CAPÍTULO 26

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La cena

Sergio estaba Tranquilo en aquella mesa agradeciendo por los padres que tenía, la vida le había dado los mejores, tenían mucho tiempo sin hacer aquello, sentarse los tres a comer algo preparada por aquella mujer, su madre, su querida Marina.

Por un momento desde que había estado sentado en aquella mesa la miro y vio que se veía tan parecida a él, su madre demostraba ser fuerte, aquellos abrigos la hacían parecer echa de acero, nada le afectaba, sonreía ante todo. Cuando todo a su alrededor se ponía feo, Sergio lo podía ver por sus ojos, a través de aquellos ojos podía ver el silencio que guardaba su madre. Lo que no sabía era que muchas veces lloraba sola en su habitación.
Al terminar de comer Sergio fue a lavar los platos, solo podía pensar en su madre, lo orgullo que estaba de ella. Aquella mujer era increíble, a veces quería acercarse y explicarle que la amaba con todas las fuerzas, pero en esas veces temía que al decírselo no tuviera nada más que expresar, también pensó en lo que pasaría cuando su madre no estuviera. Sufriría por su ausencia, por la falta de sus besos.

— ¿Qué tanto me miras Sergio?—Le pregunto la mujer dedicándole una sonrisa, la cual él devolvió.

—Mamá pensaba en lo bella que eres, como te preocupas por mí, por mi padre y el tiempo que te dedicas a ti misma…

—Hijo las madres son así, no en su mayoría, algunas, quieres saber porque soy de esta forma contigo y tu padre.

—Claro mamá, me tienes como un niño —libero una sonrisa.

—De niña todo era complejo en mi vida, mi madre no tuvo tiempo para darme amor, demostrar que yo no le importaba, de cualquier manera con mis hermanos fue diferente, no comprendía porque ella era así, hasta que descubrí por si sola lo que sucedía, como le entregaba todo el amor a mi padre, pero él no la tomaba en cuenta, él solo llegaba de su trabajo ebrio, jamás toco sus cabellos, no era agresivo, se acostaba y ella observaba, lloraba al verlo así, sufría sola… Por mi parte trataba de consolarla, tratarla como una gran mujer que merece todo en esta vida, ella solo se preocupaba por Federico.

—Mi amor no te hace bien contar eso —expreso Carlos.

—Mi vida, deja que le cuente a mi hijo, él quiere escucharme— miro a los ojos del hombre —el alcohol se lo llevo, ella se desplomó en una depresión, consumiéndola, acabando con su propia vida, por aferrarse al amor de un hombre que no la tomaba en cuenta, porque mi padre siempre fue así, por esa razón Sergio, yo les demuestro mi amor a ambos, sufro por ambos, soy feliz con ustedes dos, soy de esta forma porque no quiero pasar por un
problema como ese…

—Mamá te quiero tanto… disculpa que no te lo demuestre, pero si te amo.

—Sé que eres así Sergio, desde niño lo has sido, yo también te quiero mucho hijo.

—Yo también lo amo a los dos —Carlos sonrió. Marina se sintió agradecida con su esposo e hijo.

***

—Flor por favor coloca la vajilla y duermes a la niña, en la cena de esta noche no quiero llantos —expreso Carolina, mientras mezclaba la ensalada.

—Mamá, no creo que se duerma, hoy se levantó a las nueve de la mañana, ha le escribí a Zaron y Roberto recordándole que la cena es a las ocho… ninguno de los dos ha respondido.

—No te inquietes, ellos vienen, no sé qué harás, pero duermes a Flora… aún tengo que terminar el pollo…dile a tu padre que vaya por los refrescos y el
vino…. Queda una hora para sentarnos a comer.

—Papá ya fue por esas cosas, no tarda en regresar… mama el novio de Zamire es muy simpático y agradable…

—Sí lo es, aunque no es el mismo de esa vez, este es otro chico, que habrá pasado con Sergio, pero no quiero entrometerme en sus cosas, ya es una adulta y debe tomar sus propias decisiones.

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