PRÓLOGO

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Aquel Día.


El día comenzó como muchos, aquella mañana el chico tenía su primera cita con el psicólogo, la primera de muchas. Un mes atrás le habían diagnosticado trastorno de personalidad, su médico le había dicho que debía tomar cierto tratamiento para controlar los cambios de humor y evitar algún cambio de personalidad; aun su madre y él no sabían muy bien cuantas personalidades poseía. El chico se levantó de la cama y se fue bañar, la noche anterior se había quedado despierto hasta tarde viendo una serie sobre asesinatos, últimamente le tenía mucha obsesión a ese tipo de series. Una vez término de bañarse encendió la música, algo que solía hacer muy poco, pero, cuando se sentía abrumado sí que lo hacía muy seguido. Canto a todo pulmón la canción que había colocado, canto tan fuerte hasta el punto que su madre le pidió que bajara la voz. Cuando termino la canción bajo a desayunar, se sorprendió al ver que su madre había hecho las arepas de trigo que tanto le gustaban, se sentó en la mesa, dio los buenos días y comenzó a comer.

— ¿Cómo te sientes?—le pregunto su madre.

El chico decidió mentirle, su madre no tenía que saber que estaba nervioso y con un poco de miedo—Bien, por eso coloque música.

La madre del chico llevaba viendo al psicólogo desde hace mucho tiempo, antes de él había ido a muchos, pero el único que la había ayudado hasta el momento había sido el actual. Por eso cuando el chico le dijo que no recordaba nada de la noche anterior ella decidió llevarlo a un doctor.

Después de mucho exámenes lo diagnosticaron con trastorno de personalidad, aquel raro trastorno del se sabía poco. Al mismo tiempo supo que debía llevarlo con su psicólogo, siendo aquel doctor el que también confirmo la necesidad de un psicólogo.

—Madre—dijo el chico un poco preocupado.

—Sí, hijo.

— ¿Y si me pasa algo malo?

La madre sintió que algo se le rompía por dentro luego de que su hijo le preguntara aquello. Tomo las manos de su hijo y dijo lo que toda madre podría decir—Todo va a estar bien, el psicólogo solo va a conversar contigo y veras que te sentirás mejor. —Beso las manos de su hijo y lo miro de tal manera que el chico se sintió seguro.

***

La chica pensó que todo iría bien en aquel día y así debería ser si se lo proponía. Muy pronto empezaría la universidad. El día anterior se había ido de fiesta con su amigo, fue una fiesta tranquila después de todo, su amigo había conocido a un chico, pero lo más seguro era que pasara como con los anteriores, solo fuera cosa de una noche. Desde que lo había conocido nunca había visto a su amigo tener nada serio con nadie. Ella en cambio había tenido algunas relaciones, pero, tampoco habían funcionado del todo.

Una vez se cepillo y baño, bajo a preparar algo de comer para ella y su amigo. El chico no se había despertado, por lo que aprovecho para ir a una panadería.

En aquel pueblo la conocía casi todo el mundo, saludo a las señora que estaban leyendo el periódico, se detuvo a comprar un cartón de huevos y siguió su camino a la panadería.

Una vez en la panadería, pidió al chico en el mostrador que la atendiera, quien al darse la vuelta vio quien era. Con aquel chico había pasado una noche muy divertida cuando estuvo en el liceo. Por lo que al verla le regalo una sonrisa.

—Hola, ¿en qué te puedo ayudar?—le pregunto el chico mientras la veía directamente a los ojos.

La chica sabía lo que venía a continuación.

—Sí, me podrías vender cuatro panes.

—Disculpa, pero te conozco de algún sitio—le pregunto el chico.

Ella no había estado con muchos chicos en su vida, pero con los que había estado siempre los recordaba muy bien. Aun así le mintió —No, creo que no te había visto.

A la chica no le gustaba mentir, pero no quería que pensara que era una persona fácil. El chico la atendió y una vez había pagado salió de la panadería con el número del joven entre la bolsa de panes. Un numero al que nunca llamaría, la chica regresaría a la universidad muy pronto no tenía tiempo para pequeños romances.

Volvió por donde había venido hasta llegar a la casa, cuando entro en la casa encontró dos platos con avena servidos, debía intuir que su amigo se había levantado. Subió al baño y escucho que su amigo se estaba bañando.

Aprovecho para tostar el pan y freír algunos huevos para ambos. Su amigo siempre le cocinaba, aquella mañana ella se encargaría de todo.

***

Más tarde ese mismo día, él había tenido su primera sesión con su psicólogo. En aquella sesión hablaron de la vida, de las cosas malas y buenas que vienen con esa. Él le había contado como se sentía muchas veces cuando estaba solo, le contó de aquellos sentimientos de autocompasión y tristeza que afloraban en el muchas veces. El psicólogo y el habían hablado de manera profunda, le había dicho que, siempre y cuando tomara sus medicamentos y no faltara a sus sesiones nada malo pasaría.

Aquel día el chico prometió nunca faltar a sus sesiones y dijo que tomaría sus medicamentos sin falta.

Lamentablemente él conocería a alguien, y esto le haría olvidarse de aquellos medicamentos.

***

Su amiga había regresado a la casa, minutos antes él se había levantado de la cama y se dirigió al baño, mientras se duchaba recordó lo que había pasado la noche anterior en aquella fiesta, pero solo pudo recordar que había bebido mucho y se había besado con dos chicos diferentes. Uno de los chicos solo buscaba sexo, pero el buscaba lo mismo, el solo buscaba pasar una noche agradable al lado de alguien, mientras se dejaba llevar por el alcohol.

Siempre que iba a algún lugar se imaginaba que estaba con el chico que lo había roto como a una promesa. Muchas veces intentaba no pensar en aquel chico, incluso estaba casi seguro que lo había superado, pero él había aprendido lo difícil que era olvidar el amor, su primer amor.

Cuando se terminó de duchar, seco todo su cuerpo busco algo que ponerse, él y su amiga estaban en la casa de una compañera, ambos había traído su propia ropa así que elegir que ponerse no fue tan difícil, mientras se vestía los recuerdos de la noche anterior volvían a él. Había besado al primer chico, pero había sido porque se parecía mucho a su primer amor, aquellos ojos, esa boca, incluso su nariz, pero no, no lo era. Había pasado mucho tiempo desde que lo había visto y no creía que en aquellas alturas de la vida lo volviera a ver. Muchas veces se culpaba a el mismo por lo que había pasado, pero siempre caía en la cuenta que aquel chico no fue lo suficientemente valiente para afrontar las cosas. Su primer amor lo había lastimado mucho y no quería tener nada que ver con él, a pesar de llevarlo todavía en la mente.

Disipo todos esos pensamientos y bajo a donde su amiga.

—Tardaste mucho en bajar ¿Qué estabas haciendo?—le pregunto la chica.

—Solo me bañaba y pensaba un poco—Le respondió el chico sin ganas de hablar del tema.

—pensando... ¿ya pensaste en vas a hacer con tu padre?

El rostro del chico cambio un poco al escuchar a su amiga. El chico y su padre no se llevaban bien, y todo se debía a que el padre del chico no terminaba de aceptar que él fuera gay.

—No... mejor desayunemos —le dijo el chico cambiando de tema.

La chica sabía que a su amigo no le gustaba el tema de su padre, pero ella sentía la necesidad de hacer algo por su amigo, cada vez que el chico estaba en casa el trato de su padre era cada vez peor, una vez había intentado pegarle. En cambio supo de no debían comenzar una mañana como aquella tocando un tema un poco delicado. Comenzaron a desayunar y hablaron de otras cosas.

Todavía faltaba mucho para que comenzara el último semestre de universidad, en aquel semestre, antiguos amores regresarían, la vida de todos cambiarían, secretos serian sembrados y muchos de ellos no cosecharían nada bueno, lo peor de todo serían las mentiras, las cuales llevarían a todos a caminos sin retornos..

Love At HomeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora