25| El Novio.

381 32 2
                                    

Nuestro trabajo será bastante entretenido, tanto que querrás estar con nosotros –recordó de repente y el tono fingido con el que habla el ojiazul es bastante gracioso para la castaña que no puede evitar reír – ¿Qué es lo que te causa risa?

—¿En serio lo preguntas? –eleva su ceja y él solo se queda callado esperando que la fila avance.

Con la relación aclarada y el permiso de los padres de Nazneen, se sentían libres de salir después del trabajo o en sus días de descanso. En esta ocasión Ferman había decidido llevarla al parque en el centro de Estambul para patinar a pesar de que ella había dejado claro que no sabía hacerlo y que no estaba dispuesta a lastimarse con las caídas y golpes que aprender a patinar conllevaban. Pero, por supuesto, él ignoró todos su "peros" y aun así la llevó ganándose una mirada reprobatoria cuando ella vio la pista de hielo y no el carrito que vendía su donas favoritas. Al final la castaña no tuvo más remedio que ceder al capricho de su doctor favorito, aunque, por supuesto, que ya tenía en mente su venganza.

—¿Acaso no le gustaría estar con nosotros, doctor Ferman? –le mira juguetona. Lentamente pasa su brazo alrededor de su cintura y la acerca a él, se inclina y cerca de su oído habla...

—Solo contigo, Pequeña Pulga –una agitación invade el pecho de la castaña ante el hermoso sonido ronco que emerge de la garganta del ojiazul.

Y es con esa simple acción que el tema queda olvidado por ambos, dando paso nuevamente al que ponía los pelos de punta de aquella chiquilla que, una vez que les fueron entregados sus patines, cayó rotundamente en la realidad. Estaba consiente que ahora el doctorcito a su lado no la dejaría ir sin que, al menos, intentara patinar...

—Vamos Nazneen, puedes hacerlo. Si te rompes una pierna tienes a un cirujano junto a ti – se ganó una mirada fulminante por parte de esa pulga que apenas podía mantenerse en pie.

—Y será la última vez que ese cirujano me toque.

—No digas eso –dice seriamente.

— Entonces no me sueltes.

—¿Entonces cuándo aprenderás?

—Un día –sonríe inocentemente ganándose ahora una mirada de reproche.

— No puedes ir por la vida poster...

—Ya sé, ya sé –rueda los ojos, lo hacía cada vez que Ferman saca su lado adulto.

— No me haga esos ojos, señorita.

— Pues no se ponga en modo papá, señor Eryiğit.

Era la primera vez que esa niña insolente le llamaba así, como si fuese un total desconocido y la mueca que se formó en su rostro lo hizo evidente. Por su puesto, la diferencia de edades y estilo de vida estaban presentes a cada segundo, pero él no estaba dispuesto a tomarlo en cuenta. Así que, tomando una gran bocanada de aire se dispuso a reclamarle, pero una llamada lo detuvo.

Y no, esta vez, no era la pelirroja.

Se trataba del doctor Adil.




—¡Despejen el área! –después de cambiarse rápidamente el ojiazul corre junto a la camilla de aquella mujer de cabello rubio que ha sufrido un fuerte golpe en la cabeza y por la que el doctor Adil interrumpió su cita –Güneş, necesito 2 litros de sangre tipo O+ con carácter urgente. Preparen la sala de cirugía –le dice a otro de los asistentes – ¿dónde está Alí?

—No se encuentra, doctor –responde Nazli.

—¿Le hablaron?

— Así es, pero no responde las llamadas, no he sabido nada de él desde que se fue hace unas horas.

Dr. FermanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora