Corazón roto

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Mucho antes de terminar las vacaciones todos iríamos al Callejón Diagon a comprar las cosas que necesitaríamos para Hogwarts y también a visitar la tienda de los Gemelos Weasley. Debía apartar el tema de Fred porque George también era propietario y era una persona muy importante para mí, sin contar que la señora Weasley me había obligado a prometerle que iría junto a ellos porque con Voldemort libre sería con sus palabras ir directo a la boca del dragón. Bueno que importa Kreacher me llevaría y de igual forma volvería con él tan rápido como se pudiese.

—Ujum ¿Y eso es lo que tú compras Kreach? —pregunte revisando unas notas
—Sí pequeña ama Black, cuando encontremos a los su... trai... a los Weasley, yo iré a hacer las otras compras, ese gigante... —dijo mientras miraba al alto de en frente nuestra y tuve que dejar de ver las notas
—¡Hagrid! —exclamé llamando su atención
—¡Lia! ¡Lia que bueno que llegaste eres la primera! —decía mientras nos saludábamos y Kreacher se iba, la verdad es que también me alegraba de verlo, no iba a permanecer solita— Oh, ¡Berlín! —exclamó de repente tocándose la cabeza como si se hubiese recordado de algo— se lo vio algo desolado por tu ausencia... ¡Pero está bien! —añadió rápidamente al ver mi cara de preocupación— nada critico, no lo pude traer porque armaría muchos problemas ya sabes, ¡Ah! Y Buck...Winterwings está muy bien, ya conoció a Berlín y se llevan... mas o menos —confesó sin poder mentir
—Berlín es muy quisquilloso con cualquier ser vivo... —dije con unas risitas culpables, la etapa de adolescencia le estaba durando mucho, quizás era más malcriadez y no etapa de adolescencia con la que me justificaba
—Sí, sí... pero es buen muchacho se porta bien si

Los minutos pasaron y Harry y los Weasley habían llegado por lo que al fin pudimos entrar al Caldero Chorreante y luego al Callejón Diagon. El Callejón Diagon se veía tan desolado... apenas habían algunas pocas personas, tan pocas que podría contarlas con las manos, no era como antes, como cuando era pequeña y vine con Sirius, eso no lo sabía nadie y era mejor porque estaba incumpliendo la ley.

La Señora Weasley se veía un poco paranoica y aunque el Señor Weasley trataba de relajarla no se calmaba, aún así estar con Hagrid ayudaba mucho nos dejaba tener más libertades y no estar apachurrados y pisándonos los pies pues eso era lo que pasaba con las medidas de protección de la Señora Weasley

—¿¡Quieren amuletos!? Amuletos para ahuyentar a los inferís, solo diez galeones —ofrecía un vendedor que se había acercado a nosotros con muchos amuletos
—¿Solo? ¡Jah! No, no gracias no queremos nada —lo aparto Hagrid rápidamente y el vendedor no dudo en irse, Hagrid se imponía más que cualquier otra persona que hubiese visto
—Hablando en serio podríamos comprar unas —comenté mientras veía al vendedor el cual trataba de ofrecerle el amuleto a otra persona
—Ninguna de las porquerías que han hecho contra los inferís sirve, nadie a sido capas de lograrla y no creo que ellos puedan son puros fanfarrones y charlatanes
—Se veían tan bonitas

Habíamos quedado en que Hagrid, Harry, Hermione, Ron y yo iríamos a la tienda de Madame Malkin para comprar las túnicas y demás cosas mientras que los demás irían a por los libros

—¡Los esperare aquí! —pedía suplicante al frenarme en la tienda de Twilfitt y Tatting, esa tienda tenía una capa que me había llamado la atención pero sabía que los demás debían ir donde Madame Malkin antes de que el tiempo impuesto de la señora Weasley se acabara, pero yo podía comprarla y volver rápidamente
—No lo sé Lia... y si te pasa algo... en esa tienda suelen demorarse y no debemos...
—Puedo usar magia, ya puedo usarla, ya soy mayor, por favor Hagrid —decir que era mayor era una palabra muy grande para mí pero como me daba ventaja no importaba
—Bueno... bueno está bien pero espera aquí hasta que volvamos, le pediré a la tienda que te deje quedarte hasta que volvamos
—¡Ujum! ¡Está bien!

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