8. No Corras Por Favor

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- ¡Lu! ¡Lu!

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- ¡Lu! ¡Lu!

Lucía empezó a andar cada vez más deprisa mientras intentaba abrazarse a si misma. Tenía la ropa mojada y estaba muerta de frío, pero lo peor de todo era lo asustada que estaba. Aún recordaba el terror que sintió al caer por el trampolín y como pensaba que no sería capaz de emerger por la superficie. Escuchaba la voz de Brahim que la llamaba pero no quería pararse y mucho menos hablar con él. Estaba enfadada. Y mucho. 

- ¡Joder, Lu! ¿Quieres pararte? -siguió diciéndole Brahim mientras ella empezó a correr huyendo de él.

Brahim salió detrás de ella corriendo aún más deprisa. Por nada del mundo quería dejarla escapar. La atrapó a los pocos segundos abrazándola por la cintura mientras ella se retorcía.

- ¡Suéltame ahora mismo! -le dijo ella al borde de las lágrimas. Le dio un empujón que le hizo trastabillar y salió a correr de nuevo. Esta vez Brahim fue más rápido y la atrapó antes de que anduviera siquiera un par de pasos.

- No corras por favor, Lu. No te voy a hacer nada, te lo juro -le dijo él abrazándola por detrás mientras le hablaba  con voz suave y calmada. 

- ¡Suéltame! -le pidió ella una vez más pues no quería que el causante de su estado, la tocara. 

- No hasta que te calmes -le siguió diciendo Brahim. La sentía temblar en sus brazos y sabía que no era porque estuviera mojada. Lucía tenía miedo. Se lo había visto en la cara al salir de la piscina.

- ¡Déjame! ¡Te he dicho que me dejes!

Lucía empezó a retorcerse y Brahim a abrazarla más fuerte. Le dio la vuelta hasta que ella estaba de cara a él. Siguió luchando contra su agarre hasta que el chico empezó a acariciarle la espalda y el pelo intentando que se calmara. La rubia alzó sus ojos bañados en lágrimas y por primera vez , Brahim, sintió una ternura infinita y un enorme arrepentimiento por haberla tirado por el trampolín. Lo había hecho para que ella no pasara el mal trago de hacerlo sola. Para que la imbécil de Bandana no se riera más de ella. Y estaba claro que no había sido una buena idea. 

 Lucía puso su cabeza en el pecho del chico y se agarró a su camiseta mientras intentaba dejar de llorar. El cálido aliento de su respiración en su mejilla, sus dedos que la acariciaban con suavidad y el acelerado latido de su corazón, hicieron que ella se olvidara de todo y se concentrara en los dedos del chico sobre su cuerpo. Brahim olía maravillosamente bien. Y no sabía porqué, pero esos brazos la hacían sentir segura. 

Pasaron unos minutos y Brahim la separó un poco de su pecho. Esos ojos miel estaban rojos de tanto llorar y se odió por ser él el causante de su estado.

- ¿Estás mejor? -le preguntó él realmente preocupado, y porque se odió por haberla hecho llorar. 

- Algo -le contestó ella con un hilo de voz. 

- ¿Tienes vértigo, verdad? -la pregunta de él era más una afirmación que una frase que espera una respuesta. 

- Si, si que lo tengo -le admitió ella esbozando una pequeña sonrisa. 

El Castillo - Brahim DíazDonde viven las historias. Descúbrelo ahora