Caballero Negro I

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Tal como había pensado, la doctora no estaba en la enfermería. Una enfermera nos ayudó a acomodar a Liz sobre una de las camas y nos pidió que aguardáramos un poco. Todavía seguía intrigada por el recuerdo de los ojos incandescentes de Liz. Había sido un vistazo más bien fugaz, y teniendo en cuenta los últimos acontecimientos, bien pudo haber sido mi imaginación. Salvo que la vida en Palacio de Cristal me había demostrado que no era saludable culpar a la imaginación.

___ Pueden dejarme aquí -la voz de la chica interrumpió el silencio-. En realidad yo también debería ir a mi habitación.

Hizo amago de levantarse, pero yo se lo impedí poniendo una mano sobre su pecho.

___ Te golpeó una mujer lobo. Es mejor que te revisen.

Una carcajada sin humor sacudió su pecho y le arrancó un quejido de dolor. Ese gesto se me hizo familiar, así como la expresión atormentada de sus ojos castaños. Los había visto antes, en algún lugar. Solo que no conseguía descifrar donde. Me sonrió. Una mueca amarga y sin humor.

___ Créeme. Mi padre podría darle lecciones para que deje de pegar como niña.

Me congelé unos segundos. ¿Acababa de decir que su padre la golpeaba? Pareció recapacitar en lo que acababa de soltar. Adoptó una expresiôn avergonzada.

___ Lo siento -no entendía porque se disculpaba-. Hablé de más.

Su mano sujetó la mía para apartarse de mi toque. Su palma era cálida, pero tenía pequeñas asperezas. Su mirada encontró la mía por breves segundos y creí distinguir algunas lágrimas allí. La llegada de la doctora interrumpió el momento incómodo. Luego de estudiar el panorama con ojo crítico la mujer mayor se permitió una pequeña sonrisa.

___ ¡Vaya, Esperanza! Es bueno que por una vez, no seas tú la que requiere mis servicios.

La declaración fue acogida con risitas divertidas de parte de mis amigos. Liz me estudió con curiosidad. Como ya estaba una profesional, me retiré junto a mis acompañantes y decidí que podía aligerar el ambiente con una broma.

___ Yo no busco problemas -solté encogiéndome de hombros-. Ellos me encuentran a mi.

La doctora sonrió mientras negaba con la cabeza. Entonces se centró de lleno en su paciente. Abandonamos la habitación para que tuviera la privacidad suficiente para examinar e interrogar a la chica. Una vez fuera colgó una incómoda y silenciosa pregunta. ¿Debíamos quedarnos o no? Ciertamente ninguno era el mejor amigo de Liz, pero todos, y sobre todo yo, conocíamos lo incómodo que podría resultar los comienzos en la escuela. Al final y aunque nadie lo puso en palabras, acabamos quedándonos. Unos veinte minutos más tarde, la puerta volvió a abrirse y la joven caminó fuera. Se había acomodado el cabello y una bandita atravesaba una de sus cejas. Sin embargo mantenía una expresión pétrea. Mentón levantado, busto afuera. Parecía alguien muy seguro de sí misma. Internamente, me pregunté sino sería solo una fachada para luchar contra el miedo.

___ Piensa en lo que te dije -aconsejó la doctora luego nos señaló-. Mira, ahí tienes a algunos amigos preocupados por ti.

Sus ojos encontraron nuestro pequeño grupo. Se acomodó el cabello en lo que bien pudo ser un gesto nervioso. Entonces se acercó despacio.

___ Soy Liza Burney. Gracias por..., bien, por esto.

Entonces en un gesto nervioso, extendió la mano a mis amigos. En un saludo que los chicos respondieron. Como todavía seguía siendo incómodo, se despidió con un gesto parco y dijo que se marchaba a su habitación.

___ Bueno, eso fue un poco raro -comentó Cintia mientras caminábamos por los jardines.

___ Espe -Yele sacudía mi ropa para llamar más mi atención-. Espe, no quiero que pelees más. ¿Si te haces amiga de esa chica volverás a hacerlo?

Palacio de Cristal #PGP2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora