Capítulo XV - En otoño un día llueve

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Hace mucho que nadie vivía ahí, el aspecto un tanto descuidado y viejo era lo bastante visible para hacer ver abandonado el lugar

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Hace mucho que nadie vivía ahí, el aspecto un tanto descuidado y viejo era lo bastante visible para hacer ver abandonado el lugar. Era la Torre, la casa antigua con una torre baja de dos niveles sobre el techo en el lado este, el punto más alto al frente y el único que había. La última vez que ellos estuvieron ahí, había ocurrido una tragedia que trajo a Clarissa a sus vidas de forma permanente.

Quizá no era buena idea hacer que su compañera se quedara en ese lugar, pero todos en el clan decidieron estar ahí para protegerse y alejarse de lo que ocurría; estando ahí quedaban muy lejos del castillo de los cazadores, su residencia o de cualquier lugar conocido por otros vampiros. La pequeña sección que quedaba cerca apenas tenía gente, por estar a la orilla de la mayor parte de la ciudad, era un lugar atacado de forma constante y había vampiros solitarios y salvajes por las calles. La poca gente ahí sabía cuidarse, no siempre, pero se sostenían; además, ambas poblaciones estaban desapareciendo por esa misma situación. A pesar de tales hechos, seguía siendo un buen lugar en el cual estar por un tiempo para ellos.

La entrada de la edificación era una enorme puerta de madera gruesa, el frente tenía tres largas y grandes ventanas a cada lado de ella, la pared era plana sin ningún montículo o relieve. Dentro en el recibidor, contaba con dos de las ventanas totales que se veían por fuera, hacia dentro se extendía una alfombra roja que cubría el camino a las escaleras, éstas eran anchas e iban a la pared de enfrente en un espacio que se abría grande como una plataforma, de ahí las escaleras se dividían en dos, a la derecha y la izquierda, así los escalones seguían hacia arriba y terminaban en una curva y un modesto asentamiento para ir al segundo piso, accesible por puertas de madera.

Justo encima de la plataforma, en lo alto, se alzaba un vitral redondo formado por colores fuertes de azul, morado, verde y rojo, el centro del círculo no tenía color. Bajo ese vitral había un enorme cuadro largo, era la imagen de una persona encapuchada, en su cara sólo se veía su boca y nariz, lo demás lo cubría la oscuridad; las manos las tenía un poco alejadas de sus costados, su mano izquierda era negra como si así fuera su piel pero al mismo tiempo no lo parecía, la mano derecha era libre de esa peculiaridad, sostenía una enorme guadaña que sobrepasaba su altura, toda ella del color de las sombras; tras la persona se notaban los colores de una puesta de sol bastante oscurecida.

En la planta baja había cuatro puertas dobles, dos de cada lado, cercanas a las esquinas, la del fondo derecho no tenía una de las dos partes. Todo estaba oscuro, sólo entraba luz por la puerta principal que estaba abierta en su totalidad y un poco por el vitral.

Pasaron más al interior por la última puerta de la izquierda, llegaron a un pasillo externo, ahí estaba el jardín interior, el área de los pasillos alrededor de él y el símil en el piso superior. No pensaban ocupar el segundo piso o ir a la azotea. A Clarissa la condujeron por el pasillo central frente al jardín, hacia la parte trasera de la casa. Al final del pasillo había un área libre con dos ventanas laterales a la puerta que iba afuera.

Eternidad I, Invierno PermanenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora