Jimin mantenía el arma en mano, apretándola con furia, presionándola contra el rostro de Héctor, al mismo tiempo que este mostraba un gesto firmemente serio.
Las pequeñas marcas temblaban, el dolor ya no era sentido, debido al exceso de adrenalina que recorría por todo su cuerpo; sudaba frio y sus ojos lagrimeaban sin autorización.
—Tú nunca tendrás mi perdón.—Héctor pronunció, sin piedad de los sentimientos pisoteados del pelirrojo.
—No quiero tu perdón.
Nunca hubo tanta frialdad proferida de los labios puros de un chico ingenuo.
Héctor sentía las gotas grandes de sudor bajando por su frente envejecida, cayendo sobre las cejas. Volteó la pistola, lentamente, para sí, apoyándola directamente a su pecho.
—Tú, Jimin, destruiste nuestra familia, nos destruiste en nombre de un amor profano, mundano. Renunciaste a tu pureza, a tu virginidad, solamente para saciar los sucios deseos de un Demonio.—dijo en siseos melancólicos y repugnantes.
—¡Yo quise saciar mis deseos, yo quise sentirlo, yo fui quien lo quiso! No hice nada malo y no terminé con nuestra familia, fuiste tú quien lo hizo. Terminaste con la vida de mi madre junto a la mía.—refutó, sintiendo su interior siendo quemado por una tristeza inmensa.
Park no sabía qué sentimiento lo dominaba, odio, tristeza, decepción, abandono.
—Estabas destinado a ser mío, solamente mi pequeño Jiminie, tu pureza me pertenecía, porque fui yo quien te trajo al mundo.—limpió el sudor de su frente, usando el dorso de su mano.
—¡Eso es sucio y repugnante!—declaró, pestañeando un poco más rápido, demostrando su extremo nerviosismo.
Se sentía un ser totalmente inmundo, solamente recordar que antes se acercaba a él tan suciamente. Jamás existirían palabras o sentimientos suficientes para expresar tanta angustia, nunca habría emoción para que él pudiera expresar tanto asco y repulsión.
El reverendo lo miró a los ojos, intensamente, exhibiendo su obsesión.
—Arruinaste mi vida.—Jimin susurró.
—Si dependiera de mí, jamás estarías a su lado.
Héctor apretó el gatillo, con la sed de traerle a Park el sentimiento más escurridizo, la culpa.
Nunca se había oído un disparo tan doloroso. Rugió por toda la casa, fuerte y melancólico, haciendo que incluso los pájaros, que se posaban tranquilamente en el techo, volaran asustados.
Los últimos sonidos, antes del horriblemente sonoro silencio invadiera el lugar, fue el cuerpo del pastor Park cayendo al sobre el suelo, junto con el arma que estaba en manos del anaranjado.
Era el fin.
—Te odio.—siseó, en pavor.
Dio algunos tropezones hacia atrás, sus piernas flaqueando, a medida que sus ojos pestañeaban con rapidez, varias veces, su cuerpo ardía, conforme su respiración se volvía más jadeante y entrecortada.
Estaba angustiado, sintiendo la pared tocar su espalda, estaba en estado de pánico, su cuerpo sufría violentos espasmos involuntarios y cuando miró una vez más el cuerpo de Héctor sobre el suelo; todo lo que pudo hacer fue gritar, de una forma tan brutal que se tornó mudo, intenso, lloraba sin lágrimas, en sollozos sin voz, sin sonido, todo lo que existía era un nudo gigantesco en la garganta, el cual parecía querer rasgarlo a la mitad.
Nunca pasó por su cabeza tener tal sentimiento con la muerte de su padre, después de todo se sintió aliviado al verlo muerto, a pesar de que existiese la culpa, tristeza, desconcierto.
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Caliente como el infierno
Fanfic¿Alguna vez te has sentido aburrido o simplemente harto de la rutina? Así exactamente se sintió Jeon Jungkook, el señor del infierno se volvió sumamente infeliz y a su vez, dejó el infierno para disfrutar de las noches en California. Teniendo como p...