Capítulo 23

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Adriana

Mis pies avanzan más rápido que mi mente, inmediatamente me arrodillo al lado de mi pequeña hija y le suelto la mano se su padre y la tomo en brazos levantándome lentamente, con mis ojos busco en este lugar tan turbio una silla donde sentarme y ex...

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Mis pies avanzan más rápido que mi mente, inmediatamente me arrodillo al lado de mi pequeña hija y le suelto la mano se su padre y la tomo en brazos levantándome lentamente, con mis ojos busco en este lugar tan turbio una silla donde sentarme y examinar a mi hija mejor.

La veo al lado de Juan, me siento y coloco a mi hija en mis piernas con una mano retiro unos mechones que caían cobre su hermoso rostro, pero la veo completamente bien, aparte de que tiene los ojos cerrados no pudo distinguir ningún otro fallo.

-Sara... Sara... Sara...- susurro en su oído para que despierte, pero no lo hace y mi corazón se preocupa de que mi hija no vuelva a abrir sus ojos.

Y con un leve movimiento de mi mano sujeto su barbilla moviéndola a los lados para que se despierte, pero nada logra hacerlo, así que decido mantener la calma y esperar a Mateo seguramente él tenga alguna solución.

No se la verdad cuanto tiempo ha pasado, solo noto que el bullicio que había hace tan solo un momento con esa gente llena de histeria, ya no está. Al no poder hacer nada mas que esperar y estar con mi hija decido alejar pensamientos catastróficos de mi mente.

También me causa terror acercarme a Juan y saber que a muerto prefiero vivir por ahora con la ilusión de que en cualquier momento despertara, nos protegerá de lo que sea que esta afuera y nos llevara a casa sanas y salvas.

Poco después de que mis pensamientos y mis ojos no para de ir de mi hija a mi esposo escucho como alguien se para fuera de la puerta, inmediatamente me coloco alerta y apretó a mi hija en mis brazos con más fuerza, escucho a continuación como la perilla de la puerta se abre dando paso a la luz del exterior permitiéndome ver unas sombras que ingresan al cuarto, como fue muy fuerte el cambio de luces para mis ojos, tardo unos segundo parpadeando para volver a acostumbrarme a la oscuridad que se vuelve a abrir paso luego de que cerraran la puerta.

-Bendito sea el creador- reconozco la vos de mi suegra e inmediatamente mis músculos y el agarre sobre mi hija se afloja.

-Uff- un profundo suspiro se escapa de mis pulmones liberando todo el aire que tenía represado.

-Niña, que bueno que están bien- dice ella aproximándose a nosotras y su mirada lentamente se posa sobre el cuerpo de su hija.

Su dirección hacia nosotras cambia drásticamente hacia el otro lado de la cama, hacia donde esta la cara inclinada de Juan -mi pequeño, no merecías esto- dice ella tomando con sus manos el rostro de su hija y los sollozos no tardan en aparecer.

-Porque, porque si la que debía morir era yo, tu debías de cuidar a los demás, con gusto daría mi vida por ti, porque no me lo permitiste- dice ella en medio de lo que imagino son sus lagrimas recorriendo su rostro, pues al no poder verlas con claridad no estoy segura, pero si noto como su voz se quiebra con cada palabra que pronuncia.

La Plebeya (BOOK ONE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora