16. No sé como decirte lo mucho que me gustas

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La terraza de verano era lo suficientemente grande como para tener una zona algo más alejada que servía de almacén y por donde no pasaba nadie

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La terraza de verano era lo suficientemente grande como para tener una zona algo más alejada que servía de almacén y por donde no pasaba nadie. Tenía cerca una especie de jardín no muy cuidado, con un par de bancos de piedra. Brahim había llevado hasta allí a Lucía, para poder hablar tranquilamente. Estaba apoyado en una especie de muro semi-derruido mientras tenía sus dos manos en la cintura de la chica. Las de ella hacía rato que estaban en su cuello.

- ¿Me vas a contar porqué estabas enfadado? -le pidió ella mientras sus dedos acariciaban muy suavemente su nuca. Esas caricias, esas sutiles caricias con las yemas de sus dedos le provocaban miles de escalofríos a Brahim en todo su cuerpo.

El chico decidió ser sincero con ella. No estaba dispuesto a perderla de nuevo. No tenía nada que esconderle. Lucía ya era consciente de lo que Brahim era, y aún así quería seguir a su lado. 

- Mi madre vino a visitarme con mi hermano pequeño, y...bueno, siempre que viene no acaba bien. Ni ella quiere venir ni yo quiero verla, Lu. Me hizo sentir como una mierda y la pagué contigo...lo siento de verdad -Brahim apoyó su cabeza en el pecho de la chica y entrelazó sus dedos por detrás de su espalda acercándola aún más a él. Lucía acarició su pelo intentando tranquilizarlo. Sus dedos se enredaban en sus mechones mientras las manos de él acariciaban su espalda desnuda. 

- Deberías habérmelo contado Brahim...yo...

Brahim alzó sus ojos al sentirla tragar saliva. Lo que vio en ellos lo desconcertó. Pena, tristeza y algo más. Rozó sus labios unos segundos aunque esos segundos fueron un infierno porque deseaba perderse en su boca.

- Dime que te pasa, Lu. Dímelo, por favor... -le pidió él bajando el tono de su voz para que ella se calmara, pues se mostraba bastante nerviosa. 

- Yo...yo...es que no tengo madre, Brahim.

Brahim vio como una pequeña lágrima se escurría por la mejilla de la chica. Atrapó esa gota de sal con sus dedos y la abrazó aún más fuerte para que no llorara. Verla tan triste le partía el alma. Lo último que quería en ésta vida era que ella sufriera. Y perder a una madre, una madre buena que quisiera a sus hijos,  era el mayor sufrimiento que un hijo podía sentir. 

- Lo siento mucho, Lucía. De verdad que lo siento. Sé lo que es no tener una madre, porque aunque la mía está viva, hace mucho tiempo que la perdí... -le dijo él, pero esta vez, con bastante tristeza en el tono de su voz. 

- No puede ser tan mala, Brahim -Lucía se separó un poco del moreno y lo miró a los ojos mientras él acariciaba su espalda. Sus dedos subían y bajaban poniéndole la piel de gallina.

- Créeme, lo es. Pero no quiero hablar de ella. Consiguió lo que quería. Cabrearme y pagarla contigo, y no pienso consentir que vuelva a pasar. Lo siento tantísimo, Lucía. Me he portado contigo como un cabrón y sólo espero que me perdones, por favor -le pidió él mostrándose muy arrepentido por todo lo que había sucedido entre ellos. 

El Castillo - Brahim DíazDonde viven las historias. Descúbrelo ahora