Capítulo XVII: Intimidad

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Lucas estaba sentado junto a Fiorella en el sofá y conversaban con Ánker y con Adrienna. Comían chorreadas acompañadas con café humeante. La luz de una tarde de mayo se colaba de un tono ámbar por las ventanas, aunque poco calentaba como de costumbre.

—¿Se acuerda de los cuentos del Hermano Araña? —preguntó Lucas.

—¡Sí! Mamá Kirsty me los leía para que pudiera dormir y me encantaban. Pero al principio yo imaginaba que de verdad era una araña con cierta edad y por eso le decían con respeto Hermano.

—No me sorprende eso último. —Se rio Lucas y Adrienna no tardó en burlarse.

—Cállense. —Fiorella hizo un puchero y los señaló—. Seguro ustedes también pensaron muchas cosas de forma literal cuando eran niños.

—Por supuesto —aseguró Adrienna—, pero no le quita lo divertido a esto. ¿Acaso también pensaba que el Hermano Tigre era un tigre real?

Fiorella desvió la mirada con la cara un poco enrojecida antes de responder: —No, claro que no.

—Bueno, seamos justos. —Lucas aún no dejaba de reír—. Había varios Hermanos que sí eran animales. Yo me confundí mucho cuando los leí por primera vez.

—¿No le enseñaron a leer con esos cuentos? —preguntó Adrienna antes de comerse un bocado de la tortilla de maíz cubierta de una fina capa de natilla.

—En mi escuela usaban Las aventuras de Don Quijote. Así que la mayoría ya se había leído el original para cuando estábamos en sexto grado y Araña quedó como lectura de ocio.

—Mi favorito era el cuento que trataba sobre los gigantes —suspiró Fiorella.

—Con esos sí se dio cuenta de que eran molinos, ¿verdad? —dijo Lucas y los demás se echaron a reír.

—¡Uy, qué majaderos! —Fiorella acabó el café en un sorbo antes de continuar quejándose—. Ustedes no valen ni un cinco. Ojalá los invadan una manada de abejones de mayo.

Las bromas no se detuvieron por el comentario carente de enojo real. Fiorella intentó responder a las ingeniosas frases, pero las contestaciones fueron mejores que las suyas. Se refugió en Ánker, el cual solía estar callado, para pedir refuerzos: —Sé que igual le da risa, pero entienda que son dos adultos contra una niña.

—Usted no es una niña tal cual, Fio —dijo Adrienna.

—Sí, la ley dice que sí y que usted está siendo injusta por burlarse de mi imaginación.

—Qué conveniente —comentó Lucas—. Significa que nuestro contrato es inválido y que puedo darme libre de trabajo. Bueno, me iré ahora y dejaré que vivan de lo que usted llama comida —anunció al recoger los platos vacíos para llevarlos al fregadero. Fiorella le sacó la lengua en respuesta.

Se fijó un momento en el rebicador y corroboró que Elián no se había movido mucho, pues estaba en el sótano con Gavril remodelando el sistema eléctrico del hogar. Gavril ya podía trabajar con normalidad, con la única peculiaridad de que necesitaba de un bastón para andar y que en determinadas tareas necesitaba asistencia de sus compañeros trabajadores.

—Usted no se va sin antes dejar la cena lista por lo menos —se escuchó de Holger cuando bajó las escaleras antes de ir a servirse un poco de café.

Lucas notó que el otro hombre mostraba una gran diferencia de aspecto. El cabello ahora era corto y a los laterales estaba casi rapado. La barba se encontraba recortada y definida. Elogió la nueva apariencia y le preguntó si eso había estado haciendo toda la tarde. Holger reconoció que incluso cuando lo mantenía largo le gustaba cortar él mismo su cabello. Jeytter le había enseñado a usar la máquina de rasurar. Lucas, sin dejar de lavar la vajilla, reconoció que era un buen trabajo. Él mismo no era tan meticuloso para mantener su cabello.

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