Prólogo

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El nacimiento es el concepto considerado el más maravilloso y hermoso de esta tierra, es lo que marca nuestra existencia, nuestro valor, el como la vida nos da la bienvenida a este mundo.

Una mujer corría por entre el bosque, agitada, alterada, aterrorizada, había huido, tenía una maldición en su vientre, de sus piernas se deslizaba el líquido de la bolsa, en cualquier momento un bebé se asomaria.

Se había despojado de todas sus molestas telas, tan alterada, comenzaba a dejar un rastro de sangre, pero trataba de aliviarse, quizás ya no la seguían, casi cayó al suelo, pero gracias a los dioses un árbol estaba allí para retenerla y sujetarla, no podía aguantar, dolía, dolía tanto que sentía que terminaría muriendo, pedía misericordia a los dioses, a la luna.

Su espalda se deslizó hasta terminar sentada entre las hojas del suelo, sudaba, sus cabellos se pegaban sobre su frente y cubrían la mitad de su rostro, estaba hiperventilando.

¿Qué había hecho? Huir, huir del palacio, era una esclava, el rey se había enamorado de ella y la quería como su concubina, pero ella estaba enamorada ya, incluso iba a casarse, pero fue secuestrada por aquel rey. Su amado no pudo ante esos obstáculos, se infiltro como un guardia y siguió encontrándose con su amada.

Y llegó el terrible día, en el que su secreto salió a la luz, jamás se había podido acostar con el rey, así que el niño de su vientre era considerado una desgracia.

Pero el rey la amaba tanto que decidió perdonarla, pero con la única condición de que al nacer el niño, fuera sacrificado pasando como una ofrenda.

No quería eso. No quería que su niño fuera asesinado, huyó, huyó junto con su amado, quien decidió distraer a los guardias mientras ella huía al monte.

Ahora recibía el dolor del parto, tan desgarrador, tan punzante, se decía a sí misma que debía aguantar, si moría su bebé se quedaría solo en el bosque y moriría de todas formas, a pesar de su debilidad, siguió empujando hasta que finalmente escuchó el llanto de su niño, se apresuró en cargarlo y envolverlo en sus propias telas, tratando de calmar su llanto.

- Shh... - Estaba agotada - Está bien.... estás bien.... estás con mami... - Miró al bebé, la luz de la luna iluminó su pequeño cuerpecito, tan pequeño, y ensangrentado, sus lágrimas se deslizaban por sus mejillas - Ya, pequeño...

Trató de limpiar la sangre, notando la pálida piel del menor, tan pálida como la suya, tan blancos como la misma luna, besó su cabecita, y el bebé se calmó, abriendo sus grandes y oscuros ojos, tan lindo, mirando atento a su madre.

La mujer se aferró a su bebé y se sobresaltó cuando oyó unos pasos acercarse, suplicó que no fuera ningún guardia, pero si era uno, pero afortunadamente era su amado.

Cerró sus ojos aliviada, y el hombre fue a parar de rodillas hacia ella, envolviéndola en sus brazos, besando su mejilla y luego notando al pequeño bebé sobre sus brazos, besando esta vez los labios de su amada.

- Es un niño... - Murmuró ella.

- Es precioso.... igual a ti - Sonrió el hombre -. Vamos, cariño... tenemos que irnos... - Dijo el hombre, ayudándola a levantarse - Podríamos buscar ayuda en alguna de las cabañas más allá en el monte....

La mujer asintió mientras caminaba algo débil.

- Aguanta un poco..... Pronto recuperarás fuerzas....

La ayudó a caminar, sujetándola entre sus brazos con cuidado y cariño, emocionado por la idea de ser padres, feliz porque por fin podían estar juntos y hacer la vida que siempre habían querido.

La luz de la luna se sentía más intensa, como si tratase de aclarar su camino, afortunadamente unas personas los vieron caminar entre el trigo y fueron a socorrerlos al notar el llanto del pequeño. Los llevaron a las cabañas y atendieron a la madre, mientras el padre se quedaba con su hijo.

MoonlightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora