Día de padres.

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Era sábado. Al fin dulce sábado. Un día completo lejos de clases, tareas, y sobre todo, sin tener que compartir una habitación cerrada con los idiotas de Andréi y su novia. Un día para vaguear. Me levanté de la cama, arreglé mi habitación, compuse mis fachas. Tenía que hacer la visita reglamentaria a los establos, pero podría pasar la mañana con mi hermana. Mejor aun, suponía que podía lograr que todos me acompañaran. Salí al pasillo y alcancé la puerta de Cintia. Mi rubia amiga podía ser un poco (bastante) remolona los sábados. Golpeé su puerta lo suficiente como para que las demás inquilinas del pasillo murmuraran amenazas floridas a través de las puertas cerradas, con todo, mi amiga no apareció. Supongo que ya había bajado. Raro.

Al final de las escaleras, me reuní con Ayelén que me esperaba sonriente. En el comedor, Cintia y Harold ya estaban sentados a la mesa.

- Vaya. Esa es nueva -comenté divertida sentándome-. Cintia, de pie, un sábado antes de las nueve y sin tener que localizar a una grúa.

La chica solo respondió con una mueca, más adolorida que sarcástica. Harold tampoco se veía muy contento que digamos. Esto no era normal. Antes de que se me ocurriera algo, la silla a mi lado fue arrastrada, y James, despeinado, ojeroso, y con una expresión de abatimiento total, se dejó caer con desgano. Ok... esto no era para nada normal.

- ¿Qué ocurre? Se que este finde nos toca quedar encerrados en la prisión, pero esto ya es pasarse.

Los tres chicos comparten una mirada, mitad sorpresa, mitad abatimiento. Es Harold quien da voz a los pensamientos de todos.

- Fin de semana de padres.

Las palabras colgaron como una penosa sentencia. Aumentando el ambiente depresivo entorno a nuestra mesa.

- ¿Fin de semana de padres? -corregí temerosa de haber escuchado mal-. ¿Y eso que es?

- Fin de semana de padres -ripostó James con malas pulgas-. Es un fin de semana que determina la escuela unas dos o tres veces al año. Un día completo para que los padres o los tutores nos visiten. ¿No te lo informaron?

- La verdad es que no -comenté

A mi lado Yele se encogió en su silla. ¡Mierda! Esto era malo.

- De todas formas no es como que mamá pudiera venir a vernos -respondí rápidamente-. Este clima no es bueno para su salud.

Ese era un punto muy fuerte. Y el otro seguramente mucho más fuerte era nuestra economía. No quería que mamá se presionara ahorrando para un viaje que le resultaría extra caro y que no haría más que entristecerla. Sip, porque estaba segura que no tardaría en enterarse como se movían las cosas por aquí, y sufriría bastante. No. Mis problemas eran míos, al menos por ahora.

- De todas formas es genial. ¿No es verdad Yele? Podremos pasar el día escribiéndole una carta y añadiéndole un par de esas postales que le dibujaste. Estoy segura que le encantarán.

Mi hermanita, sonrió aunque sin estar convencida del todo. No obstante..., miré a mis amigos que parecían tener más cara de funeral que de día de visitas.

- Ahh, y entonces sigo sin entender ¿por qué las caras largas?

Cintia y Harold compartieron una mirada, y luego observaron a James. ¿Qué se cocinaba aquí? James se encogió de hombros tratando de parecer despectivo mientras se arrellanaba más en su asiento:

- Mis padre no vendrá. Está demasiado enojado conmigo. Soy la vergüenza de la familia así que mejor enterrarme aquí, y por el mismo motivo, no permitirá que mis hermanas me visiten -tomó una cortecita de pan y la lanzó al techo-. Que el viejo venga o no me da igual, pero mis hermanas...

Palacio de Cristal #PGP2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora