20. Camino a Encontrarte

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Nos pasamos la tarde esperando ahí tomando café, pero Lucía nunca llegó

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Nos pasamos la tarde esperando ahí tomando café, pero Lucía nunca llegó. Alex me interrogó como si fuera oficial de policía y solo por si acaso, no le conté la historia completa ni de mis conexiones con Mike. Me cuenta que su padre la ha mandado a estudiar acá porque no la soporta, porque es un dolor de muelas, pero que a ella no le importa porque le gusta bastante esta ciudad. «Si tan solo no tuviera que entregar tareas». Pasadas unas horas me habla como si fuéramos mejores amigos, como si nos conociéramos de años. Me dice que una de sus pasiones es hacer música y que la escuela de intercambio tendrá una pequeña demostración de talentos en un par de semanas, me hace prometer que si sigo por acá, iré a verla. Le digo que sí aunque espero más bien encontrar a Luz pronto. Me ayuda a buscar un Bed & Breakfast que quede no muy lejos de la zona.

Ya terminada la conversación, me dice que tiene cosas por hacer, pero que no pierda la esperanza, que ya se nos ocurrirá algo, que nos vemos el otro día en donde nos vimos por primera vez. Una vez que se marcha camino un par de cuadras por la ciudad mientras el cielo se oscurece. ¿En qué momento terminamos acá? El aire frío me eriza la piel.

Al otro día Alex está sentada frente al mar en el puerto leyendo una revista y cubriéndose debajo de un parasol amarillo. Trae puesta una sudadera holgada café claro y unos vaqueros gastados. Tiene también a lado una lata de Coca-Cola sin azúcar. Voltea en el momento justo cuando bajo la escalera y me saluda sonriendo, cierra su parasol y devuelve la revista a un puesto conjunto.

—¡Hey, Alex! —Dice.

—Hey.

—¿Listo para encontrar a Luz?

Sonrío, esperando que su entusiasmo se traduzca. Me compra también una lata de soda para el camino pero antes de que salga del kiosco me detiene de un jalón.

—Oh, espera, necesitas esto... —dice, tomando del aparador un par de gafas oscuras de plástico y poniéndomelas encima.

—¿Por qué?

Se encoge de hombros.

—A veces todo el mundo necesita un par de gafas oscuras —dice sin más.

Alex le da los cinco dólares al encargado de la tienda y se pone sus propias gafas, unas RayBan Wayfarer negras con mica amarilla.

Me dice que le pase la fotografía de Luz y que nos dividamos el terreno para preguntarle a la gente, nos pasamos dos horas recibiendo puras negativas, cansándonos del brazo del movimiento repetido de levantar el teléfono para mostrarles su rostro. Alex sonríe cuando la volteo a ver, como tratando de subirme el ánimo. Medicina que solo funciona hasta que me dan el siguiente «no». Tiene que haber una mejor manera.

—¡Tengo una idea! —Grita y me jala del brazo de nuevo hacia un autobús.

Nos dirigimos al distrito oeste, el autobús nos deja en un parque en el que gente de nuestra edad toma el sol y tiene picnics, se siente tan distinta a mi vida en Santa Elena. Me jala de nuevo hacia un edificio que anuncia en su placa ser una escuela internacional, supongo que es a la que la mandaron. Me mete como si nada y me guía a través de los pasillos hacia una escalinata que da al segundo piso y, después, hacia las oficinas. Ya ahí mira hacia ambos lados sospechosa y cierra la puerta.

Cielo por tu LuzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora