Capítulo X- El verano se va a ir

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Ya hace días que no se reunían el clan de vampiros y los cazadores

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Ya hace días que no se reunían el clan de vampiros y los cazadores. Kahler como líder debía ir cada cierto tiempo al castillo de los cazadores a hablar –escasas palabras– con algunos de ellos, era una formalidad para saber si algo ocurría con los otros clanes. Ya que todo cazador vivía en el mismo lugar, Edmon estaría ahí, se pensaba aprovechar la oportunidad para reunirse. Debían ser cuidadosos ya que nadie tenía que saber de su pequeña alianza, aunque muchas veces Kahler evitaba los encuentros con cualquier miembro del castillo y no solían ir los demás, ésta vez la visita les serviría para reunirse con el cazador.

♦ ... ♦

Cuando abrió los ojos, no encontró a una sirvienta, era Allen el que estaba ahí.

—Hoy iremos a un sitio después del mediodía. Sólo ven y no preguntes. Puedes llevar algo.

Él la miró de forma comprensiva, ella no entendió la razón de tal gesto debido a la orden que acababa de escuchar. Ella lo observó y asintió.

—Tu sirvienta no tarda en venir. Seguirá siendo la misma por un tiempo más, la anterior aún no está del todo recuperada.

Eso era raro, tal vez las secuelas psicológicas era lo que la mantenía aún alejada. Él dio media vuelta para irse.

—Además, te traerá un regalo.

Se preguntó a qué se refería con eso. Él salió y se fue. No mucho tiempo después la sirvienta Rubi entró. La ayudó a levantarse; luego fue a ducharse. De regreso en la habitación estaba en su lugar habitual junto a la cama, en ésta había una caja plana, grande y blanca.

—¿Qué es?

—Su ropa para hoy, señorita.

Se acercó, la sirvienta sacó el atuendo de la caja. Tenía que haberse dado cuenta antes, en realidad era como un juego. Sí, había hablado de ese tipo de ropa antes, pero nunca mencionó que quería usarla. Sin importar qué atuendo le dieran a ponerse, siempre pensaba que era como si se estuviera disfrazando, en el sentido de que trataba de aparentar que era por completo como ellos, sin embargo, la prenda en definitiva era un disfraz.

Las medias de algodón negro al muslo y los guantes fueron los de siempre, el vestido en si era el segundo y más importante problema. Era de manga larga con cuello bajo elástico, pegado al cuerpo, suave; luego estaba el corsé apretando su abdomen y cintura, las cintas de atrás estaban entrecruzadas –evitó que se las ajustaran demasiado–; la falda era amplia con tela de tul; tenía como complemento un saco que tapaba sólo arriba del pecho, de cuello alto y firme, sin mangas y cada extremo se unía con una cuerda.

Se sentía como demasiado, aunque no estaba lejos de su estilo actual, al menos la perfecta confección lo descartaba como el disfraz que le pareció. También era muy juvenil, si bien no aparentaba ni estar a mitad de los veinte –ni los tenía–, no podía decir si debía usar ese tipo de cosas. Su consuelo estaba en que, ya que la ropa era hecha sólo para ella, no le quedaba mal. La discrepancia era el mensaje que daba.

Eternidad I, Invierno PermanenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora