Abelena

35 5 2
                                    

Nunca había visto tanta emoción reunida en el rostro de Andréi. Certeza absoluta e inquebrantable cuando pronunció aquellas palabras. Su mano derecha se cerró alrededor de mi muñeca. La piel era fría, pero el tacto ardió contra mi carne. Sus ojos azules, brillando llenos de emoción.

___ No puedes cambiar.

La sorpresa me golpeó rápido y fuerte. De tal manera que durante un fugaz instante no fui capaz de reaccionar. Mi mente en blanco. Mi cuerpo paralizado. Sólo era consciente de la sensación de su piel contra la mía, y de sus ojos capturando toda mi atención. ¿Cómo habíamos llegado a esto?

Tomé una respiración entre cortada, y decidí que lo más prudente era separarnos. Tal vez, si dejaba de mirarlo, si dejaba de tocarlo, volvería a pensar con normalidad. Retorcí mi muñeca para romper su agarre, al mismo tiempo que esquivaba la mirada y retrocedía un par de pasos. Mis latidos, amenazando con romper mi caja torácica.

¡Por favor, es Andréi, cubito de hielo, Trigorian! ¿Qué está mal contigo Espe? ¿Por qué de repente te comportas como si no nos hubiésemos tocado las narices durante casi un año completo? Raspé mi garganta en un vano intento de pasar la molestia. Decidí que sería demasiado peligroso volver a mirarlo, así que me enfoqué en una pared.

___ Cambiar a cualquier cosa, no es algo que esté en mis planes de momento. Pero necesito tener todas las piezas del rompecabezas. Estuve soñando con Abelena desde que pisé esta escuela. Necesito la información que pueda tener mi abuela.

Cómo si la hubiera conjurado, las puertas del gimnasio chirriaron a mi espalda y se abrieron de par en par. Evadiendo la incomodidad de antes, los dos dirigimos nuestra atención a la entrada. La pequeña y gastada figura de mi abuela caminó dentro.

___ No necesitas ir a buscarme, Esperanza. Estoy aquí.

Con sus ropas tradicionales. Los trazos de pintura en su rostro, y el báculo de madera antigua en las manos, era un claro contraste con el gimnasio y el aspecto de Palacio de Cristal. Con todo, la energía y la autoridad que emanaba parecía crear una barrera alrededor. Como si la fuerza de la escuela no fuera capaz de tocarla, o como si la respetara.

Debo admitir, que incluso yo, me sentía algo cohibida a su lado. La oscura mirada de mi abuela, me analizó brevemente, antes de pasar a Andréi. Desprecio, claro y patente cuando su atención se enfocó en el vampiro a mi lado.

___ Napish tarik himue -aunque cascada, la voz de mi abuela resonó como un látigo-. Istani limueri maturai.

Conforme hablaba, su voz se volvía más firme. La expresión de Andréi también cambió de forma radical. Oscurecida, enojada, tensa. Su mandíbula casi cuadrada de tanto apretar los dientes. Los nudillos blancos por la fuerza conque cerraba los puños.

Aunque las palabras pertenecían a nuestro dialecto hualune, desconocía su significado. Recordé que, una vez hace mucho tiempo, había escuchado a mi madre decir algo similar. La intensidad con la que habló mi abuela, y la mueca en su rostro, sin embargo, lo hicieron sentir cómo un insulto.

___ Abuela, no entiendo. ¿Qué estás diciendo?

___ Protégenos del caminante de la noche.

Salté en mi piel cuando la voz de Andréi sonó casi en mi oído. Me había distraído mirando a mi abuela, y ahora me sorprendía descubrirlo casi a mi lado. ¿En qué momento se había movido? Escaneando a mí alrededor, constaté con sorpresa, que no había sido él. Era yo quien, de forma inadvertida, había retrocedido hasta quedar a su lado. A pesar del gesto de contradicción y molestia en su rostro, su mirada continuaba firme en mi abuela. Cuando sintió mi atención sobre él, fijó sus ojos en los míos, antes de continuar con aquella voz profunda y acentuada.

Palacio de Cristal #PGP2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora