IX. Ratero, criminal, idiota

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—no siento mis piernas—se quejó Wade por lo que se sintió la milésima vez en la noche.

—has manejado en círculos por cinco horas, obviamente te duelen las piernas—murmuró somnoliento, hundiéndose en el asiento de cuero con los ojos cerrados y una mano en la frente para masajear sus sienes.

—al menos dime que ya llegamos a Mexico.

—seguimos en New York.

—mierda—escupió, logrando que Peter sonriera a pesar del cansancio por lo genuinamente decepcionado que sonaba—Tanto esfuerzo para nada.

El castaño suspiró, mirando el techo del auto con una arruga entre las cejas. Tenía las piernas dormidas y los tobillos se le habían hinchado, pero una vocecita en su cabeza no paraba de repetirle que no era el único que estaba pasando un mal rato.

—¿quieres que cambiemos?—preguntó al cabo de un rato, estirándose en el asiento. Su cuerpo se encontraba entumecido y sentía los huesos pesados, pero se obligó a mover los hombros en círculos, apretando los dientes para evitar quejarse ante las punzada de dolor a lo largo de su cuello—Puedo manejar.

—no, tú descansa—repuso Wade al instante, enderezándose de igual manera en el asiento. A Peter le preocupaba la herida en su frente, pero Wilson se había negado a detener el auto hasta que encontraran un lugar donde pasar la noche—Ha sido un día estresante para ti.

—para ti también—aplacó las cejas, sintiendo una punzada de remordimiento al ver la marca de dedos sobre el cuello del mayor. Aunque ambos eran un espectáculo para los ojos, era difícil dictaminar quién de los dos se veía peor—Casi mueres por mi culpa y ahora estas todo magullado.

Wilson volvió a encoger los hombros, mientras con una mano subía el volumen a la radio y  balanceaba la cabeza al ritmo de Luis Miguel.

—¿no estás molesto?—inquirió Peter, quitándose los zapatos con ayuda de sus tobillos para subir los pies al tablero del auto. Wade entrecerró los ojos, pero no dijo nada a pesar del disgusto en su rostro—Desde que nos conocimos solo te he traído problemas.

—eso no es verdad. La comida y el dinero me han caído como anillo al dedo.

—hablo en serio, Wilson. Hoy pudiste haber muerto—reafirmó. Necesitaba que Wade entendiera la magnitud de la situación a la que habían ido a parar—Es un auténtico milagro que hayamos escapado con vida.

—yo también hablo en serio—contestó, buscando su mirada a través del espejo retrovisor. La mitad de su rostro tenía rastros de sangre seca, mientras la otra mitad se encontraba morada e hinchada gracias a la colección de hematomas que Electro le había dejado como souvenir. No obstante, Peter tuvo la revelación de que sólo Wade Wilson podría verse así y aún así salirse con la suya—haciendo a un lado el inminente peligro de muerte y la posibilidad de ser torturado a manos de tus padres por corromper a su terroncito de azúcar, pasar tiempo contigo no está tan mal. Incluso puedes llegar a ser  agradable cuando no te estás comportando como un niñato mimado y egoísta.

Peter resopló, manteniendo su indignación a raya para no causar una escena. Ninguno de los dos tenía la fuerza suficiente para discutir.

—o sea que casi nunca soy agradable—determinó entre dientes, volviendo su atención a la ventana con el ceño fruncido.

Wade zarandeó una mano, como diciendo más o menos, lo que le valió una patada en el brazo, que en lugar de molestar, le sacó una carcajada

—ya, ya. Admito que eres agradable un 95% del tiempo. El otro 5% eres insoportable—bufó, aparcando el auto a un lado de la carretera. Eran pasadas las doce y a ambos se les notaban las ojeras y el cansancio en sus rostros pálidos y hundidos, pero bajar la guardia para dormir no era una opción viable considerando que después de cinco horas en la carretera, no parecía haber ningún lugar lo suficientemente seguro para pasar la noche—Yo tome la decisión de venir contigo, ¿vale? Estar aquí es mi decisión. Si hubiera querido, te habría dejado a tu suerte en el puente.

The red means I love you  (I) • SpideypoolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora