Capítulo II: Unidad

1 1 0
                                    

La pequeña habitación pintada de blanco hueso estaba apenas iluminada por la poca luz que conseguían escapársele a las cortinas de tono melocotón. En la camilla Fiorella dormía entre sábanas blancas.

La cuenca ocular izquierda de la joven ahora se llenaba por un ojo biónico enlazado a sus nervios y tejidos reconstruidos. Estaba cubierta con gasa al igual que su pierna derecha, elevada con una almohada. El achocolatado cabello se lo peinaron Camila y Casandra en un par de trenzas que reposaban a los lados de su cabeza, el brillo del mismo había vuelto, a las muchachas se les permitió asear el cabello de su amiga. El dorso de su mano izquierda tenía una vía intravenosa que le proveía de un suero que sustituía los alimentos sólidos y evitando que se deshidratara.

Dos días habían pasado desde que Fiorella fue atacada por peones de una persona anónima. No había despertado desde que hubo quedado inconsciente al momento de casi ahogarse en el Lago Jadita. Pero ahora eran las diez de la mañana del 25 de enero y Fiorella estaba despertando con suma lentitud.

La joven abrió su ojo derecho y sintió una punzada de dolor que se extendió desde detrás del mismo hasta la cabeza. La luz del cuarto era tenue, pero fue suficiente para incomodarla. Su cerebro consiguió traer en segundos las memorias que se aglomeraron de golpe. El miedo y la ansiedad le hizo acelerar el corazón y agitar su respiración. Al mismo tiempo Fiorella se percató de la molestia en su muslo derecho y que no podía ver de un lado. Llevó su mano a la gasa que cubría su ojo izquierdo, percibía una sensación palpitante e incómoda al igual que en el instante que movió su pierna.

Quería suponer todavía, pese a las evidencias, que se trataba de un terror nocturno que se había salido de control y que la había inmerso en un sueño dentro de otro. Intentó moverse, pero el dolor de cabeza disparado desde la zona ocular y la punzada que sintió en su pierna la hicieron detenerse. Abrió la boca para respirar hondo, pero el aire le pareció deficiente y sintió ahogo.

Notó la intravenosa y que en su muñeca izquierda había una pulsera especial de uso médico. Era redondeada, gris y ceñida a la piel, con una pequeña pantalla que indicaba la presión sanguínea, temperatura y las pulsaciones junto con cuatro botones para manejarlo. Sus doctores sabrían que acababa de despertar por las señales que emitía el aparato a un receptor en forma de celular que utilizaban los médicos, el cual monitoreaba a más de un paciente. Al pasar su mano por el pecho percibió bajo la tela suave y gris de la bata los pequeños electrodos pegados a su piel y conectados de modo inalámbrico a la pulsera auxiliar.

Fiorella repasó cada suceso de los últimos días, pero queriendo saber dónde algo pudiera no calzar. La conversación con Camila sobre la exposición de historia le pareció muy lógica, haber intentado convencer a su amiga de que el profesor Park no era tan malo como la otra alegaba tampoco le fue extraño. Lo que recordaba de la propia exposición no tenía fallos; las tres bombas de la Segunda Guerra fueron Hiroshima, Osaka y Cerdeña, Camila insistió en repetirlas hasta el hartazgo. La llamada de Diara, la noticia de su hermano fallecido y su respectivo funeral le causaron gran dolor; pero aún había sentido. Sus amigos turnándose para estar con ella, vistiendo también de luto y consintiendo que comiera más dulces de lo usual era otro hecho que no podía cuestionar. Luego su visita al Lago Jadita y el ver los cuerpos de sus guardaespaldas antes de ser aventada al agua.

«Pero algo no está bien. Esto no está bien...». Se repitió en su mente, las lágrimas amenazaron con salir.

Quizá el único hecho que la hacía mantener su teoría de que fuera una pesadilla era el que todos la miraban extraño en el Emma Gamboa. No sabía descifrar si había compasión, pena o consternación. Recibió condolencias, pero al aire, nadie mencionó a su hermano. Tal hecho la llevó a la posibilidad de que el fallecimiento de Holger fuera el sueño que tuvo después de haber sido atacada.

La Novena FamiliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora