Decir que estaba sorprendida o que la situación era extraña sería subestimar los sucesos. Andréi y yo nos sumergimos en una extraña rutina. Las lecciones de la escuela habían quedado en segundo plano. En su lugar, todas las mañanas nos reuníamos en el gimnasio tan pronto acabado el desayuno. Durante el primer par de días se limitó a enseñarme estiramientos y la teoría de cómo redirigir el poder oculto en mi interior. Después llegaron los ejercicios para estimular mis reflejos. Aunque era bastante parco en palabras, pude detectar su sesgo apreciativo cuando realmente comprobó que era capaz de hacer un par de cosas por mi misma. En sus propias palabras, no me iría mal enfrentándome a los siervos humanos. Internamente, agradecí a Robert y a mi tiempo en las pandillas. Con todo, era difícil dejar ir los viejos hábitos, motivo por el cual de vez en cuando seguíamos intercambiando palabras mordazes y miradas agresivas.
La situación empeoraba, porque yo no parecía capaz de llevar la teoría a la práctica. A pesar de todas las veces que había perdido la cabeza y el control de mi misma. A pesar de haberle dado una paliza casi incapacitante a una mujer lobo, haber levantado en peso a una anciana,y todas las otras historias locas, no conseguía de forma consciente, acceder a esa parte de mi. Lo que es peor, cada vez me frustraba más rápido, y cada vez que me frustraba hechaba mano a mis poderes mentales, lo que no sólo me agotaba de un tirón, sino que a parte de armar un desastre en el gimnasio no surgía ningún efecto en Andréi. Los continuos fracasos, la presión del tiempo y nuestra tendencia a las malas vibras cuando estábamos cerca el uno del otro, solo elevaban nuestra frustración.
Si algo bueno tenía que reconocerle a Andréi, es que se tomaba su papel de instructor muy en serio. Y aunque estoy bastante segura de que, se cuidaba de hacerme daño real, no se contenía. No me subestimaba. No me trataba con lástima. No bajaba el ritmo solo porque yo era una chica o porque era humana. En los cuatro días que llevábamos había acumulado un par de moretones y bastantes dolores musculares. Con todo, no me quejaba. Me agradaba que así fuera. Entendía que, de una retorcida manera, se preocupaba por mí y lo que es mejor, confiaba en mí lo suficiente como para creer que yo sería lo bastante fuerte como para defenderme por mi misma. Aun así, la frustración era una montaña que crecía de día en día. Frustración que llegó a un punto máximo la mañana del cuarto día. Como ya era habitual estábamos enfrascados en un simulacro de combate cuerpo a cuerpo. La idea era que aprendiera a atacar los puntos más sensibles de cada especie, para incapacitarlos y luego poder destruirlos. También se esperaba, que fuera capaz de acceder a la fuerza y reflejos superiores durante el combate. De esta manera me enteré que con los cambia formas, debía ir siempre a por un golpe en la nariz, o en en su defecto un golpe a nivel de las vértebras lumbares cuando aun fueran humanos, inhibiría su capacidad para cambiar. A los augur, tendría que ir directamente a por sus manos para impedirles lanzar hechizos o golpearlos sobre el plexo solar para bloquear su magia. Así fue cómo me encontraba desesperada por golpear los oídos de Andréi. Si. Aunque parezca raro, a un vampiro le resultaría más doloroso un golpe en los oídos que en la entre pierna. Según mi acompañante, esto estaba en relación con su audición superior.
Esquivé un puñetazo de Andréi. Salté para librarme de un barrido de sus piernas. Giré a su alrededor y lancé un golpe en dirección a su oído tal y cómo me había enseñado. Literalmente, se esfumó ante mis ojos, lo siguiente que sentí fue su palma abierta golpeando contra mi caja torácica. El golpe me sacó el aire y me envió reculando un par de metros de espaldas al suelo.
___ ¡Está es la cuarta vez en dos horas! Si fuera Xander o alguno de los suyos ya estarías muerta.
Su reclamo era justo, pero aún así no dejaba de mosquearme. Sabía que se había contenido al golpearme. Con lo que había visto hacer a los vampiros, si le hubiera puesto verdadera fuerza, me habría roto más de una costilla. Me senté sobre mi trasero y apollé mis brazos en el suelo. Traté de ponerme de pie, pero mis músculos saltaban sin control debido al esfuerzo. Era la cuarta vez en menos de dos horas, eso es cierto, como también lo era que estábamos haciendo ejercicios desde hacía más de cuatro horas. Súmale el agotamiento de los días anteriores. Mi pecho subía y bajaba en bruscas inspiraciones, los cabellos desordenados se me pegaban al rostro, húmedos por el sudor.
Andréi caminó en mi dirección. Una expresión feroz en su rostro. Se detuvo justo a mis pies, mirándome desde su altura.
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Palacio de Cristal #PGP2020
VampireLa encrucijada estaba ante mí. Mientras mi corazón era consumido por el terror absoluto, mi cuerpo padecía en abrasadoras y agónicas oleadas. - ¡¿Por qué?! -grité desesperada Estaba cansada, había soportado todo y más. Sin embargo, él no me dejaba...