Martírio VI

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Las constelaciones nos ayudan a separar el cielo en porciones menores.

Durante las noches oscuras se puede ver entre mi a mil quinientas estrellas.

Siendo así, cada estrella pertenece a cada cierta constelación.

Los astrónomos de la antigüedad imaginaban que las mismas formaban figuras ilustrativas.

Una

Dos

Tres

Estrellitas amarillas, brillando sobre el techo blanco del cuarto.

Jimin estaba echado en su cama, contando una a una, mientras las apuntaba, su intento era encontrar el sueño, pero no parecía llegar.

Se giró para el lado izquierdo, mirando su pared. Se sentía tan inquiero, su mente insistía en crear pensamientos, los cuales intentaba a toda costa olvidar, aquello era inevitable.

De cada cinco pensamientos, por lo menos tres de ellos eran sobre Jungkook, la manera en como el Diablo se estaba volviendo especial para él sonaba extraño.

Se acordó de los toques de antes, del cariño, de cómo fue cuidado. No podía evitar una sonrisa boba, aunque contenida, después sintiendo su rostro quedar cálido y rojizo.

—¿Dios, será que es tan malo gustar de alguien?—el silencio por todo el lugar sobraba, y luego Jimin se encontró sin una respuesta auditiva de Cristo. Era normal.

Rodó por la cama, quedando sobre su estómago, hundiendo el rostro en la almohada, totalmente avergonzado.

—Dios, y si fuese "diferente", ¿el Señor me seguiría amando?

La moneda pentecostal es un ítem místico, el cual con ayuda de un barquero, permitiéndose viajar dentro y fuera del infierno.

Como una gran compañera de Jungkook, la misma siempre está en su bolsillo. Después de todo, era su bien más preciado. Podía ser usada más de una vez.

Las luces rojas creaban un ambiente estremecedor, no que lo fuese realmente, pero el Diablo estaba allá.

El terno, negro de Gucci, vistió espléndidamente bien el cuerpo fuerte de Jeon.

Este se encontraba sentado en la barra de siempre.

El barman esta vez era Hoseok, y él parecía estar verdaderamente animado con lo que hacía, la sonrisa bonita que cargaba dejaba evidente su buen humor.

—Estás muy feliz hoy. ¿Qué sucedió?—la expresión seria demostraba que Jungkook estaba atónito del brazo derecho.

—Solo estoy animado.—respondió, a medida que sus ojos rodaban y sus manos se balanceaban fuertemente el agitador de acero.

—¿Y tú? ¿Solo estás de mal humor o eso es que extrañas a tu muñequito?—el tono cargado de perversión mostraba al verdadero Hoseok, este que no evitaba cargar una cara provocativa, con sonrisa ladina y ceja erguida.

El diablo, por su cuenta, le sonrió traicionero, de una manera que dejaba en evidencia sus fantasías maliciosas.

—Siempre lo estoy.—volteó los ojos, con una respuesta que no le agradó a su amigo,

Jungkook sostenía su vaso, on the rocks, dando un sorbo corto a la bebida oscura y amarga, sintiéndola recorrer su garganta,

Blavod era una bebida fuertísima.

—Si continuas de esa forma volverás al infierno con cirrosis.—el timbre bromista jamás se le escapaba.

—Oh, esta es la única cosa que sirven aquí.—volteó el vaso, ingiriendo todo lo que restaba.

Caliente como el infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora