Capítulo IV - A mitad de primavera. Entrada de dos Diarios

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Hace ya un tiempo que el primer vecino se marchó de aquí

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Hace ya un tiempo que el primer vecino se marchó de aquí. No sé cómo ocurrió o por qué, pero muchos de los vecinos comenzaron a irse. Quizá es porque nunca he notado lo insegura que en realidad se ha vuelto la ciudad. Las secciones alejadas son las que sufren, y en cualquiera es mejor no vivir en las orillas.

En la que vivo, después de la última calle que resulta ser la mía, las casas desaparecen para abrir paso a hierba y árboles que son los primeros indicios de un valle cercado con peñascos; de hecho, calle arriba, sólo hay otra más y después se encuentra una gran área que termina más allá en una de esas construcciones naturales de roca. Así que yo no estoy del todo en la orilla ya que hay otras casas tras la mía, toda una calle arriba y por lo menos tres más hacia abajo.

Supongo que, a pesar de eso, no cambia el hecho de que vivo en los últimos metros cuadrados de una sección consumada y cercana a un linde. Es curioso que en un principio mi casa se construyó casi en medio de la nada, y a pesar de todos los años transcurridos en que otras personas construyeron alrededor, nunca abarrotaron el lugar o se extendieron mucho.

Debe ser que siempre hay espacios en el mundo que se olvidan...

Con el cambio y el estado estático alrededor, si debo mudarme o no, prefiero no pensarlo, no tengo esa opción, ni tampoco quiero tenerla. No es por terquedad, sino desconsuelo y tristeza; no son emociones que yo pueda manejar bien, en el pasado fueron insoportables y eso aún no ha cambiado. Sobre recursos es más simple, no es que tuviese limitaciones, tengo ropa de buena calidad para que dure, –es extraño que la que es de mi gusto sea justo así-, pero más allá del pago de servicios y los impuestos de la casa, no puedo ahorrar más que un par de monedas –mi familia se llevó todo el dinero-, el empleo que debí tomar es de medio tiempo, exigirme más esfuerzo que eso, nunca podría ir bien. Y ante todo está la seguridad que siento quedándome aquí en casa. Es mi torre confinada, donde nada puede dañarme. Nunca nada ha sucedido para no sentirme a salvo en mi hogar.

♦ ... ♦

Con la soledad en casa y en las calles, sentí que debía hacer algo para eludir ciertas sensaciones, así que aprovechando que era sábado, salí a pasear. El día comenzó con el esfuerzo de levantarme temprano, pude despertarme a las doce, ya a la una salía de casa con una bolsa mediana de correa y una sombrilla.

Fui cuesta abajo para pasar la casa de al lado y doblar a la derecha. Así seguí el camino, pasé la última calle, unas ruinas que fueron el inicio de la ampliación de la sección y finalmente el camino se convirtió de concreto, a tierra y pasto. El sendero no llega muy profundo entre los árboles, mas es suficiente para una media hora de paseo. Nadie va más allá y yo no pretendí ser quien cometiese tal imprudencia.

Allí en el estrecho claro, hay una roca algo empinada, sirvió para sentarme. Nunca solté la sombrilla, siempre me aferro a ella cada vez que voy a algún lado. No hay forma de que me gustase el sol, lo que me gusta es ver la luz y la luz en las cosas de alrededor.

Eternidad I, Invierno PermanenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora