26| Los Duendes.

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- ¡Que maravillosa noticia! Sabía que aunque fueran unos tontos orgullosos, estaban locos el uno por el otro -suelta una pequeña carcajada y la satisfacción que ilumina su rostro provoca una leve risa en el ojiazul y un enorme sonrojo en la joven -no saben la alegría que me da escuchar eso, ya era hora -los abraza cariñosamente.

Adil sabía que detrás de todas esas peleas, ese par de orgullosos se querían y -aunque le apenaba la situación con Beliz -no podía evitar sentirse emocionado al ver a Nazneen y a Ferman juntos. Estaba seguro que ella le ayudaría con su mal genio y esa vida tan monótona; así como él la ayudaría a enfocarse y mejorar su estilo de vida. No iba a ser fácil, pero tampoco imposible y, cuando hay amor de por medio, cualquier desacuerdo no representa un gran obstáculo.

- Espero que... -un dolor recorriendo su cuerpo le impidió seguir hablando y encendió las alarmas en su estudiante y su paciente.

- Doctor -lo sostiene del brazo - ¡TRAIGAN UNA CAMILLA! -Nazneen se coloca del lado derecho para poyar a su doctor en caso de que se desvanezca.

- Estoy bien, solo ha sido un pequeño calambre...

- Aun así le haré un estudio -la seriedad en la voz de Ferman no da pie a replica y el anciano no hace más que suspirar.

Finalmente la camilla es cancelada porque el doctor puede andar por sí mismo, sin embargo, no se puede deshacer de su guardián quien lo guía hasta una de las habitaciones. Por su parte, Nazneen ha tenido que quedarse en el vestíbulo ya que un hombre mayor la intercepta, -a estas alturas ya no queda rastro de Cemil en el hospital - acaparando toda su atención. Era un tipo alto y cabello corto con algunas canas, parecía mayor de cuarenta años, pero era bastante atractivo; sin embargo eso no fue lo que llamó la atención de la joven, sino el modo en que sus manos masajeaban constantemente su cabeza.

Aquel hombre era el padre de la joven a la que acaban de rescatar y con el que Nazneen habló por teléfono para informarle sobre su estado, naturalmente estaba nervioso y ansioso, pero el constante masajeo en su cabeza hizo sospechar a la castaña.

- ¿Cuándo podré pasar a verla, señorita?

- En cuanto el doctor dé la orden, como le mencioné, Aimé llegó inconsciente y la están revisando.

- Pero estará bien, ¿cierto?

- Por supuesto -le brinda una cálida sonrisa para calmarlo -mientras tanto puede esperarla por allá -señala la sala de espera -en cuanto tenga noticias, se las haré saber.

- Ella es todo lo que me queda, por favor sálvenla -Nazneen asiente y se retira bajo la atenta mirada de aquel hombre.

...

Un pequeño punto blanco debajo del escritorio de la recepción llamó la atención de Ferman cuando se dirigía a su oficina y curioso se acercó lentamente sin emitir ruido, no sabía lo que aquella pulga se traía entre manos ahora, pero sin duda lo iba a descubrir. Se colocó detrás y se agachó lentamente hasta quedar a la altura del oído de Nazneen.

- ¿Qué haces? -su voz, en lugar de ser un susurro, salió más fuerte de lo normal provocando un enorme brinco y un golpe en la cabeza que mata una pobre neurona Nazneeniana.

- Shh... -se limita a decirle al doctor mientras se soba la cabeza -calla o el dinosaurio de las costas Farukienses me encontrará y me comerá.

- ¿De qué diablos hablas? ¿No se supone que deberías estar trabajando?

- Es lo que estoy haciendo -lo mira con obviedad, su trabajo no solo eran papeleos aburridos.

- Buenas tardes, doctor -una voz más aguda se escucha del otro lado de la barra y él se levanta inmediatamente -¿de casualidad ha visto a una muchacha muy bajita, de cabello castaño, ondulado y ojos marrones, trae un vestido blanco con holanes y descubiertos los hombros?, no usa maquillaje, solo se pinta los labios de color rojo y usa mascara de pestañas, pero aun así se ve muy bonita -Ferman eleva las cejas ante la detallada descripción de su novia -se llama Nazneen y estamos jugando a las escondidas, pero no le diga que le he preguntado por ella porque sabrá que me ayudaron.

Dr. FermanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora