El arco del centauro

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Dominique, Rose y Albus habían sido casi los primeros en llegar a las gradas dispuestas alrededor del Bosque Prohibido, y habían obtenido los mejores sitios, que habían reservado para su familia y mejores amigos, que no querían perderse ningún detalle. Y es que el campeón de Hogwarts estaba nervioso, pero su familia y amigos lo estaban aún más si cabe, y sobre todo preocupados por él. No dudaban de su valía, claro, pero el Torneo de los Tres Magos era algo serio.

Los siguientes en llegar fueron Jaime y Andrew, que ocuparon con el descaro y desparpajo que les caracterizaba dos de los sitios que habían reservado Dominique, Albus y Rose, sin hacer ningún caso a las quejas de estos, que al final se rindieron.

A continuación llegaron las gemelas Longbottom, que aprovecharon para sentarse junto a Albus, y casi entonces apareció Lily con Hugo y dos amigas suyas. Daniel, Peter y Scorpius fueron los siguientes, y tuvieron que sentarse un poco más atrás porque no cabían todos. Aún así, lo hicieron encantados, ya que les pilló junto a dos estudiantes de Beauxbatons muy charlatanas y cariñosas. De cuando en cuando, Albus y las gemelas se giraban hacia y ellos y empezaban a desternillarse. Y es que podían decirse muchas cosas  buenas de Daniel y Peter, pero lo cierto es que ligar no era lo suyo, y casi siempre acababan siendo los típicos amigos pagafantas que toda chica tiene en su vida.

Elena fue la última en llegar. Justo antes de que todo comenzara, apareció jadeando de tanto correr para llegar a tiempo.

-Hola -dijo, mientras intentaba recuperar el aliento con las manos apoyadas en las rodillas y casi más roja que su pelo.

-¡Elena ya era hora! -Saludó Albus-. Esto está a punto de empezar.

-Eso, ¿dónde te habías metido? -Inquirió Rose, extrañada pues conocía la habitual puntualidad de su amiga.

Elena hizo un gesto con la mano indicando que ya les explicaría, y se dejó caer pesadamente en el único asiento que quedaba libre en esa fila, justo el que habían dejado Jaime y Andrew entre ellos al ver que no llegaba. Ella maldijo su suerte por enésima vez y se sentó, jurándose que era la última vez que llegaba tan tarde como para no poder coger un buen sitio. Aunque claro, no era su culpa que a Peeves le hubiera dado por encerrarla dos veces e intentar tirarla por las escaleras. En serio, Hogwarts era un sitio genial y a ella le caía muy bien McGonagall, pero Madame Maxime nunca hubiera permitido un poltergeist en los límites del bello palacete de Beauxbatons.

-Andrew, ¿tienes un poco de agua? -Preguntó Jaime en ese momento.

-Eh, sí, ¿por?

Jaime sacudió la cabeza con desesperación.

-¿Y a ti te dicen que eres el listo del grupo? ¿No ves que la pelirroja se está ahogando?

Andrew se puso un poco rojo y asintió, sacando un botellín de agua de dios sabe dónde y pasándoselo a Elena

-¿Puedo fiarme de vosotros? -Jadeó ella, aún agotada.

Jaime lo meditó durante un instante.

-En realidad no mucho, pero ahora mismo no tienes demasiadas opciones.

Ella asintió y dio un largo trago a la botella, sintiendo que revivía. Estaba en buena forma, pero había tenido que utilizar varios hechizos para librarse de Peeves, y luego había corrido a toda la velocidad que alcanzaba para llegar hasta las gradas, casi comiéndose a una anciana pero por suerte comprensiva Madame Pomfrey.

Andrew le dio unas palmaditas en la espalda, ganándose una mirada asesina de la que pasó olímpicamente. Pasar tanto tiempo con Jaime y James lo había hecho inmune a todas esas cosas.

-¿Y cómo es que llegas tan tarde?

-Y tan acalorada -añadió Jaime con una media sonrisa malintencionada.

Ojos verdesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora