10| Dos Tipos De Enojo.

575 40 0
                                    

El rojo en su rostro muestra la rabia que lo invade y el gruñido que suelta en seguida lo confirma, Ferman está justo frente a la puerta de su carro con los puños apretados y respirando con dificultad con único nombre en su mente: Nazneen Dyncer.

- Pequeña pulga, esta vez te has pasado de la raya -comienza a marcar el número de la castaña que lo observa desde lejos y cuando los primeros acordes de Sweet Child of Mine inmediatamente se gira a su derecha donde ella lo observa sosteniendo su teléfono portando una enorme sonrisa llena de cinismo.

- ¿Me buscaba, doctor?

- ¡¿Qué diablos le ha hecho a mi carro?! -el tono de su voz muestra lo alterado que se encuentra, sin embargo se contiene de no gritar.

- Bueno, honestamente al ver estas bolitas en mi casillero -toma una de las miles que hay en el interior y finge analizarla -supuse que le gustaban mucho y decidí enviarle varias como regalo.

- ¿A caso está loca?

- Mucho.

- Mi auto se echará a perder.

- Bueno, mi libro también lo hizo. ¡Era segunda edición!

- Oh, vamos, si fuera la primera la comprendería, pero...

- ¡Es un libro con más de doscientos años! Ojalá tuviera la primera edición.

- Por Alá, Nazneen -esta vez habla con desesperación pasando sus manos por su rostro -un libro es más fácil de sustituir, estas cosas se meten entre cada rincón del auto y causan fallas mecánicas, ¿tienes idea de lo caro que me saldrá esta tonta bromita?

- Usted comenzó con esta guerra, así que...

- ¿Que yo comencé esta guerra? -no puede creer lo que ha escuchado, una risa sarcástica sale de sus ser, es imposible que ella hable en serio -si mal no recuerdo fuiste tú quien puso esa caja con harina en mi oficina.

- Y si mal no recuerdo fue usted quien comenzó a hacer trampas para impedirme ver a Kerem.

- Yo...

- Ahora sí lo recuerda, ¿cierto? No tiene derecho a reclamarme nada cuando usted empezó todo y ni siquiera entiendo por qué.

Un silencio sepulcral invade el ambiente, Ferman está atrapado pero se niega a ceder, además eso fueron cosas muy simples a comparación de lo que le ha hecho a su coche y de eso se agarra.

- Por favor, Nazneen, eso solo fueron cosas sin chiste, estamos hablando de mi coche y la fortuna que costará la reparación, que por cierto -acorta la distancia haciendo que ambos huelan la fragancia del otro, la castaña comienza a sentir que su mente se nubla ante esa fragancia varonil que seguro tiene algo con olor a madera -usted va a pagar -su voz sale más ronca causando un escalofrío en la joven.

- Yo no...

- No hay excusa que valga -prácticamente sus cuerpos están unidos.

- Yo no pagaré nada -dice con toda la valentía que aún guarda en su sistema.

- Claro que lo hará.

- Claro que no, porque su coche no sufrió ningún daño -el ojiazul está a punto de responder pero cae en cuenta de lo que acaba de escuchar y su expresión cambia a confusión.

- ¿De qué demonios habla?

Agarrando aire se aleja de la imponente figura del doctor y se dirige al carro para mover las bolitas que cubren el volante y el ducto por el que sale el aire acondicionado para dejar a la vista que éste está protegido para evitar que el unicel entre y lo descomponga.

Dr. FermanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora