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Han Seungwoo.

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Había pasado dos días desde lo ocurrido, ambos habíais discutido por razones poco lógicas. Todo había chocado, haciendo que termine en gritos y más gritos.

Sábado 11 (hace dos días)

Salías del trabajo, claro, tu compañero de oficina se había ofrecido a traerte, ambos habían culminado su jornada de trabajo a altas horas de la noche por culpa de su jefe.

La idea de llamar a tu chico pasaba por tu mente, pero eran ya las 2 am, no querías molestarlo y que salga tan tarde de casa. Aceptaste el empujón de tu colega y ambos subieron a su carro.

—Lamento molestarte Min-hee, prometo salir más temprano la próxima vez. —reiste mirando al rubio quién negó ante tus palabras.

—No es molestía ___, tómalo con una agradecimiento por la ayuda que me diste hoy.

Asentiste y dejaste que tu cabeza se apoyará sobre la luna del auto, la música suave que Min había colocado te relajaba, tus orbes marrones se cerraron y no supiste nada más.

Pasados unos 20 minutos aproximadamente, sentiste unos leves toques en tu hombro. Abriste de a poco tus ojos encontrándo la sonrisa del rubio.

—Ya llegamos, te deje dormir un poco más.

Estabas fuera de tu hogar, miraste las luces prendidas y una silueta parada en la ventana que veía con furia el carro donde te encontrabas.

—Gracias, Min-hee. —soltaste para tratar de bajarte.

—Oh, espera. —inclinó su cuerpo hacia el tuyo, sus acciones podrían verse mal desde el ángulo donde estaban.

Quitó el cinturón de seguridad y cogió tu maletín para luego ponerse recto y sujetar la puerta.

—Sana y salva señorita ___. —rió, entregado tus pertenencias y cerrando la puerta tras tuyo.

Alisaste tu falda, y arreglaste tu blusa. La penetrante mirada aún se sentía en ambos, pero trataste de ignorarlo.

—Nuevamente muchas gracias, Min-hee, te debo una. —negó, y se despidió dejando unos leves toques en tu cabeza.

—Nos vemos mañana ___.

Asentiste en respuesta apreciando como se subía a su vehículo y se marchaba. Dejaste salir un suspiro para caminar hasta la entrada de tu hogar.

Sacaste las llaves y abriste la cerradura, dejaste colgado tu maletín y quitaste tus tacones para colocarte tus suaves pantuflas.

Te acercaste hacia el hombre que estaba parado mirando la ventana con el rostro enfadado.

—Woonie, ya estoy aquí. —hablaste suave mirando su espalda.

No obtuviste respuesta alguna, y bufaste ante su actitud.

—Puedes hablar Han, no estoy pintada.

Un gruñido salió de sus labios y luego miró su reloj.

—Dos y cincuenta, casi tres de la mañana, ¿te divertiste con tu amiguito? —escupió.

Estabas sorprendida, nunca te había hablado así, sabía de tu trabajo y de lo explotador que podría llegar a ser tu jefe.

—No, Han, estaba trabajando y salí tarde.

Se volteó para encararte y te miró con una sonrisa de lado.

Asian smut - Editando. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora