Venganza merodeadora

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El viernes, todo el personal de Hogwarts, docente y no, había sido convocado en una reunión extraordinaria, y aunque nadie estaba seguro del verdadero motivo, por los pasillos se comentaba que el motivo era que McGonagall, tras más de veinte años al frente del Colegio de Magia y Hechicería, estaba pensando en retirarse el curso próximo.
En cualquier caso, y por el motivo que fuera la reunión, las clases se suspendieron a partir de la hora de la comida aquel diez de marzo, y no hubo estudiante que no lo celebrara porque, además, el día era magnífico, con el sol brillando en un cielo despejado y sin una sola nube.
Albus, Dominique, Scorpius, Elena y Rose no fueron una excepción, y ni siquiera ellos quisieron quedarse entre los muros del castillo, así que traicionaron la comodidad de la Sala de los Menesteres por el segundo lugar más seguro que conocían para hablar: la Cabaña de Hagrid. El viejo guardabosques les había dicho que se pasaran a tomar el té más tarde si querían, y ellos habían decidido darle una sorpresa, además de aprovechar para hablar discretamente.
Elena y Dominique enseguida tomaron los mandos de la cocina, la primera para hacer el bizcocho de zanahoria por el que era famosa entre su familia y amigos y la segunda para preparar pastas con la receta de su abuela que Victoire y ella habían mejorado.
Scorpius, por su parte, se hizo cargo del té. Y Abus y Rose se sentaron en la mesa y les observaron mientras comían plumas de azúcar.
-Yo lo veo muy claro -dijo Rose, mientras se levantaba a por un vaso de agua-, ese señor de las tinieblas que supuestamente regresará como un errante y del que hablaban las runas del caldero no puede ser otro que Voldemort, el Señor Tenebroso.
-La verdad es que tiene sentido -asintió Elena mientras batía la masa-, ¿quién si no podría ser? Quiero decir, creo que el hechizo o lo que quiera que sea que afecte a ese caldero es mucho más antiguo que lord Voldemort, pero hay que tener dos dedos de frente, y me apostaría la mano derecha a que se refiere a él.
-Estoy de acuerdo -convino Dominique.
Scorpius las miró con el ceño fruncido.
-Pues lo siento pero a mí no me cuadra. ¿Qué persona con dos dedos de frente iba a querer invocar al Señor Tenebroso? Es como si me dices que un muggle quiere resucitar, yo que sé, a Hitler y crear un cuarto Reich.
-Pues no te creas, que tiene sus seguidores. Nadie dijo que todos los muggles tuvieran dos dedos de frente, y lo mismo pasa con los magos -le respondió Elena, encogiéndose de hombros.
-Ya Elena, pero en cierto sentido yo estoy de acuerdo con Scorpius, qué quieres que te diga -intervino Albus, llevándose otra pluma de azúcar a la boca-. Todos sabemos lo que pasó en el Mundo Mágico las dos veces que Voldemort llegó al poder, y la verdad es que no sé cómo puede quedar alguien que quiera traerle de vuelta o seguir su ejemplo... Porque lo de que convoquen a su espectro sólo para conversar un rato y luego sacar un sobresaliente en Historia de la Magia no me acaba de cuadrar, no sé vosotros cómo lo veréis.
Elena y Dominique se miraron, tratando de contener una carcajada por lo serio de la situación, aunque apenas si lo consiguieron.
-Si, bueno, después de la Primera Guerra Mágica seguramente pensaban como tú, Albus, pero hubo una segunda -suspiró Rose, pasándose una mano por el pelo-. Y por mucho que odie la idea, yo también creo que hay algún inconsciente intentando traer a Voldemort de vuelta o que quiere hacer lo mismo que él.
-Pues blanco y en botella... -Dominique se volvió para mirarles uno a uno con gravedad hasta, al final, detenerse en Scorpius-. No quiero ofender, pero a mí me dicen que alguien quiere invocar a Voldemort y yo pienso en un slytherin.
El rubio asintió, porque a pesar de todo el tiempo que había pasado comentarios como aquel seguían estando más o menos a la orden del día, aunque sin la acritud de antaño.
-No, si a mí no me ofendes -declaró, sonriendo, aunque de manera algo forzada-, pero también digo que no lo tengas tan claro. Que sí, que la mayoría de seguidores del Señor Tenebroso eran de Slytherin, pero no eran ni mucho menos los únicos.
-Ya... Pero es que además en las mazmorras pues no sé... Tienes que admitir que tiene toda la pinta.
Elena metió el dedo índice en la masa y lo lamió con la felicidad de una niña antes de meterla al horno.
-Por otra parte, casi parece demasiado obvio -comentó la francesa, sentándose en el fogón-. No sé, pero si alguien puede hacer una poción como esa, digo yo que será lo bastante inteligente como para no delatarse.
-O igual lo que busca es que lo delatemos, precisamente -objetó Rose.
Albus negó con la cabeza, pensativo, mientras se mordía las uñas. Había desarrollado aquella manía a los seis años, cuando su magia empezó a manifestarse, y Ginny había pasado años intentando quitársela con todos los métodos que conocía, aunque al final fue Harry, en el décimo cumpleaños del chico, el que pudo atribuirse esa victoria.
De todos modos, algunas costumbres nunca se pierden del todo, y Albus seguía mordiéndose las uñas cuando estaba muy nervioso o pensativo.
-¿Qué piensas tú, Al? -Preguntó Scorpius, mirándole fijamente.
El chico de ojos verdes tardó unos segundos en responder, con voz calmada:
-Creo que le estamos dando demasiadas vueltas. A ver, conjeturar sobre a quién quieren invocar es lógico, y bueno, tiene sentido que sea Voldemort, vale. ¿Pero de qué casa son quienes le invocan? No tenemos ni la más mínima pista, así que veo una pérdida de tiempo intentarlo.
Todos asintieron, de acuerdo con lo que decía Albus. Aquel chico tenía la virtud de ordenar las cosas y dejar claras las prioridades.
-¿Y qué propones tú? -Preguntó Nique.
-Bueno, si nuestros cálculos no fallan, todavía queda tiempo para que la poción esté lista, ¿no? Pues bien, periódicamente procuraremos pasarnos por ese pasillo cuando sepamos que no está muy concurrido a ver si vemos algo, tenemos tiempo. Y si no hay suerte, cuando ya veamos que la fecha límite se acerca mucho, pedimos a James su capa de invisibilidad, nos colamos dos dentro y a ver qué pasa.
Durante un momento, nadie dijo nada, mientras rumiaban la idea.
-Lo veo -dijo Rose al fin-. Es arriesgado, pero es la mejor opción.
El resto asintió, más o menos convencidos, y estaban a punto de repartirse los turnos cuando, por casualidad, Elena miró el antiguo reloj colgado de la pared.
-Merde! -Masculló, al tiempo que se levantaba de un salto y empezaba a colocarse la ropa y el pelo de manera frenética.
Los cuatro la miraron, intentando contener la risa, porque llevaban soportando pacientemente los nervios de Elena durante la última semana, desde que supo que en serio iba a tener que conocer a Harry y Ginny Potter. Y aquel día, el gran día, la pelirroja francesa no había sido capaz de parar en su sitio ni un solo momento.
-Ey vamos Elenita, relájate -dijo Albus, con una enorme sonrisa-. Si total, sólo vas a conocer a mis padres.
-¡Y lo dice como si fuera lo más normal del mundo! -Casi gritó ella, retorciéndose las manos-. Y además se me ha ido la noción del tiempo, y no voy a poder cambiarme, y, y, y...
Dominique se echó a reír y se acercó a su amiga para abrazarla.
-¡Venga, relájate! Si mis tíos en el fondo son buena gente. Lo peor que Ginny ha hecho a una chica que James le ha presentado ha sido... Mm, Rosie, tú que tienes mejor memoria, fue a Maica a quien tía Ginny se pasó toda la noche mirando mal y haciendo comentarios malintencionados sobre su pelo, ¿no?
-Sí -confirmó la aludida-, pero creo que peor fue lo de Paola... Tía empezó a sacar todos los trapos sucios de sus padres en Hogwarts, la pobre no sabía ni para dónde mirar... Y encima después parecía que rea una examinadora de los TIMOs, todas aquellas preguntas que la hizo.
Elena abrió mucho sus ya de por sí grandes ojos verdes, sin advertir, nerviosa como estaba, que las dos chicas Weasley estaban haciendo esfuerzos por no reírse.
Finalmente fue Albus quien se compadeció de ella, y aclaró la situación.
-Venga chicas, estáis dejando a mi madre como si fuera una auténtica arpía... Además, James nunca ha presentado a ninguna chica a mis padres.
-¡Ala, encima resulta que yo soy la primera! -Exclamó Elena-. Encima no hay nada peor con qué comparar...
-Venga, venga Elena, no exageres. ¡Si tú te has llevado a los buenos de la familia! -Intentó animarla Scorpius.
Rose miró a su novio frunciendo el ceño, y el rubio sonrió inocentemente. Sin embargo, antes de que la chica demostrara ser digna hija de Ron Weasley, Elena intervino, acercándose a ellos y despidiéndose con un beso en la mejilla de cada uno.
-Bueno, chicos me voy, que ya bastante poco tiempo tengo... El bizcocho estará listo en unos diez minutos, ¿vale? Decidle a Hagrid por qué no puedo quedarme, que ya vendré otro día... Au revoir!

Ojos verdesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora