PRÓLOGO

740 84 9
                                        

Habían pasado dos años desde la última vez que lo vió. El que había sido el amor de su vida ahora era padre y esposo, y él... Él parecía ser acechado por una maldición llena de copas de vino, cigarros y alcobas sin vida. Sus mejores amigos se habían mudado, pues su nuevo trabajo les daba lo necesario para poder vivir en un lugar mejor. Intentaron insistirle al chico para que los acompañe, pero él se negó, se había críado en aquella casa, y en aquella casa moriría... Y esperaba que sea pronto.

El que alguna vez fue un hogar acogedor, con olor a pizza y risas en cada rincón, ahora era un lugar frío, gris y con olor a la nada misma.

No estaba solo, hacía unos meses se había mudado a la casa de al lado una muchacha que venía de China. Cuando San la vió por primera vez, su mente se llenó de imágenes de prados verdes, animales saltarines y flores de colores. La chica misma era una flor de color, y San estaba encantado. Después de que Hyejoo abandonara su vida sentía que se había quedado sin una madre por segunda vez... Pero Zhang Luofei apareció frente a él, pidiendo amablemente un poco de azúcar, y, sin ninguno saberlo, crearían un vínculo especial en el que la chica cuidaba al hombre como si su vida dependiera de ello.

Por eso, cuando la chica entró al hogar de San y lo vió perdiendo sangre por sus muñecas no tardó en llevarlo al hospital más cercano, llorando a mares temiendo perder al hombre que se había ganado su corazón en tan poco tiempo.

—Sannie, no puede hacerme esto, no puede irse...

Zhang fue reprochaba en varias ocasiones anteriormente por usar ese apodo, jamás comprendió bien el por qué, pero, luego de un tiempo, San pareció acostumbrarse. Incluso aquel apodo saliendo de los labios de la chica, con aquella voz digna de un ángel, era como un refugio para su destrozado corazón.

La sombra de una sonrisa apareció en el rostro del hombre que había despertado minutos atrás. Escuchar a la chica llorando desconsoladamente sobre aquella cama de hospital mientras suplicaba que no la dejara logró que su corazón, aunque suene un poco contradictorio, sanara un poquito más. Le gustaba saber que había alguien que se preocupaba por él, así como muchas otras personas habían hecho en el pasado.

Pero en esos momentos, sólo eran Luofei y San. Y no podía estar más feliz.

—¿No es gracioso?—Murmuró, la chica mirándolo con ojos cristalizados.—Yo soy mayor que tú, ¿no se supone que yo debería ser quien te cuide?

—Cállese... No quiero perderlo. No a usted.

—Deja de hablarme así, me haces sentir viejo.—Intentó bromear para tranquilizar un poco a la joven, no lo logró.

—¿Por qué lo hizo?

San suspiró.

Luofei no conocía su historia. Para Luofei, Choi San era un simple adicto al alcohol que tenía una fuerte depresión, pero jamás se preguntó la razón de esta. San temía que se alejara de él en cuanto sepa la verdad, pues, según él, era un monstruo. Un monstruo que dañó a miles de personas durante su vida. Un monstruo que merecía todo el dolor que sentía su corazón ahora.

—Dígame, por favor.—Suplicó la chica.—Quiero ayudarlo... Dígame la raíz de sus problemas.

El hombre rió amargamente. Aquella voz rota, esos ojos cristalizados y las manos temblando le recordaron a un joven Choi intentando salvarle la vida a un tipo cuya mente estaba más podrida que una manzana abandonada en un parque a medio comer. La diferencia era que él no planeaba traicionar a la persona que ahora le ofrecía su ayuda.

—Promete que no te asustarás, Luofei.

—Lo prometo.

Dejó que otro suspiro escapara de sus labios, desviando su vista a sus muñecas vendadas. Se preguntó cómo demonios una persona equis en aquella escuela logró que su preciado amor propio se esfumara de esa forma. Se reprendió a sí mismo por dejar que lo pisotearan y, esa vez sí, le permitió a su corazón despreciar de una manera inhumana al dueño de aquellas cicatrices recién hechas.

—Yo me enamoré...

Hizo silencio mirando fijamente a la chica, quien lo escuchaba atentamente con los ojos brillantes de tanto llorar. San pudo notar que parecía interesada en lo que tenía para decir.

—Y me equivoqué... Le di todo a esa persona y siempre me conformé con nada. No lo sé... Supongo que cuando alguien está ciego de amor es capaz de hacer cualquier cosa. Incluso perder lo único que tenía en su vida... A él mismo.—Los ojos de Luofei volvieron a llenarse de lágrimas, y San pudo ver en ellos un corazón destrozado que empatizaba con su situación.—Me engañó. Me usó como un experimento, como si fuera una rata de laboratorio... No deberían haber ratas en laboratorios. Ningún animal, en realidad.—Comenzó a divagar.—Así como yo jamás debí estar en su vida...—Suspiró.—Perdí la cabeza, Luofei. Incluso, realmente, no puedo comprender si tú eres real o si morí hace años y eres el ángel que me cuida... Yo lo ví, él está casado y tiene hijos. Y mírame a mi, Luofei... ¿Por qué yo soy el que sufre cuando fue él quien hizo el daño?

Eclipse || WoosanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora