosas cartas!
Rápidamente ella las recogió, todas y cada una. Las miró emocionada y a la vez nostálgica, él siempre la buscó y ella se dio por vencida cuando se casó.
—Sé que no son lo suficientemente capaces de medir lo que es Giánni para mí. Y no los culpo... —miró a sus padres abrazando las cartas. —Ustedes jamás tuvieron un amor así de puro. Pero si tanto amaban a Herman, piensen que lo que me hicieron a mí y a Adalia, fue inhumano. Él estaría decepcionado de ustedes dos, y como él es el único de sus hijos que les importaba, así lo entenderán.
—Hicimos lo mejor para ti...
—Hicieron lo mejor para ustedes, porque someter a sus hijas era más fácil que aceptar que su matrimonio se desmoronaba año tras año. —Egmont y Agna se miraron, claro que sus hijos se daban cuenta. —Y estar unidos para tratar de ahorcar la poca luz que tenía mi vida era mejor que verse dormidos en camas distintas. —hizo una pausa. —¿Así quieres que termine con Franz? ¿Engañándolo y durmiendo en camas distintas? ¿Para eso me casaron?
Nadie respondió.
—Me separaré de él y les estoy avisando con tiempo. Joss me va a ayudar legalmente. Y si lo preguntan, me casaré con Giánni de una u otra manera. Les guste o no. Quieran o no.
—Tanto es tu odio a nosotros, ¿qué te aferras a hacer lo contrario a lo que decimos? —inquirió su madre.
—Tanto es mi amor por querer vivir distinto a ustedes, que debo alejarme de quien en algún momento dijo amarme. De ustedes. —hizo una pausa. —No los odio, solamente no podré perdonarlos. No ahora.
Miró a Franz y este seguía molesto.
—No es mi culpa, te casaste sabiendo que no te amaba y que lo hice por mi hermana. Mañana por la mañana me iré, Greta no tiene muchos recuerdos de ti, porque nunca estás, pero no le hablaré mal de ti.
Observó a sus padres, su madre lloraba. Y era la primera vez que Agatha recordaba que ella lo hiciera, su padre mantenía el mismo semblante de siempre. No se diría más al parecer, todo estaba dicho.
Subió para ver a su hija quien jugaba con unas muñecas en la alfombra de la habitación de Adalia. Claro que todo se había escuchado, y ella sabía que Agatha necesitaba desahogarse. Se levantó de la cama y corrió a abrazar a su hermana, recargándola en su pecho.
—Ahora que crecí no debes guardar todo lo que sientes... Me tienes a mí.
Agatha cayó en llanto sobre el pecho de su hermana, trató de no hacer ruido para no alertar a Greta. Lloró todo lo que necesitó, cuando estuvo mejor se alejó y besó la frente de su hermana menor.
—Herman y yo estamos orgullosos de ti. —dijo Adalia sonriéndole. —Eres la mujer más maravillosa de este mundo.
—No me iré sin ti. —avisó la mayor. —Aquí no es sano que vivas, ¿te vendrías conmigo?
La menos ahora abrazó del torso a su hermana y asintió. Así fue como ambas comenzaron a preparar sus maletas, Agatha se encargó de las cosas de Greta mientras ella seguía jugando en el piso, la miró y pensó que ella merecía algo mejor que la vida que en casa de los Newman tendría. Dejó a su hija en la habitación de su hermana y s dirigió a la que compartía con Franz.
Metió sus cosas personales en una valija y siguió buscando que pertenencias se llevaría.
—Yo alguna vez amé con esa intensidad... —se giró al oír la voz de su madre y la observó en el umbral de la puerta.
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||Refugiados|| [TERMINADA]
Fiksi Remaja1939. - ¿Por qué a nosotros? ¿Qué le hicimos al mundo? - Me temo que el mundo así funciona, principessa. Sí, así funciona. Te conviertes en la presa de aquellos que escriben la historia a su beneficio. Un soldado no elegido, obligado. Alemanes vs. J...