17. El Vuelo Ahí

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No  he dormido ni una hora

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No he dormido ni una hora. Mike se ha ingeniado la jugada perfecta de convencer a mis padres de que iremos de viaje a Sinaloa a hacer un proyecto de campo altruista que nos dará puntaje extra en la escuela y en el que tardaremos una semana, falsificó las formas escolares y todo. Calcula que no debería tomarme más de dos semanas encontrar a Luz en el monstruo de país que es Canadá, en su defensa ni las matemáticas ni la geografía nunca han sido su punto fuerte.

Me levanto apenas sale el sol a meter más ropa en mi mochila. He decidido no llevar maleta porque espero no ir por mucho tiempo y porque leí en un sitio web que hay una gran probabilidad de que las roben en el trayecto al avión y aunque mi ropa no sea cara, no quiero arriesgarme. El pitido de un automóvil se escucha fuera de mi ventana, es Mike, está fumando un cigarrillo y me señala que me apure. Lanzo mi mochila al asiento de atrás.

—¿Crees que esto sea lo correcto? —Pregunto.

—¿No crees que ya es bastante tarde como para preocuparte por eso?

—¿A qué te refieres?

—Dejaste que las cosas se salieran de control, Alex, es el mejor plan de acción, pero lo correcto hubiera sido que marcaras tu distancia con ella desde el principio.

Quizá es porque tiene razón o tal vez es por mis nervios, pero al terminar su oración me hierve la sangre y le respondo.

—Hablas como si tuvieras una moral inquebrantable, pero no te molesta vender hierba y formar parte del sistema que está matando a nuestro país. Eres una puta contradicción.

—Y aún así, eres tú el que está a punto de tomar un vuelo al polo norte.

—¡Canadá no es el polo norte! Me dices que me aplique en la escuela pero no puedes ubicar Santa Elena en un mapa ni aunque tu vida dependiera de ello.

—Y te estoy llevando al aeropuerto.

—¡Ah, venga! Eso es una falacia.

—Sí, pero no sabrías identificar cuál porque no lees—responde tranquilo, respondiéndole un mensaje a Jessica en su celular en la luz roja.

—¡Le contaste a Barbie!

—Y tú la engañaste. ¿Qué se suponía que hiciera Alex? Es mi mejor amiga también, lo hubiera hecho por ti también si las cosas fueran al revés.

Nos quedamos en silencio un segundo, definitivamente son mis nervios. Tengo que callarme, no puedo aguantar perderlo a él también.

—Lo siento.

—No, no, tienes razón —dice.

—Tú también. Sabes que eres mi mejor amigo, ¿verdad?

—Tú eres mi hermano, Alejandro y por eso tenemos que decirnos las cosas sin rodeos, aunque duelan.

Asiento, la luz del semáforo cambia a verde, Mike acelera y toma la segunda salida que da hacia el aeropuerto, pasamos el primer puente, luego el segundo, Santa Elena comienza a esconderse a la distancia por el retrovisor. Creo que quiero vomitar, no puedo creer que esté haciendo esto ni que Luz esté de vuelta o que haya perdido a Barbie esta montaña rusa está yendo muy rápido y me quiero bajar. Tal vez es solo que nunca he volado antes, sí, debe ser eso.

Cielo por tu LuzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora