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Llevabas odiando la vida que tenías desde hace 10 años, tu madre había conseguido un nuevo matrimonio y junto a ello un chico que pasaría a ser tu hermanastro.
Lo odiabas, lo odiabas demasiado. No sabías porque te jodia tanto pero lo hacia. Su vida perfecta te estresaba en demasia. Premios de baile, canto y piano. Algo que tú amabas mucho. El piano.
Sus dedos parecían plumas sobre aquel instrumento, la elegancia y el porte que tomaba cada que hacía alguna presentación en la mansión donde vivían.
Como ahora.
—Si quieres tocarlo, házlo.
Te sobresaltaste al oírlo. Giraste sobre tus tacones haciendo levantar un poco el delicado vestido que tu cuerpo llevaba.
Vivir en una familia de clase sumamente alta tenía beneficios como también contras y una de esas era buscar un esposo a tus solos 22 años.
Suspiraste llegando al jardín, el clima radiante sin llegar a ser sofocante por el sol te saludaba. La brisa, los árboles de un color brillante, aquella linda laguna con animalitos nadando y los pajaritos cantando. Adorabas al menos uno de los lugares de donde vivías.
Tu mano tomo una pequeña canasta con alimento y te dirigiste hacia los lindos habitantes de la laguna. Pequeños patitos acompañados de su mamá nadaban en sintonía. Un poco de alimento calló siendo recibido rápidamente por ellos.
—Se siente bonito no tener que preocuparse por un casamiento no deseado, ¿verdad? —susurraste suavemente.
Seguiste diciendo cosas suavemente y entonando una melodía que no salía de tu cabeza. Una de tantas creaciones de tu hermanastro.
—¿Ahora hablas con animales? Estás loca y/n.
Y la calma se fue, otra vez.
Sacudiste tu vestido y arreglaste tu cabello para girar a dar la cara.
—Shotaro, puedes cerrar la maldita boca. ¿Qué deseas, no estabas tocando tu tan preciado piano? —una mano en tu cintura y el ceño levemente fruncido hicieron reír al contrario.
Lo detestabas. Estabas segura de eso. Como un chico tan guapo podía ser tan irritable. Bien, hablemos de Osaki Shotaro.
Alto, un japonés de unos 22 años. Cabello castaño, facciones marcadas pero eso no quitaba el rostro de bebé que tenía. A vista de todos las muchachas de los alrededores uno de los hombres más codiciados. A tu vista, un simple patán, arrogante y narcisista.
