Una promesa que cumplir

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Cuando más tarde Elena recordó el final de su primer año en Hogwarts, el penúltimo de su educación mágica básica, nunca dejaría de pensar en el final de aquel curso como una verdadera locura, cosa que en efecto fue.

Las fiestas para celebrar que James había ganado el Torneo se sucedieron durante varios días, y al poco de que terminaran se celebró una magnífica despedida para las delegaciones de Durmstrang y Beauxbatons, que volvían a casa con un sabor de boca agridulce, aunque en su mayoría satisfechos con los amigos que habían hecho y todas las experiencias que habían vivido.

Y en la última semana de curso, justo cuando los exámenes finales acabaron, llegó el otro plato fuerte del año: la final de quidditch, un clásico Gryffindor vs. Slytherin que nunca perdía la emoción.

James hubiera dado lo que fuera por jugar en aquella, su última final en Hogwarts, pero seguía teniendo algunos problemas debido al golpe que le propinaron los dos tebos en la tercera prueba del torneo, y Madam Pomfrey había insistido en que no podía jugar, o se arriesgaba a que la lesión empeorara. Y aunque no hubiera sido la primera vez que James desobedecía las recomendaciones de la enfermera del colegio cuando se trataba de quidditch, el asunto había llegado a oídos del profesor Longbottom y la directora McGonagall, que se habían unido para prohibirle que saliera al campo. Y James estaba dispuesto a desafiarlos a ellos, pero en cuanto el asunto llegó a oídos de su madre tuvo que resignarse y conformarse con la perspectiva privilegiada de una de las torres del campo.

La ausencia de James Potter en el campo se notó en el equipo de los leones, privados de su mejor cazador y de uno de sus capitanes, y fue indudablemente aprovechada por una muy afinada Cristina Avery, que, sacando ventaja de lo fuera de lugar que parecía el suplente, fue encadenando tanto tras tanto casi en solitario.

Todos los que apoyaban a gryffindor sufrieron, desde luego, pero ninguno tanto como su capitán ausente, el cual no era capaz de quedarse quieto y paseaba de un lado a otro de la cristalera soltando floridas maldiciones mientras Albus trataba de calmarlo... Hasta que los de slytherin llevaron una ventaja de 70 puntos y se unió a su hermano mayor.

El ánimo de los leones decaía peligrosamente, y si el partido seguía a aquel ritmo, en menos de una hora ya podían darlo por perdido, con snitch o sin ella.

Pero la suerte no los había abandonado del todo, y Andrew demostró que se había ganado justamente el puesto de buscador cuando alcanzó la snitch en el momento en el que esta revoloteaba sobre la cabeza de un niño de tercero de Hufflepuff, sobre el que por poco no se cayó mientras se estiraba para coger la pelotita.

Todos aquellos que habían apoyado a Gryffindor se levantaron entonces al unísono y empezaron a celebrar la victoria incluso antes de que diera tiempo a pitar el final del partido. En la torre, los hermanos Potter se abrazaron y salieron junto al resto de sus compañeros de casa.

Por su parte, los miembros del equipo vencedor no esperaron a descender a tierra sino que, aún sobre sus escobas, volaron todos a abrazar a Andrew.

Mientras, una perpleja Cris Avery seguía con la quaffle en la mano, tratando de procesar una derrota que le había poarecido muy lejana minutos antes, y lo mismo le pasaba a muchos de sus compañeros de equipo.

Jaime hizo ademán de acercarse a su novia después de la celebración inicial, una vez todos estuvieron ya en el suelo, pero optó por dejarlo para mejor momento cuando esta amenazó con tirarle la pelota roja –que se había quedado- a la cara, y dejó que fuera Scorpius quien la calmara porque, a diferencia de él, el otro rubio aún no se había quitado el casco protector. De todos modos, en aquellos momentos el golpeador de gryffindor estaba demasiado contento como para no tomarse aquello a pecho.

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