III. Sigo siendo tan virgen como el día en que nací

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Peter se encogió en el asiento, hundiendo la cabeza entre los hombros al sentirse observado. No necesitaba tener ojos en las espalda para saber que la mujer tras la caja registradora tenía su atención fija en él, puesto que podía ver a través del reflejo de la cuchara que sostenía frente a su rostro cada vez que la chica lo volteaba a mirar.

Fastidiado, el castaño hundió la cuchara dentro de la humeante taza de café, mientras ajustaba la visera de la gorra sobre su frente, proyectando así una sombra a lo largo de su rostro.

Eran pasadas las cinco, pero había llegado desde las cuatro y media por temor a llegar tarde, ya que no quería causar una mala impresión como la que Wilson estaba causando en él. Quince minutos tarde le parecía inaceptable tratándose de negocios.

—¿desea algo más?—preguntó la amable mesera que lo había atendido al llegar.

Si lo había reconocido a pesar de la gorra y los lentes, tenía la decencia de no incomodarlo con absurdas preguntas como solía ser el caso cada que salía en público. Algunas personas incluso le pedían fotos, pero Peter siempre se negaba. Él no era una celebridad, a pesar de los padres que tenía.

—no, gracias. Estoy esperando a alguien.

—vale. Si necesitas algo, solo tienes que levantar la mano. Mi nombre es Carmen.

Peter sonrió, llevándose el café a los labios en cuanto se quedó solo otra vez. Carmen le recobraba a MJ, con quien había hablado por teléfono cinco minutos antes para pedirle que lo encubriera en caso de que Tony o Steve la llamaran para preguntar dónde estaba.

—casi no te reconoci, Petey. ¿Vienes de incógnito?—inquirió una conocida voz tras de él antes de que Wilson apareciera en su campo de visión y tomara el asiento libre a su derecha—Lamento la demora. Surgió un improvisto y no pude decir que no.

Aunque Peter se moría de curiosidad por preguntar qué clase de improvisto había sido más importante que asistir puntual a su cita, terminó mordiéndose la lengua y asintiendo.

—¿no tienes calor con esa gorra? Estamos bajo techo—inquirió Wilson, apoyando el codo en la mesa y la mejilla sobre el puño cerrado—Honestamente, es una tontería que pienses que nadie te reconocerá con eso.

—pues a mí no me importa lo que tú pienses porque no pienso quitármelo—puntualizó, encorvándose hacia delante. Era consciente de que en la cafetería habían entre diez a quince personas con el celular en la mano y que podían acceder a la cámara antes de que él pudiera escabullirse por la puerta. Si lo descubrían, habrían más de una docena de fotos de él que le servirían a Tony para duplicar su castigo indefinido. Era un lujo que no podía darse por nada, ni siquiera para complacer a Wilson—Bueno, espero que sepas que está cita es netamente informativa y no pienso pagarte por venir.

—tranquilo, Petey. No cobro antes de saber cuál es el trabajo—dijo antes de sumirse en un profundo silencio.

Peter se limitó a estudiarlo, desde su forma de hablar hasta la manera en que tenía las agujetas amarradas. Los movimientos de Wilson eran elegante, casi calculados. Sus manos fuertes, pero silenciosas. Tenía una cicatriz en la ceja y otra en la nariz, como si en algún punto de su vida se la hubiera fracturado. Probablemente producto de su trabajo, el cual era un tema al que Peter le había otorgado más de un pensamiento.

Si Wilson amenazaba gente por dinero, por consiguiente tenía su lado rudo, lo cual no terminaba de cuadrar con la imagen que hasta ahora había formado de él en su cabeza.

Wade Wilson era el tipo de sujeto que regalaba llaveros y fingía tener diarrea para salvar a estudiantes de ser expulsados. No lucía como alguien sanguinario, ni peligroso. Sin embargo, lo había conocido en la comisaría por un caso de violencia y parte de su carácter menos amistoso había quedado en evidencia la segunda vez que hablaron.

The red means I love you  (I) • SpideypoolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora