Comienzo

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Al principio no me di cuenta. El lacerante dolor de los primeros días se había transformado en una suerte de anestesia. Me limitaba a existir. Comía, me duchaba, asistía a clases, pero sin ser muy consciente de lo que me rodeaba. Así que me fui perdiendo los cambios. Los pequeños detalles. Hasta esa mañana en el comedor cuando se me escapó un estornudo.

__ Deberías abrigarte más. No te vayas a resfriar tu también.

La observación de Harold me toma desprevenida. Un vistazo rápido a mi alrededor me basta para sorprenderme. La calefacción prendida. Los alumnos con ropa de invierno. Y varios cargando pañuelos para cubrir narices moqueantes. Deduje que se trataba de los Renfields. Por lo que sabía los sobrenaturales no se contagiaban con absurdos catarros. Volví a estornudar. Aunque quizá yo fuera la excepción.

__¿Por qué está puesta la calefacción? -cuestioné- Estamos en marzo.

Harold me devolvió la mirada de extrañeza. Entonces sus ojos se nublaron con dolor. Como si recordara de repente los motivos que tenía para estar enajenada. Sacudió la cabeza con un suspiro y se limitó a señalarme la vista a través de las cristaleras.

El cielo estaba totalmente gris. Los árboles que ya debían anunciar la primavera, estaban casi desnudos. Espesos nubarrones cubrían el sol. En el suelo distinguía restos de agua nieve.

__La primavera ya había comenzado -comento mirando el paisaje-. ¿Qué está pasando?

__Nadie lo sabe -me respondió-. Hace un par de días que se instaló la tormenta. Desde entonces no ha salido el sol. Sólo tenemos días grises y húmedos.

Ayelén revolvió un poco su cereal, y dio un gran bocado.

__ ¿Por qué Cin no está con nosotros?

Esa era una buena pregunta. Desde que nos conocimos a principios del curso, la rubiecita siempre nos acompañaba. Los cuatro, realmente habíamos sido inseparables durante las horas del comedor y de estudio. Miré a Harold demandando una explicación, mi amigo se removió incómodo y apartó la mirada antes de responder.

__ Tomó su desayuno más temprano. Tenía que adelantar unas tareas.

Le di una mirada de ojos entrecerrados. Me estaba ocultando algo.  Pero...¿qué? Abrí la boca dispuesta a presionar sobre el tema. Mi hermanita me interrumpió.

__ ¿Qué haremos para tu cumple?

Al instante la expresión de Harold se tornó curiosa. ¡Mierda! Hasta yo me había olvidado de ello.

__ ¿Es en estos días?

Consulté el reloj en mi muñeca. Faltaban solo cinco días para ello. Me resultaba chocante. Nunca antes me había deprimido tanto. Nunca antes me había permitido a mi misma tal autocompasión. Era una verdadera vergüenza.

__ El quince. Faltan solo cinco días.

Mi voz salió tensa. Monocorde. Por un lado, me avergonzaba mi comportamiento de los últimos días, por otro no me entusiasmaba mucho mi cumpleaños. En casa, mamá siempre se esmeraba, teníamos una pequeña cena festiva. Algunas veces, mientras el padre de Yele vivió con nosotras salíamos de paseo a algún lugar bonito. Luego cuando mamá tenía una racha inusualmente buena en el trabajo, recibía algún pequeño presente.

Ahora, lejos de mi hogar. De duelo por la muerte de James. Con la cabeza hecha un lío por el descubrimiento de lo que soy. Ciertamente mi cumpleaños era mi ultima preocupación. Si era sincera, lo último en mi lista era celebrar cualquier cosa. Miré a mi hermanita y le sonreí. Todavía esperaba una respuesta de mi parte.

__ No se todavía enana. Aunque como estamos en clase dudo que podamos hacer algo.

El timbre por los altoparlantes nos apuraba a ir a clases, así que la conversación no duró mucho más. Harold se alejó con bastante prisa. Dejé a mi hermanita en su salón y me apresuré a mi propia clase. Nada más y nada menos que Literatura con la profesora Tryannen. Me senté en el último pupitre sin muchos ánimos.

Palacio de Cristal #PGP2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora