La Amargura

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Habían pasado semanas desde la muerte de Rebeca, todo era nublado había ido a casa de Estefanía haber como se encontraba Paulus ya que no salía de su habitación llegaba me quedaba con él casi toda la tarde ya que no hablaba solo le hacía compañía por ratos se alegraba cuando hacían acto de presencia los mellizos al parecer ellos eran los más fuerte y eso que eran unos niños.

El señor Ricardo cuando aparecía en el salón en el momento que llegaba su mirada era triste siempre me saludaba solo con su cabeza y una pequeña sonrisa, me había comentado Andy que él ya no quiere volver a Italia ya que todo le recuerda a la señora Rebeca y que iba vender la casa para así quedarse en Naife con los mellizos y darles el cariño y la atención que no habían recibido estas semanas. El viajaría esta semana junto con su abogado y harían los papeles que se debían hacer. Para él era difícil esto ya que sus hijos no se sentían capaces de hacerlo.

—Lelya— me llamó el señor Ricardo desde el jardín.

Me acerqué hacia él, él se encontraba sentado cerca de las rosas blancas que daban una tranquilidad a su alrededor.

— ¿Si? — lo mire atenta hacia su llamado.

—Gracias— se levantó invitándome a la mesa que se encontraba cerca de donde estábamos.

Lo seguí y me senté a su afrenté confundida.

— ¿Por qué? — lo mire atenta a su respuesta.

Se levantó rodeando a su alrededor- Porque sin tu ayuda no hubiera podido soportar esto con mi hijo que ya ves como esta, los mellizos que le han servido mucho hablar contigo y Estefanía que con tu compañía ha hecho lo posible de llevar las casas en orden.

No tenía palabras para eso lo hacía con todo el corazón realmente se había convertido en mi familia también.

—No tiene por qué agradecerme nada— me detuve respirando— lo hago de todo corazón, — asentí mi cabeza con una pequeña sonrisa.

—Yo sé que sí, pero igual quería darte las gracias Rebeca no me hubiera perdonado ella siempre era agradecida con cada pequeño acto— se le cristalizaron sus ojos.

—Esos pequeños actos que le hagan recordarla con alegría— me levanté del asiento.

Él se acercó a mi poniendo su mano en mi hombro.

—Deberías seguir a tu corazón, ser psicóloga te sale muy bien— se alejó diciéndome eso.

Me quedé ahí parada pensando en eso, siempre lo he querido. Solo que arruinar el sueño de mis padres sabiendo que lo que se están esforzando es para mi futuro. Sería egoísta.

— ¿Todo bien? — se sentó Andy a la mesa.

—Si— le sonreí.

— ¿Segura? — insistía.

—Sí, bueno te dejo— me aleje.

Mientras subía las gradas hacia el cuarto de Paulus movía mi cabeza para que desapareciera ese pensamiento de escoger otra carrera.

Toque la puerta esperando solo un gruñido para que me dejara pasar, pero no fue eso todo lo contrario el me abrió la puerta con mas ánimos se le notaba en su cara, me sentía feliz de verlo así.

Me sentía orgullosa de él.

— ¿Tengo algo en la cara? — me miró y se tocaba su cara con preocupación.

—No, ¡solo que! — lo miraba profundamente.

—Que salí de la cama— me dejo entrar.

—He si— él abría las cortinas.

LO QUE QUIERO OLVIDAR ( En Proceso) 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora