Capítulo V: Intención

1 1 0
                                    

A pesar de que el sótano tenía entrada directa al hogar por medio de las escaleras, esta no siempre se usaba. Tradicionalmente se creía que nunca era bueno para ningún hogar que se ignorara la puerta principal al ingresar. Por tal motivo, si algún hogar poseía una entrada hacia la cochera distinta a la principal, las personas salían de la zona de autos y rodeaban el lugar para entrar como era debido, o bien se bajaban desde la calle y encargaban a alguien de guardar el vehículo. Para salir de la morada no se consideraba tanto la regla. Por tal motivo, los integrantes del Consejo que llegaron al hogar caminaron desde el portón hacia la puerta para tocar de manera respetuosa y fue un peón quien estacionó el auto en el sótano.

Fiorella le pidió a Dios que la ayudara en la tarea que realizaría esa tarde. Sería la primera vez que tendría tanto voz como voto con personas de alto mando. Respiró hondo justo al ver a los tres recién llegados. Le dio cierto temor de que no funcionara su inexperto plan luego de que Holger se mantuviera firme en su decisión.

La segunda abogada del Consejo, Amelia Baizan Gal, contaba con treintaiún años y la figura alta y voluptuosa se acentuaba mucho con la falda tubular de rayas verticales verduscas y naranjas. Amelia le dio un fuerte apretón de manos a Fiorella al igual que mantuvo firme su mirada marrón.

El primer encargado del Consejo, Ulrico Da Silva Falco era altísimo, pero delgaducho y por sus cuarentaicuatro años ya lucía algunas marcas de expresión. El saco azul sobre la camisa pálida de pequeños lunares violetas con el corbatín oscuro le pareció a Fiorella una combinación no tan estricta. Aunque por teléfono se escuchaba rígido, ahora le parecía, incluso, más accesible que la abogada a cargo de la documentación.

Quien le hizo sentir un escalofrío a Fiorella fue el vicedirector del Consejo, Óliver Fatjó Ferreira. No era la apariencia, sin embargo, pues el hombre a sus treintainueve se veía realmente bien desde la perspectiva de la muchacha; incluso atractivo lo hubiera encontrado en otra situación. Un caucásico de cabello castaño claro y ojos turqueses; también era alto, aunque no alcanzaba la altura de Ulrico, y de contextura media. Se notaba que era el más relajado de los tres; rara vez un miembro del Consejo o los Jefes usaba mezclilla cuando estaban en tiempo de trabajo. Una camisa violeta, una gabardina marrón completaba el conjunto.

Los dos hombres saludaron también con apretón de manos a los hermanos y una seriedad más marcada. La abogada, cuyo acento hacía notar su ascendencia de la Mérida española, demandó saber dónde estaban los chaineds apenas entró al recibidor, pues debían estar tan listos como Fiorella para irse. Entraron también cuatro guardias uniformados por completo de blanco, únicos con el color y monocromático, y sin escudos en espalda y brazos; tan sólo el óvalo puntudo negro se hallaba bordado.

—Lucas está en la cocina —respondió Fiorella con cierta inseguridad—. Y Elián en el sótano... Pero eso no es importante por ahora. Es mejor que primero hablemos en la oficina. No se preocupe, iré al punto de inmediato.

Amelia consintió a Fiorella y se dejó guiar por los hermanos hacia la oficina del hogar.

Apenas la puerta de la oficina fue cerrada Fiorella percibió el aire pesado. Ni siquiera la fragancia de naranja y clavo consiguieron tranquilizarla. Los guardias se quedaron en el recibidor, y Jeytter y Toni llegarían en algún momento para lidiar con cualquier posible interrupción.

En la mesa reposaban varios archivos acompañando el pequeño tazón con la naranja. Varios se notaban desgastados y estaban ordenados a lo largo de la mesa. El escudo de los venados y el roble se veía marcado en casi todos ellos. Si bien todos aquellos archivos tenían su versión guardada en la computadora y había trámites que se realizaban directamente en forma digital, el uso del papel no había perdido valor. Es más, muchas veces se prefería el referente y original en físico.

La Novena FamiliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora