La luz del sol no duraba lo suficiente. Las noches se volvían eternas. La llegada del crepúsculo suponía una tortura. Durante el día el Invasor de Sueños permanecía en silencio, pero al oscurecer me sumergía en una pesadilla aterradora. Las variantes eran múltiples. A veces me torturaba con la noche del asesinato de James, otras me sometía a una persecusión por parte de horribles criaturas, y en ocasiones se contentaba con mostrarme imagenes donde amenazaba a mi hermana y a mis amigos. Al final no importaba cual fuera la variante, el resultado era el mismo. Yo despertaba cada día más débil. Cada vez necesitaba de más maquillaje para ocultar la palidez enfermiza de mi rostro y las ojeras que casi alcanzaban a mis labios. No sabía que era más agotador, continuar en pie pese al cansancio y mis energías drenadas, o mantener, delante de mi familia, la fachada de que todo estaba bien. No quería, ni podía mezclarlos en esto.
- Espe, amiga estás distraída.
El llamado de Cintia me devolvió a la realidad. Mi amiga me observaba con un pequeño ceño fruncido. Cierto, ella también tenía su propio drama. Ella y Harold habían estado más que distantes en esta semana. Cada vez que el cambia formas llegara a una habitación, la rubia salía por la puerta contraria. Podría haberle restado importancia al asunto y dejar la resolución al tiempo. La cosa es, que conforme pasaban los días, el temperamento usualmente calmado de Harold se estaba volviendo errático. Lo había visto dar unas cuantas respuestas mordazes, e incluso permanecía en un solitario y hosco silencio. Había notado que hasta los demás lobos lo evitaban. Cintia por otro lado, bueno de repente se veía con peor carácter que yo cuando andaba con síndrome premenstrual.
Sacudí la cabeza y decidí que no hay mejor defensa que un buen ataque. Estábamos en la cafetería de la escuela. Removí mi chocolate caliente, di un sorbo y enfoqué mi atención en mi amiga.
___ ¿Cuándo piensas resolver esta cosa con Harold?
Lancé mi pregunta asegurandome de mirarla directo a los ojos. Incomodidad se reflejó en su expresión. Tomó su propia tasa y dio un trago largo. Esquivó mi mirada. Sabía que quería que yo dejara el tema, pero yo no estaba a por la labor.
___ Cin, por lo que me has contado, la situación es irreversible. No puedes simplemente seguir cómo hasta ahora. Huyendo del pobre chico. Tengo entendido que ninguno de los dos podrá sentir siquiera el más leve tirón de atracción por alguien más. Y con el promedio de vida de los sobrenaturales, eso es por un muy largo tiempo.
Bajó los ojos avergonzada y se removió inquieta en su asiento. Decidí seguir presionando.
___ Además, ya me tienen cansada con las malas vibras que se respiran alrededor de ustedes.
Dejó caer la tasa y me miró sorprendida. El ceño fruncido de contradicción y enojo volvió a aparecer en su rostro.
___ ¿De qué estás hablando?
Dejé mi propia tasa y mi plato, ya vacíos. Me recosté en mi asiento y la miré con severidad.
___ Usualmente eres una persona tranquila y dulce. Y últimamente tienes peor carácter que yo cuando estoy con Síndrome premenstrual. Y ni siquiera voy a hablar de Harold.
Un nuevo plato fue colocado en la mesa. La silla a mi lado arrastrada sin miramientos. La voz de Xander interrumpió nuestra conversación.
___ Y eso que no alcanzas a oler el caldo a su alrededor.
Cintia y yo saltamos ante su interrupción. Las dos le dirigimos una mirada, mitad molesta, mitad interrogante. Se encogió de hombros en un movimiento casual, dio un par de mordiscos a su comida antes de responder.
___ Cintia, tu y Harold despiden una nube de feromonas que tiene impregnada toda la escuela.
Mi boca cayó abierta de sorpresa, en perfecta armonía con la de Cintia. Xander carraspeó incómodo. Bajó un poco la mirada y trató de quitarle yerro a sus siguientes palabras. Supongo que si compartía algo con Andréi. Era un cabellero de la antiguedad y no se sentía cómodo hablando de temas como la sexualidad de forma tan abierta.
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Palacio de Cristal #PGP2020
VampirgeschichtenLa encrucijada estaba ante mí. Mientras mi corazón era consumido por el terror absoluto, mi cuerpo padecía en abrasadoras y agónicas oleadas. - ¡¿Por qué?! -grité desesperada Estaba cansada, había soportado todo y más. Sin embargo, él no me dejaba...