Capítulo XIX: Involuntario

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Fiorella había dado ya su última conferencia y el resultado final fue positivo. Su conciencia académica estaba limpia y sabía que tenía todo el derecho a celebrar y a decir que hizo su mejor esfuerzo por graduarse y ser una profesional de calidad, incluso si no se graduaría con excelencia académica.

Elián recobró algo de fuerza y sí podía probar su bebida favorita, con la condición de que estuviera tan diluido que hasta alguien padeciendo gastritis pudiera aguantarlo. No le gustaba el trato, aunque peor era nada y al menos Lucas lo había complacido con una tarta Lorenza. Además, podía notar que Lucas se estaba acostumbrando a su estado y sus pesadillas habían mermado, eso lo tranquilizaba bastante.

La ansiedad en Holger estaba más que controlada, su medicación se encontraba en el nivel mínimo y dependiendo de qué tan bien se sintiera podía dejar de lado sus pastillas sin sufrir repercusiones.

Para el día de Honra, aunque llegaron un poco después, Nabiha y Yurem visitaron a la familia con una noticia por contar. Aunque no lo necesitara todavía, una blusa maternal con estampado de camellos vestía el cuerpo blanco de Nabiha. Las felicitaciones y la calidez en las palabras de alegría no se hicieron esperar. La pareja comentó con tranquilidad que deseaban un hijo desde hacía bastante tiempo, pero que no se animaron hasta ese año para intentarlo. Fue la petición más importante que le hicieron a Dios en el nuevo año y para finales de abril una prueba de sangre les indicó que su anhelo fue concedido.

Todos en el hogar estuvieron de acuerdo en que Nabiha lucía especialmente hermosa. El cabello lo traía lacio y negro, como era su estado natural, y se le notaba brillante y suave. Yurem también se notaba diferente, en perspectiva de Fiorella, pues su sonrisa se veía más brillante y cálida, la piel había adquirido una lozanía y reforzado el tono ligeramente bronceado tan característico de los portugueses.

Se sentaron en la sala para charlar con un poco de limonada y emparedados. Mandy jugaba con su peluche de dinosaurio.

Yurem mostró la primera fotografía con orgullo. Dieciocho semanas de vida tenía ya el nuevo ser. La ecografía en tonos naranjas y marrones mostraba al pequeño hijo de Nabiha y de Yurem cubriéndose la cabeza con las manos. Aún la desproporción de una criatura en desarrollo era notable, especialmente por la cabeza grande en contraste con las extremidades delgadas. El obstetra dijo que la posición del feto impidió conocer su sexo.

—Aunque no importa —dijo Nabiha acariciando su apenas abultada panza con una mano y sosteniendo el pan con la otra—. Dijo que estaba creciendo bien y que los dos estamos muy saludables.

—¿Y han pensado en nombres? —preguntó Jonathan sentado en el reposabrazos del sillón donde estaba Fiorella.

Si es niño se llamará Ahmad, si no, Simonetha.

—Están súper bonitos —suspiró Fiorella—. También uno de los integrantes de Sbe Qafazat se llama Ahmad. ¿Ya tienen su cuna y toda la vara?

¿Vara? —repitió Holger y bebió un poco del cítrico endulzado con miel.

—Cosas, cosas de bebés suaves y bonitas... ¿Ya las tienen?

Yurem terminó de masticar un bocado y respondió: —Estamos en eso. El cuarto ya está pintado, pero aún estamos buscando cuna, coche...

—Lo que sí tenemos son talcos, pañales y ropita.

—No compren tanta ropa de una sola talla —aconsejó Sarabi con calma e hizo un ademán hacia Holger—. Este muchachito nació grande y creció tan rápido que mucha de la ropa que le compró el papá no le quedó. No creerán lo frecuente que es eso.

—Sabín nos dijo algo parecido. Así que conseguimos lo básico para cuando nazca. Una parte para bebé miniatura y otra para bebé grande.

—Es curioso que sus tamaños sean impredecibles —divagó Adalia—. Mi mamá es muy alta y grande, y yo nací súper pequeña.

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