𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒐𝒍𝒐 𝟑𝟒

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—Mami tengo hambre

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—Mami tengo hambre... —dijo Greta observando a su madre bajar a la sala las maletas con sus pertenencias, su estómago pedía comida.

—Lo sé mi amor, llegando a casa de Giánni vamos a comer algo, ¿sí? —alzó su cuerpo y miró a su hermana sonreír emocionada. —¿Ya tienes todo?

—Madre dijo que, si olvidábamos algo, podíamos volver. —aseguró y se quedó callada señalando con la mirada a alguien y la puerta sonó. Adalia corrió a abrir sabiendo que era Giánni.

—¿Ya te vas con ese tipo? —inquirió Franz ebrio mirando como Agatha sostenía sus maletas.

—Deja de actuar así. Greta está aquí.

—¡Deja que se entere que su madre engaña a su padre! —gritó haciendo un ademán con la mano, logrando verter el liquido amarillento de su vaso. —¿Ese es tu ejemplo de madre, cariño? —se acercó a ella hasta atrapar su brazo y ejercer fuerza en este. —Eres mi esposa. —Le mostró bruscamente el anillo que él poseía en la mano. —Mi mujer. No de él.

Agatha forcejeó para zafarse, pero no consiguió nada. Franz solo puso más fuerza.

—Eres mía, Agatha.

Un puño impactó la mejilla de Franz, logrando que soltara a Agatha en la necesidad de tocar la zona dañada. Su cuerpo se balanceó hacía atrás sin que perdiera el suelo.

—¿Giánni? —miró Agatha de quien provenía aquel golpe.

—No vuelvas a atreverte a tocarla así. —sentenció Giánni colocándose frente a Agatha y Greta mirando a Franz. —Ella no te pertenece, no es un objeto.

—Pobre judío desubicado. —espetó furioso. —Yo te pondré en tu lugar. —Cerró el puño y quiso impactarlo en la cara de Giánni, pero él lo detuvo.

—No pretendo pelear contigo mientras tu hija nos ve, piensa tantito en ella. —Tenía muchas ganas de golpearlo, por haber tratado así tantos años a Agatha, pero estaba ahí Greta y no era lo correcto. Sintió una cálida mano en su hombro y pecho.

—Vámonos, amor. No lo vale.

—Te vas a arrepentir de esto, Agatha. —La señaló y tensó la mandíbula.

—No, el que se arrepentirá serás tú. —Una tercera voz irrumpió la sala, Giánni lo identificó de inmediato y sonrió. —Yo mismo la alejaré legalmente de ti y no podrás hacerles daño.

—No digas tonterías, Joss.

—Licenciado Meyer para ti. Era paciente por Greta y Agatha, pero Giánni volvió lo que significa que ella puede y debe ser feliz. —Tomó una maleta y cargó a la niña. —Y no interferirás en eso.

Agatha jaló a Giánni en dirección a la puerta y de igual manera llevó a su hermana.

—Joss, ¿en que momento llegaste? —dijo abrazando a su amigo.

—Ayer que me llamaste, supe que sería una batalla campal salir de aquí. Así que vine a ayudarlos. —Joss miró a Giánni y sonrió. —No sabes lo feliz que me pone verte bien

—Gracias por cuidar de ella en mi ausencia. —se dieron un cálido abrazo y Joss se ofreció a llevarlos. Se encontraban metiendo las maletas a la cajuela del auto del abogado hasta que se oyó la puerta de la casa abrirse. Adalia y Greta ya estaban dentro del auto, así que no escucharon nada.

—Hija. —era Agna. Ella se acercó poco a poco y le sonrió a su hija. —Quería despedirme antes de que tu padre despierte y vea que no estás.

Giánni se quedó sorprendido de ver aquella interacción suave y delicada entre ellas.

—Vendré a verte, madre. Y traeré a Greta conmigo.

—Giánni. —él miró a la señora Neumann y se acercó un poco. —Quisiera ofrecerte una disculpa. No debí juzgarte ni al amor que se tienen, sólo eran jóvenes aprendiendo a amar.

—No, señora. No tengo nada que disculpar. Nuestras posiciones claramente son distintas y...

—Y eso no debería impedirles amar, yo sé lo que te digo muchacho. —le extendió una pequeña caja. —Es ridículo, pero el anillo con el que Agatha se casó con Franz le pertenece a la familia de mi marido. Yo juré que al casarme con el amor de mi vida usaría el anillo que está ahí dentro, pero jamás lo hice... Pero sé que Agatha y tú se casarán, y ella merece hacerlo con el amor de su vida.

Abrió la caja y era un anillo de oro completamente con un diamante sencillo.

—No sé cómo agradecerle esto señora...

—Haz feliz a mi hija y con eso me bastará. Hazla feliz.

—Cada día de mi vida. Se lo juro.

Agna se despidió y entró a la casa, estaba sola como al inicio de su matrimonio. Joss llevó a la familia a Wansee, no se quedó mas tiempo pues debía preparar los papeles para separar a Franz de Agatha. Se despidió dejando un beso en la frente de Greta y se fue.

—Pequeña, escoge el cuarto que gustes. —mencionó Giánni dirigiéndose a Adalia. —Y siéntete como en casa.

Ella, con el alma en la mano, corrió a abrazar del torso al muchacho. Él acarició su cabello y sonrió.

—Gracias, Giánni. Por volver y estar aquí.

—Prometí hacerlo, y seguiré contándote cuentos así tengas 30 años. —dijo y ambos rieron. —Te vi crecer y eso me pone orgulloso de ti. Sé que Herman y Agatha están igual.

La joven subió las escaleras y se adentró a una habitación dejando a la pareja en la parte de abajo. Greta se encontraba jugando en la sala con una muñeca de trapo. Giánni la miró con ese amor paternal y se dio cuenta que Agatha lo observaba.

—Te amo, Giánni. —dijo entre lágrimas. Él se acercó para tomarla entre sus brazos y poder acogerla. Acarició mil veces su cabello, algo corto, pero igual de hermoso a como lo recordaba.

—Jamás me alcanzará la vida para demostrar cuanto te amo, principessa.

—Hay tanto que decir que tenemos muchos años aquí para decirlas. Pero tengo mil preguntas. —ella tomó el rostro de él en sus brazos. —Mil dudas

—Yo tengo mil respuestas, y si no la sé, la inventaré para hacerla realidad.

—¿Qué hice para merecerte?

Dijo mirando los detalles de su rostro, era diferente pero igual. Se veía mayor, como un hombre.

—Existir y llenar a este mundo de tanta luz. Luz que me guío.

Ambos conectaron sus labios en un beso, Giánni la cargó de la cintura como si sintiera que ella se iría. Ella se aferró a su cuello y dudo en abrir los ojos pues creía era un sueño.

—Lo dejaría todo por ti. Así que nos casaremos a tu modo... —confesó Agatha. —Y seremos felices aquí... como tanto merecemos.

—¡Mira mamá! —dijo emocionada Greta. —Una foto como la de los abuelos. —la niña estaba admirando una foto de la familia de Giánni. —Una foto familiar. ¿Nosotras tendremos una? —la miró con esos ojos preciosos y Giánni se atrevió a responder.

—Claro que tendrán una, ¿te parece prepararla desde ahora? Y el día más especial de todos la tomamos.

—Pero yo quiero un hermanito. Así como Ada.

Giánni y Agatha se miraron sonrojados.

—Ya veremos, mi niña. Ya veremos. —respondió Agatha sonriendo. 

||Refugiados|| [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora