6. Solo Amigos, ¿Cierto?

81 6 0
                                    

Hay algo de gracioso en lo triste de esta ironía

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Hay algo de gracioso en lo triste de esta ironía. Antes de conocer a Barbara lo único que quería es que Lucía volviera y ahora que aquí está de regreso... Bueno, hay que tener cuidado con lo que uno desea.

Puse el scrapbook de vuelta en la caja y me he quedado escuchando música sobre mi cama mirando al techo con las cortinas cerradas. En la misma caja había un iPod con canciones que solíamos escuchar juntos, todas descargadas de sitios clandestinos de internet, qué fortuna haber guardado también el cargador porque ya no los venden.

Los recuerdos me invaden y me recorren como mis lágrimas a mis mejillas y a la tela de mis almohadas. Era bueno lo nuestro antes de que todo se fuera al diablo. Me he dado una tregua para sentir lo que tengo que sentir y no culparme por mi situación actual, solo por hoy y hasta el amanecer de mañana, porque no me he dado el tiempo, porque es lógico sentir tanto dolor.

Esta canción en particular toca los acordes correctos en mí, el sonido del piano tocado rítmicamente en octavos, el bombo golpeando cada cuarto, las palmas que aplauden cada medio compás, el sintetizador y la voz en unísono cantando «quédate aquí, detén el tiempo, quédate aquí».

Han pasado siete minutos desde que perdí al amor de mi vida, pero se sienten como cuatro años, ¿o es al revés? Quisiera que no lo fuera, me devora los quizá y el pretérito pluscuamperfecto, cuyo nombre recuerdo porque me costó mi examen final de español. "Y si hubiera..."

Quizá no es tan tarde para dar vuelta atrás. Si tan solo pudiera volver al último momento en que escuchamos este tema, fue la tarde anterior a que Lucía se enterara de su plan de escape, dos antes de que me anunciara su inevitable partida. El sol se estaba poniendo y lo mirábamos desde el último piso del estacionamiento del centro comercial, sentados sobre el barandal, fumando uno de nuestros primeros cigarrillos. Ella con el audífono derecho siempre, yo con el izquierdo, tomados de la mano, su cabeza recargada en mi hombro. Nos prometíamos nunca decir adiós. Le prometí nunca olvidarme de amarla.

Ella prometió también nunca irse. La canción termina con un golpe de platillo y un afilado acorde abierto en la guitarra, súbitamente, como nosotros, como todo en la vida.

Ni siquiera he bajado a comer desde llegar y solo he ido al baño cuando sé que mis papás están en el piso de abajo. Es tal mi confusión que no sé si tengo hambre o mi estómago está aún adolorido del shock, posiblemente sea lo primero. Me tiembla al pensar en las tartas de microondas que compré la última vez que fuimos al supermercado, mis padres ya se subieron a dormir, así que es seguro bajar por una botana, para no desmayarme. Antes de hacerlo recuerdo que de nuevo he olvidado darle las buenas noches a Barbie, le daré una pausa a mi tregua, al menos no es tan tarde.

Al prender el teléfono dos docenas de notificaciones me reciben, una y media de Barbara, media de Mike, un par de llamadas perdidas, la gran mayoría mensajes de texto. El último mensaje es a las 7 pm de Mike y dice «buenas noches, Alex, te amo».

Cielo por tu LuzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora