Capítulo Especial: Cuando todo va a comenzar I

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Matrícula de honor

(Jaime Travers y Cris Avery)

Cris Avery, la princesa de Slytherin, se miró una vez más en el espejo de cuerpo entero y marco de plata primorosamente tallado que colgaba de una de las paredes de su habitación. Había puesto mucha atención a su aspecto y su atuendo aquella tarde, indudablemente mucho más de la que solía, y ni siquiera sabía por que. Si Margot hubiese estado allí, sin duda hubiera dicho que sí que lo sabía pero no quería admitirlo; pero la reina de las serpientes estaba ayudando a su hermano con la tarea de Transformaciones, así que –por suerte- no podía actuar como la insidiosa voz de su conciencia.

La chica contempló su melena castaña, recogida en una larga trenza de espiga que caía sobre su hombro derecho, con ojo crítico. Empezaba a dudar de que peinarse así hubiera sido tan buena idea como en un principio le había parecido, pero de todos modos ya no tenía más tiempo, así que no le quedó otra que resignarse y se limitó a despeinarse un poco, cuidadosamente y de manera muy estudiada. Mientras lo hacía, pensó que sería buena idea cortarse un flequillo, una idea que hacía tiempo venía barruntando pero que nunca se atrevía a poner finalmente en práctica. Quizás ese fuera un buen momento, reflexionó, aunque aún no lo tenía del todo claro. Cris era a veces muy impulsiva, pero nunca cuando se trataba de su pelo, materia en la que por lo general solía ir a lo seguro, aquello que sabía que le quedaba bien.

Se encogió de hombros y alargó la mano para coger su chaqueta de cuero, que había dejado sobre la cama, porque aunque el tiempo en general era bueno, de vez en cuando venía un viento bastante desagradable, y además no tenía ni idea de lo que Jaime habría preparado.

Sintió un escalofrío al pensar en aquel gryffindor rubio con el que tenía una cita. No podía negarse que Jaime la alterara, porque además llevaba alterándola una vida entera. Claro que la alteración que le provocaba ahora era muy diferente a la de, mismamente, el año anterior. Y mientra que antes se había sentido completamente segura de sí misma, ahora la asaltaban dudas completamente impropias de ella. Aún así, si alguien se hubiera presentado ante ella y la hubiera hecho elegir, Cris tenía muy claro qué habría dicho.

Salió fuera del castillo y se puso la chaqueta de cuero negra, aunque no se la abrochó.

Durante toda la mañana había hecho un sol radiante pese al viento, pero después de la hora de comer las nubes habían hecho acto de presencia. Por suerte, Cris no creía en los presagios salvo cuando a ella le convenía, así que no prestó atención mientras caminaba hacia el jardín donde habían quedado.

Mirando su reloj de pulsera, vio que llegaba tres minutos tarde y sonrió, satisfecha. Aquello era un absoluto record para ella, que siempre llegaba con diez minutos –o más- de retraso, exasperando a la puntualísima Margot. Irónica como ella era, pensó que Jaime debería sentirse honrado.

Lo encontró exactamente donde había dicho que estaría, con la espalda apoyada en el tronco de un árbol en la actitud despreocupada que Cris ya tenía asociada con él, aunque sonrió para sí misma al verlo mirar la hora con discreción antes de levantar la vista y encontrársela acercándose a él.

-Ya pensé que no vendrías –dijo Jaime, con una enorme sonrisa.

-Lo bueno se hace esperar, ¿es que nunca has oído eso?

-Sí, pero te diré que es un mito. Si no lo fuera, yo tendría que llegar al menos una hora tarde a todas partes.

-Yo a veces lo hago –señaló Cris, con una sonrisa.

-Mm, entonces he tenido suerte, ¿no?

-Menos mal que lo admites –rió ella.

-Tú también tendrás que hacerlo después de hoy, ya verás.

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