Un mal mentiroso

241 33 4
                                    

El cuerpo de James se desplomó sobre el suelo, arrastrando consigo la silla, el mantel de la mesa y toda la cubertería. Sus manos se aferraban a la piel del cuello, gruesas venas marcándose allí. En los ojos, una mirada desorbitada, quejumbrosos lamentos escapaban de sus labios.

— ¡James! ¡James!

No entendía nada de lo que estaba sucediendo aquí. Más que eso, mi corazón estaba completamente aterrado. Ayelén gimoteaba asustada, Cintia y Harold se encogían en una esquina. Desesperada, busqué alrededor, medio esperando que alguien ya hubiera llamado a una ambulancia, lo que vi me dejó espantada. Los demás comensales, contemplaban la escena con parsimonia. Nadie lucía asombrado, o siquiera inquieto. Es como si estuvieran viendo agonizar a un animal cualquiera. No. Peor que eso. Mis ojos tropezaron con la delicada camarera, aferraba su bandeja, una pequeña sonrisa en sus labios. ¡Mierda!

Una nube roja envolvió mis pensamientos. El enojo y la rabia se volvieron una violenta masa en mi interior. En dos zancadas estuve a su lado, mis manos se cerraron alrededor de su cuello al mismo tiempo que la estampaba con violencia contra una de las paredes.

La bandeja que sostenía cayó al suelo con estrépito. Sus ojos achocolatados, se abrieron con horror al verme.

— Sea lo que sea que le hayas dados, vas a darle el puto antídoto. ¡Ahora! –demandé furiosa.

— Yo... -balbuceó aterrada

La sacudí con más fuerzas, su cabeza golpeó la pared con fuerza. Este pueblito de porquería y esta maldita escuela me tenían de los nervios. Habíamos venido aquí buscando paz, diversión. Y estos idiotas van justo a meterse con la única persona que ha sido un refugio para mí y para mi hermanita. Estaban a segundos de conocer lo que era mal carácter.

— ¿Qué mierdas hiciste? ¡Habla! –exigí con violencia.

Una creciente, y acuciante necesidad de venganza estaba consumiendo todo mi raciocinio. La ardiente ira estaba disipando cualquier otro pensamiento racional. ¡Muerte! ¡Castigo! ¡Venganza! Las palabras resaltaban en medio de todos los caóticos sentimientos que me gobernaban. Mis músculos se sentían tensos, como si no los usara en mucho tiempo, los dientes me dolían. Escuché un trueno a lo lejos. Un furioso viento azotó mis cabellos, las llamas que ardían en las esquinas oscilaron peligrosamente, y los sonajeros chirriaron con furia. Un grito agónico escapó de los labios de James. Sangre empezó a correr por sus oídos. Eso acabó de enviarme por el borde.

Una mano de hombre se cerró sobre mi hombro. Querían apartarme de la chica. De la maldita mujer que quería asesinar a mi mejor amigo. Solté el cuello de la chica, que cayó al suelo de rodillas boqueando por aire. Tomé la mano del intruso, la apreté con violencia y la torcí hasta que lo escuché gritar de dolor, y luego lo pateé hasta el lado opuesto de la habitación. Entonces volví mi atención a la mujercita. Volví a tomarla por el cuello y al levanté hasta que sus pies dejaron de tocar el suelo. Mis manos cerrándose en torno a la columna de su cuello, cortando su respiración.

— ¿Querías lastimarnos? –siseé–. ¿Qué se siente ser lastimado?

— ¡Por favor, Hija de la tierra!

La voz, cascada por los años, pero llena de fuerza, ganó mi atención. Sin soltar el cuello de la mujer, me giré para observarla. Era una anciana. Usaba ropas anchas y llenas de coloridos pañuelos. Su rostro arrugado, tenía un par de ojos vivaces, su mirada tenía una fuerza que no coincidía con su aspecto delicado. Solté a la chica y me encaminé en dirección a la anciana. El viento arreció, despeinando nuestros cabellos. Los sonajeros parecían a punto de caerse. Mi mano derecha se cerró alrededor del cuello de la mujer. Sus huesos se sentían frágiles en mis manos. Sería tan fácil quebrarlos en la dirección equivocada. El dolor en mis encías era cada vez más intenso, y el ardor en mi garganta, amenazaba con hacerme perder el conocimiento. El deseo de muerte más intenso. Los ojos oscuros de la mujer no se apartaron ni un momento de los míos. No había miedo.

Palacio de Cristal #PGP2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora