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Todo iba bien para los dueños de la casa y sus huéspedes. Chaewon continuó con sus clases de chino, Wooyoung cumplió su promesa de cambiarla de escuela, Yunho y Hyejoo pasaban días enteros en aquella casa y Choi San era la persona más feliz. El olor a pizza volvía a la casa con pasitos cortos pero seguros, y las risas de nuevo inundaban cada rincón.

Lo mejor para ellos, era disfrutar su felicidad hasta que pase lo peor.

-¿Puedo invitar a mis amigas, señor Choi?-Chaewon miraba con ojos brillantes al hombre que tomaba un café junto a su padre en la cocina.

-Claro, pequeña. No hay problema.-Aceptó con dulzura. Choi San ya había dejado entrar a la pelirroja en su corazón. Ahora mismo, podía jurar que daría su vida solo por tres personas: Zhang Luofei, Jung Chaewon y el amor de su vida.

-¡Genial! Porque ya vienen en camino.-Y con una sonrisa de oreja a oreja, Chaewon abandonó el lugar.

-Increíble.-Murmuró Wooyoung, mirando hacia la dirección por la que su hija se había ido.-Ni siquiera le habías dado permiso y aún así las invitó... Lo lamento. Tendré que hablar con ella.

-Déjala, Wooyoung.-La voz firme de San lo hizo temblar.-Es pequeña aún. Si le prohibes ver a sus amigas, en un futuro te odiará por eso.-Tragó saliva, pues sabía que Choi tenía razón.-Además... Le hará bien verlas luego de lo que pasó.

—Dudo que ellas sepan lo que sucedió...

—Aún así...—San se acercó a él con cautela y comenzó a acariciar sus cabellos.—¿Por qué no vamos a mi habitación? Así no las incomodamos.

—Conozco tus planes, Choi.—Se rió de él.

—Y te encantan mis planes.—De nuevo aquella sonrisa traviesa y ladina adornó su rostro. Wooyoung soltó una pequeña risita y asintió, rindiéndose ante los encantos del hombre frente a él.

No necesitaron decirse ni una palabra más para caminar unidos de la mano hacia la habitación de Choi.

¿Los planes de San? Jugar que eran los padres de Pato el cerdito.

(...)

Luofei observaba precios en el mercado. Se había ofrecido a ir a hacer las compras, y finalmente pudo hacerlo luego de tanto insistirle a San.

Tenía experiencia con el coreano, sabía hablarlo y escribirlo fluído, pero el leerlo a veces se le dificultaba un poco. Por ello, estaba tardando más de lo normal descifrando si aquel ramen era o no picante. Suspiró, un poco cansada de sus fallidos intentos y se acercó a dos hombres trajeados que pasaban por el pasillo, dispuesta a pedirles ayuda.

—Disculpen...—Hizo una reverencia llena de respeto antes de seguir hablando.—¿Podrían por favor decirme si esto es picante o no?—Su voz salía con inocencia de su boca. Para ella, estaba haciendo una simple pregunta, pero al parecer aquellos hombres lo tomaron como una ofensa.

—¿Por qué mejor no regresas a tu país y dejas de molestar?

—¿Disculpe?—Retrocedió dos pasos cuando aquellos hombres comenzaron a acercarsele amenazantes.

—Que te devuelvas a tu país, niña.—Escupió el otro.—Ustedes solo arruinan nuestra preciosa Corea.

—Lo lamento. Yo...—Iba a continuar hablando, pero los hombres la empujaron sobre la enorme pirámide de papel higiénico, todo cayendo al suelo al instante.

—¡Oigan! ¡Largo de aquí!—Lo próximo que vió fue como dos chicas, una de ellas con una escoba espantando a los hombres, se acercaban a la escena. La segunda chica le tendió su mano, ofrenciendo su ayuda. La tomó al instante, aquel golpe realmente había dolido.—¿Estás bien?

Eclipse || WoosanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora