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Maratón 1/2

Elena

Llevo puesto un hermoso vestido largo y negro de seda. Tenía que comprarlo luego de verlo en la vitrina de una tienda, llamándome a usarlo, definitivamente. Jay estaba sentado a mi lado, en el uber, dirigiéndonos al lugar que reservó para cenar, por más que insistí en que me dijera a donde vamos, no logré nada.

Al bajar del coche, me sorprendí al ver un barco en el Río Sena. Jay se dio cuenta de mi cara de felicidad y tomó mi mano, guiándome para subirnos. Todo el interior es un lujo, dispone de varias mesas, pegadas a las ventanas transparentes que cubren el barco.

—Estamos en el Bateau Mouche—me susurra Jay.

Nos asignan una mesa para dos y al instante de sentarnos, aparece el mesero sirviéndonos Champán.

Merci—agradecemos al mismo tiempo en cuánto se va.

El recorrido comienza y de fondo podemos escuchar a un violinista, tocando una melodía lenta.

—No me imaginaba esta sorpresa—comento.

Pasa un brazo por la mesa para tomarme de la mano y depositar un beso ahí.

—Todo por ti, por ver tu sonrisa y que el causante sea yo—guiña.

Me río ante eso, y mi corazón se acelera al pensar de nuevo en lo que me confesé a mi misma. No he tenido el valor de decirle que lo amo, no es por nada pero tengo un poco de miedo ante su respuesta a eso.

—Todo bien?—me saca de mis pensamientos y asiento.

—Solo estoy disfrutando la vista que tengo enfrente—sonrío, aún mirándolo.

—Debería decir eso yo, estás radiante como siempre, mon amour.

Me sonrojo ante eso y se empieza a burlar. Rápidamente vuelve a aparecer el mismo mesero que nos sirvió el Champán, dejándonos la entrada, que consta de unos ravioles abiertos de cangrejo.

—Magnífico—me brillan los ojos ante la deliciosa entrada que nos han servido.

—¿Antes ya habías probado el cangrejo?—pregunta Jay.

—Casi todo el tiempo. Cuando mis padres tenían sus reuniones de trabajo, el cangrejo siempre era la entrada, a todos les gustaba.

—Es mi primera vez probando cangrejo—empieza a saborear un ravioli—. Nada mal.

Seguimos comiendo y me percato que hay un pianista, tocando hermosas melodías, es tan relajante y me encanta ver a través de la ventana, el río, las casas antiguas, puentes y monumentos. A la hora del plato, nos sirvieron filete de lubina con risotto de coliflor, salsa de tomate y aceitunas.

—¿Deseas vino?

—Por supuesto, me leíste la mente.

Su risa me envuelve y es en todo lo que puedo concentrarme por un instante, de ahí levanta la mano para llamar al mesero y este se acerca a toda prisa.

—¿Pourriez-vous m'apporter une bouteille de Mouton Cadet, s'il vous plaît?

—Bien sûr que oui—responde el mesero, retirándose.

No tengo idea de lo que ha dicho exactamente, ya que me quede mirándolo embobada con atención.

—Listo. Le pedí una botella de vino rojo—explica.

—¡Genial! Ahora que lo pienso, no me has contado toda la historia de cómo aprendiste francés.

Mi modo curioso empieza a activarse.

—Mi padre siempre me decía desde que tenía ocho años, que aprender nuevos idiomas es bueno para el futuro, para tener oportunidades en varios trabajos—la comisura de su labio se eleva—. Siempre lo escuchaba, él nunca dejó de tener razón en todo y le pedí que me enseñara francés, es el idioma que más me llamó la atención. Así aprendí, gracias a él.

—Eso lo llevarás contigo, sabiendo que tu padre te apoyó hasta el final.

—Cierto, Blake, él dio todo por mi.

Apoyo mi mano en la suya, brindándole mi compañía. Llega la hora del postre, mi parte favorita, sin duda. Mi rostro se ilumina al ver el dulce de chocolate con sésamo crujiente frente a mí.

—Sé que te encanta el chocolate, por eso lo escogí.

—Estoy a punto de chillar—río—. Gracias, Jay.

—Lo de chillar viene de familia, no?—se burla de nuevo.

—Fue culpa de Liam, desde que comenzó a salir con mi hermana nos ha contagiado eso.

Sonríe tiernamente—. Me cae bien, al igual que Brian.

—Ellos te adoran.

—Soy increíble, igual que este postre—señala el plato.

Intento reprimir una gran carcajada, y me contengo menos mal.

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Después de comer, subimos al pequeño puente del barco para disfrutar la vista. Nos apoyamos en la barandilla, respirando el aire fresco. Jay se acerca para tomarme de la cintura y apoyo mi cabeza en su hombro, en ese instante podemos ver la Torre Eiffel iluminada, tan cerca. Un momento que nunca olvidaré.

—Este momento me hizo recordar una frase que leí hace algunos años—murmura—. La vida tiene cosas mágicas, los atardeceres, el mar, el cielo, la música y...—sus ojos se encuentran con los míos—. algunas personas.

—Eres mi persona favorita—apoyo mis manos en su pecho—. Me has llevado hasta lo alto y me has mostrado lo que el amor puede hacer.

Digo lo último recordando la canción qué cantó esa vez cuando nos hicimos los tatuajes, desde ese día, no he dejado de pensarlo. Y ahora sonríe, porque lo sabe. En segundos me toma del rostro, envolviéndome en sus preciosos labios y lo abrazo con fuerza, bajo la luz de la luna y las estrellas.

Todo sobre ti: #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora